Capitulo 18: Los Black Ravens

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Finalicé la llamada con Reykon antes de llegar al centro comercial, el taxi me dejo en la puerta principal, pagué por el viaje, y me bajé.

Mi amigo me había ayudado a elaborar un plan para poder sobrevivir durante todo un año con mi padre en su club de moteros sin morir en el intento.

Mis pies se movieron en dirección al banco, lo primero que haría sería desbloquear todas mis cuentas para poder acceder a mi dinero.

Necesitaba comprar muchas cosas, también necesitaba ponerme en contacto con los miembros accionistas de la junta directiva de la empresa de mi familia. Tenía que hablar con ellos para dejarles en claro que de ahora en adelante la que mandaba era yo.

Joder, me iba a hacer cargo de una empresa, y ni siquiera había ido a la Universidad.

Hice una mueca con ese pensamiento, necesitaba encontrar la manera de cursar las clases sin perder tanto tiempo.

Gracias a que seguía vistiendo como una princesita de la alta sociedad, los tramites del banco fueron increíblemente rápidos y fáciles de llevar a cabo. En menos de dos horas yo ya tenía acceso a al menos cinco cuentas bancarias, tres de ellas abiertas a crédito y dos a débito. Tenía mis tarjetas, y también un programa de beneficios.

Agradecí al hombre que me atendió, y salí del banco.

Mi primera parada fue en las tiendas de ropa. Tal vez tuviera todo un armario lleno de ropa de marca todavía con la etiqueta puesta, pero no la podía usar. Si al principio quería ocultar quien era realmente yo, ya no le veía caso. Mi plan era fingir ser la hija perfecta de nuevo para que nadie me preguntara nada y poder irme lo más pronto a Rusia como me fuera posible. Esos planes se habían ido al diablo, y no pensaba estarme ocultando durante todo un año.

La ropa que compré no era tan cara como la que mamá había elegido para mi, y definitivamente no era algo que ella aprobaría, pero ya no estaba aquí para decirme nada. Compré jeans, shorts, faldas cortas, playeras, camisas, blusas, chamarras, tops. Todo en colores oscuros, negro, azul marino, gris, blanco, rojo, magenta. No compré vestidos, porque de esos tenía muchísimos en el departamento, a parte de que no los usaba. También compre unas botas de caño alto, unos tenis cómodos, y unas pantuflas esponjosas.

No iba a comprar nada más, pero al pasar por las tiendas de lencería una extraña excitación recorrió mi cuerpo, y sin poder evitarlo me metí. Terminé comprando al menos diez juegos de ropa interior de lo más atrevida, también todo en tonos oscuros. Salí con una sonrisa satisfecha, no había mejor manera de subir la autoestima de una mujer que consintiéndose a ella misma.

No quería admitir que mientras elegía un conjunto de tres piezas negro de encaje unos ojos del mismo color se me pasaron por la cabeza he hicieron que el calor inundara mi cuerpo. Porque por el jodido infierno que eso nunca iba a pasar, jamás dejaría a ese motero meterse en mi cama. O al menos, eso es lo que me decía a mi misma.

Mi última parada en el centro comercial fue la tienda de electrónicos, compré un nuevo celular, porque el mío era una mierda y una laptop para poder trabajar en ella.

Una vez terminada toda mi sesión de compras camino a la parte de comida rápida, dejo todas las malditas bolsas, (porque joder eran muchísimas), en una mesa y me acerco para ordenar mi comida, no soy la persona más sana del mundo pero tampoco me descuidaba. Elegí un puesto de comida japonesa y pedí un teriyaki y unos rollos de sushi californianos.

Disfrute mi comida todo lo que pude, apreciando los hermosos momentos de soledad que me quedaban. Cuando ya era más de la mitad de la tarde decidí que ya era hora de irme.

Salí del centro comercial y tome un taxi a mi departamento, necesitaba recoger algunas cosas antes de renunciar a mi libertad. De nuevo.


Te Reto a ConocermeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora