Capitulo 31: Cabezas que ruedan

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Una risita seca se me escapo al escuchar la voz del motero del otro lado de la línea.

-Me tomó cuatro intentos marcar tú número correctamente Hunter así que más te vale cerrar la boca y escucharme con atención estoy...- Pero alguien se acerca corriendo a mi celda y maldigo mientras cuelgo la llamada, solo alcanzo a borrar el registro de llamadas y cualquier rastro de lo que hice antes de que la puerta de barrotes se abra y me arrebaten el celular que tanto me había costado conseguir y lo lancen contra la pared.

-¡Estupida!, ¿Realmente creíste que no me daría cuenta de mi celular desaparecía?-. Me dice el maldito desagraciado mientras me suelta puñetazos a la cara hasta que me hace caer.

-Bueno, admito que te tardaste menos de lo que creí, pero eso no evito que te lo robara ¿Verdad?-. Contesté mientras escupía sangre y me gané una maldita patada que me sacó el aire.

-Agradece que el jefe aún no te quiere muerta zorra-. Escupió con odio el sujeto.

-Agradece tú, que siempre que nos encontramos no estoy en pleno uso de mis facultades idiota-.

Otra patada que hace que grite del dolor. Tenía una costilla fisurada de mínimo y el ardor en mis piernas me hizo saber que me había vuelto a abrir las malditas puntadas que me habían dado.

-¡Silencio!-.

Y me quedé callada solo para no desangrarme, porque mientras menos hablara más rápido se iría el motero y más rápido atendería mis heridas.

Memphis!, El Prez dice que dejes a las prisioneras en paz de una buena vez y te pongas a trabajar. Los MC no van caer por si solos-.

-Esta jodida perra se lo merece, simpre esta intentando pasarse de lista-. Escupe el gorila Memphis, el otro motero que hasta donde sabía le decían Zazu solo se encogió de hombros.

-Me importa un carajo, el Prez ordena y nosotros obedecemos, punto. Muévete-.

Memphis se aleja de mi celda asegurándose de que esta vez sí esté bien cerrada y luego se larga con el otro motero mascullando malas palabras por lo bajo.

Solo cuando ya no los tengo a la vista me atrevo a arrastrarme del lugar en el piso donde estaba, me acerqué hasta la pared más cercana y me apoye en la misma. Resoplando con fuerza rompí la blusa que traía, (que estaba sucia, rota y llena de sangre), y use los pedazos de tela para hacerme un torniquete.

-Maldita sea-. Gruñi cuando apreté la tela alrededor de las heridas.

-Deberías dejar de provocarlos-. Me respondió una voz suave y mi cabeza se alzo.

Mis ojos verdes se clavaron en los miel de Margarita. Una hermosa adolescente de quince años que también había sido secuestrada y que tenían en la celda frente a la mía.

-No puedo simplemente quedarme sentada y aceptar mi muerte-. Le dije con tono severo. No tenía nada en contra de la niña, pero su actitud sumisa me llegaba a poner los pelos de punta.

Joder que yo quería vivir al menos lo suficiente para acabar con la vida de mis secuestradores.

-¿Lograste decirle algo?-. Me preguntó con la esperanza brillando en sus ojos inocentes, yo negué con la cabeza mientras hacía una mueca.

El brillo de los ojos miel desapareció tan rápido como llego.

Active el GPS mientras trataba de marcar el número correcto, y esperaba que eso fuera suficiente para emitir una señal rastreable, aunque lo dudaba debido a la brevedad de la llamada. Por eso evite decirle ese pequeño detalle.

Te Reto a ConocermeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora