Epílogo ❁

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El fuego de la chimenea había vuelto a apagarse. Con un salvaje gruñido de impaciencia, Matteo movió los troncos con el atizador y colocó unos papeles de periódico sobre las brasas. Luego dio un paso atrás y se quedó mirando el fuego con las manos en los bolsillos del pantalón.

¿Cómo una vida tan llena, con tan poco tiempo libre, podía parecer tan vacía?

Tres semanas. Muy poco tiempo, pero le parecía una eternidad. Tres semanas sin hablar con Luna. Intentaba no mirar hacia su casa siquiera. Intentaba no pensar en ella, pero aparecía en su mente a cada momento. En sus sueños...

¿Qué estaba haciendo allí, solo, cuando el amor de su vida estaba a cincuenta metros de su casa?

Sí, era cierto. Luna Valente era el amor de su vida. Antes de pensarlo con detenimiento, Matteo se dirigió a la puerta. Haría lo que tuviera que hacer para que Luna dijera que sí. Fuese lo que fuese.

—¡Papá, papá!

Matteo se volvió de inmediato.

—No, Fede. Vuelve a la cama. Estás bien, los niños están bien, no pasa nada. Volveré en diez minutos.

—Pero es que tengo una sorpresa, papá. Una sorpresa que te hará muy feliz...

—Puede esperar —dijo él, cerrando la puerta.

—¿Dónde vas, papá? —gritó Fede.

—¡A buscar a Luna!

—¡Yupi! ¡Ve a buscarla, sí!

A pesar de su determinación, Matteo no pudo evitar una sonrisa. Por fin su hijo se había dado cuenta de la falta que les hacía a todos.

—¡Luna! —gritó, desde el porche.

Un segundo después, ella apareció con los labios pintados y un cepillo en la mano.

—Matteo, iba a...

Pero él no la dejó terminar la frase. La tomó entre sus brazos y la besó con toda su alma.

—Eres mía —le dijo—. Te quiero y tú me quieres a mí. No voy a rendirme por un sueño que no puedes tener. Vas a casarte conmigo, Luna Valente. Tú quieres a mis hijos y mis hijos te quieren a ti... tenemos que estar juntos, así que vas a casarte conmigo... No te lo estoy pidiendo, te lo estoy ordenando.

Sí, Matteo.

Él la miró, sorprendido.

—¿Eh?

—Sí, cariño. ¿Te importaría decirme cuándo tendrá lugar la boda? Porque tengo que avisar a mis padres y...

—¡Luna!

—Yo ya había tomado la decisión —sonrió ella—. Te quiero tanto... y te he echado tanto de menos. A ti y a los niños. A mis niños.

Matteo tragó saliva.

—Pensé que me lo pondrías más difícil.

—No —sonrió Luna—. No puedo ponértelo difícil.

—¿Se puede saber por qué has cambiado de opinión? —preguntó Matteo, sin dejar de besarla en el cuello, en los ojos, en la boca.

—Tienes un hijo mayor muy perspicaz, cielo. Me ha pedido en matrimonio, en tu nombre, hace diez minutos.

—¿Qué?

—Estaba preocupado por ti. Me dijo que estabas muy triste y que apenas comías, así que debería casarme contigo. Y me di cuenta de que tenía razón.

—¿Fede ha estado aquí? Ah, claro, por eso me ha dicho que tenía una sorpresa preparada... ¿Ibas a casa?

—Sí, señor Balsano. Y, por cierto, ha criado usted a un niño maravilloso.

—Aún le queda mucho por crecer, futura señora Balsano —se rió él.

—Luna Balsano Valente.

—¡Menudo nombre! Ven, vamos a casa a darles la noticia a mis hijos.

Pero cuando se dieron la vuelta, los tres niños estaban mirando la escena, en pijama.

—¡Lu, Lu, Lu!

Fio, Franco y Fede corrieron a abrazarla y Luna tuvo que hacer un esfuerzo para no ponerse a llorar como una loca.

—Vamos a comer galletas con chocolate, ¿De acuerdo?

—¡Sí, sí!

—Vayan a la cocina y siéntense a la mesa. Su padre y yo iremos enseguida.

—¡Vamos! —gritó Fede, el jefe de la pandilla.

Luna se volvió hacia Matteo.

—Quiero que sepas... Que quiero mucho a los niños, pero no voy a casarme contigo sólo por ellos. Lo sabes, ¿Verdad?

—Sí, lo sé —contestó él—. Sé que vas a casarte conmigo por mi cuerpo.

—¡Matteo Balsano! —exclamó Luna, fingiéndose indignada—. Pero lo malo es que tienes razón. Estoy deseando verte desnudo —le dijo al oído —. Y pienso ser una esposa muy exigente.

—¿Los niños están esperando unas galletas con chocolate y tú me dices eso? ¿Quieres matarme o qué?

—Te compensaré —le prometió ella—. En cuanto estemos solos...

—¡Papá!

—¡Lu, las galletas!

¡Las galletas, mamá!

Los gritos de los niños desde la cocina los obligaron a apartarse. Matteo apoyó la cabeza en su frente, sabiendo que así sería su vida a partir de entonces.

—A ver quién llega antes —la retó.

Corriendo hacia sus hijos, hacia las galletas con chocolate, hacia el amor, hacia su hogar.

Corazón De Madre ➳ Lutteo [Adaptada] EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora