Todo comenzó cuando tenía ocho años, mi madre estaba demasiada ocupada como para prestarme un poquito de atención, mi padre estaba de viaje y mi hermano mayor estaba en sus clases especiales. Me encontraba en la sala principal sentada en una silla, no era muy alta pero mis pies de todas formas ni siquiera rozaban el frío suelo. Se balanceaban mis piernitas mientras intentaba pensar en que podría hacer porque ya había jugado con todos los juguetes que se encontraban en el palacio. Algo llamo mi atención, el jardinero se encontraba podando el arbusto favorito de mi abuela pero no era algo nuevo para mi, lo que si era nuevo para mi era que no se encontraba solo aquella vez. Me moví poco a poco hasta que mis pies terminaran tocando el suelo, me daba un poco de miedo bajar rápido. Me acerque a la puerta que daba al gran jardín y mis ojitos no se alejaron de ese acompañante, le pedí a uno de los empleados del local que me abriera la puerta ya que no llegaba, incluso aunque me pusiera de puntitas, me acerque lentamente con cierta timidez captando la atención de ambos.
-Princesa, ¿Ha salido a dar un paseo?-Me preguntó el señor de jardinería, no era muy mayor pero tampoco era joven. Los ojos de su acompañante me miraron con disimulo, eso sucedía seguido.
-¿Quien es el?-Pregunte sin rodeos.
-Mi hijo, Bruno. Hoy lo he traído para que pueda aprender lo que yo hago, algún día cuando yo no este el se encargará de este hermoso jardín.
-Su alteza es hora de la merienda, su madre me ha enviado por usted-Graham era el asistente de mi madre, aunque ella solía usarlo más que nada como mi niñero. Le seguí de camino a los interiores del palacio pero me regrese corriendo a donde antes me encontraba.
-Señor Salvat, ¿Puede acompañarme su hijo a merendar?
-Bueno por mi no hay problema, ¿Quieres ir Bruno?-El pequeño niño con unos ojos de sorpresa asintió lentamente con su cabeza, yo le sonreí y esa fue la primera sonrisa que le regale de muchas junto a los años que crecimos hasta que cumplí los dieciocho y me fui a la universidad. Cuando me gradúe, regrese a aquel palacio. Tenia veintidós años y era la hermana pequeña del rey, admirada por muchos y era una princesa, había sido criada como tal pero en el banquete de bienvenida me encontré a alguien diferente con la mirada fija en mi, era el.
Sus ojos se veían mas oscuros, estaba delineados con un rojizo color acompañado de unas ojeras que reflejaban cansancio. Cuando intercambiamos miradas, se dio media vuelta y mis pies fueron cómplices de una persecución que término fuera del salón.-¡Bruno!-Le llame y entonces el se detuvo.
-¿Qué hace aquí usted? Debería estar en el banquete.
-Te vi y no pude evitar seguirle.
-Váyase, Lucía. Su lugar no es aquí conmigo sino allá con sus invitados.-Su actitud me dolió un poco, no entendía porque actuaba así pero no iba a dejarlo ir, por eso cuando volvió a alejarse le seguí aunque tome un poco de distancia pero cuando salio del palacio me detuve, supuse que estaba huyendo de mi.
Pero no iba a dejar las cosas así.
Cuando término el banquete fui rápidamente a mi habitación para ponerme una ropa más discreta, más cómoda y menos rosa. Sabia exactamente donde encontrarle, supuse que vivía en el mismo lugar de siempre. Solía escabullirme de niña para verle, justo como hice pero cuando llegue me encontré con lugar totalmente desolado. Allí solían vivir los empleados, para ser más exactos Bruno y su padre. Cruce el camino que daba hacia al palacio pero no entré, me desvíe al jardín de mi abuela quien a mi parecer era demasiado.
Camine por los alrededores, observando cada detalle de aquel lugar. Los años que estuve lejos no fueron los necesarios como para que algo cambiará, todo seguía exactamente igual. No pude evitar acercarme a las hortensias, había una época del año en que se volvían algo azuladas y justamente esa era la época.
-Sigue admirando las mismas flores, al parecer-La voz de Bruno hizo que sonriera, me gire y me encontré con el quien tenia una pala en su mano.
-Y veo que usted sigue trabajando demasiado.
-Bueno, ¿Acaso no ve todo esto?-Indico mirando todo lo que le rodeaba, solté una carcajada y luego di un paso adelante.
-Su padre ha sido un gran mentor.
-Todos aprendemos algo de nuestros padres ¿No cree? Yo aprendí jardinería y espero que usted haya aprendido como ser una buena esposa.
-No se burlé de mi.
-No me estoy burlando, solo que pronto se casa y no creí que le ofendería.
-¿De que hablas?-Pregunte con muchas dudas.
-No se tiene que hacer la tonta conmigo.
-No me falte el respeto, yo no se de lo que me habla.
-¿Me esta diciendo que todo el palacio sabe que va a contraer matrimonio con el conde Erick menos usted?-Eso es lo que mi madre me había estado ocultado desde que llegue, sabia qué algo pasaba. Rápidamente me fui al palacio en busca de mi madre, iba a escucharme yo no podía permitir que decidiera por mi.
-¿Como pudiste, madre?-Fue lo que le dije en el momento que llegue al salón principal donde se encontraba con mi abuela.-¿Quien te ha dado el maldito derecho de decidir con quien me voy a casar?
-No hables así, Lucia. Soy tu madre y no voy a permitir que me trates de esa manera.
-Lucia, cariño intenta calmarte. Seguramente todo tiene una explicación.-Mi abuela era tan dulce pero en ese momento estaba demasiado enojada.
-No. Estoy cansada de esto, deje que decidieras por mi carrera, pero no voy a dejar que decidas con quien voy a pasar el resto de mi vida. No voy a permitírtelo.
-Disculpen, se me ha hecho algo tarde-Como si fuera poco, Erick estaba aquí.
-Comportate-Fue lo único que me dijo mi madre antes de que el se acercara. Se presentó y luego mi madre junto a mi abuelo extendieron su mano dejando que el les besara. Cuando su mirada fue a parar en mi como si estuviera esperando que yo hiciera lo mismo, aproveche para darme la vuelta e irme de allí. Sabia que lo dejaría con la boca abierta y eso se me hacia satisfactorio.