Capítulo 2

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Cuando salí y respiré por primera vez estaba bastante segura de que mi cuerpo comenzaría a temblar y explotaría en un montón de pedazos o me asfixiaría. Mi sorpresa fue cuando nada de eso pasó, podía respirar con normalidad. Miré a Venus sorprendida, pude apreciar que a ella esta situación le resultaba divertida.

-¿Qué tal? – preguntó a lo que yo respondí con una suave risa.

El clima tampoco parecía muy distinto al que podría haber en la Tierra, ahora mismo, en la azotea de un edificio que parecía no tener fin, era cálido y un poco seco.

Cogimos un ascensor custodiado por lo que parecían soldados, ninguno nos miró cuando pasamos junto a ellos. Nos encontrábamos en una especie de complejo de edificios, todos ellos parecían estar conectados entre sí. No podía evitar que el corazón me latiese como si se me fuese a salir del pecho y me faltase el aire, la idea de estar en un planeta lejos de casa me mareaba. Cerré los ojos y traté de respirar y tranquilizarme. Uno de los soldados pareció darse cuenta y me sonrió cuando se cerraron las puertas. El ascensor disponía de más de cincuenta botones, una burrada. Nosotros nos dirigimos a la planta 11.

Nadie dijo nada en todo el viaje, ni si quiera cuando salimos del ascensor. Venus salió con paso firme y los soldados esperaron a que yo saliera antes de ir tras nosotras. La seguí por unos largos pasillos totalmente vacíos lo cual me inquietaba un poco, no tardamos mucho en llegar a una puerta al final de uno de los pasillos.

-¡Ya estáis aquí!- exclamó un señor con bata blanca. No tenía mucho pelo pero el que tenía era completamente blanco, tenía un bigote del mismo color y unos ojos azules se ocultaban tras sus gafas. Me pregunté si sería humano.- Bien, bien.- se giró como si buscase algo que no encontró y luego se volvió a nosotras de nuevo.- ¿Qué tal el viaje? ¿Alguna complicación además de la evidente?- tardé unos segundos en darme cuenta de que la complicación era yo. Auch.

- Nada destacable- respondió Venus. Hizo una pequeña pausa antes de añadir: además de lo evidente.- Ambos sonrieron y la mirada del doctor se posó sobre mí.

- Bienvenida a Centauri...

- Layla.- sonrió.

- Bienvenida a Centauri, Layla.- levantó la mano como si quisiese tocarme pero en seguida la bajó- Supongo que estarás cansada y algo confundida, ¿verdad?- asentí.- no tardaré mucho, soy el Doctor Albert Mayers, por cierto.- quise preguntarle pero algo me dijo que no era buen momento.- voy a hacerte un par de pruebas para comprobar que el viaje no te ha afectado en exceso...¿está bien?, no será distinto a lo que hacen en la Tierra. – con un gesto de cabeza di mi consentimiento, su mano señaló una camilla y yo me senté. Ahora es cuando vienen los tubos y las cápsulas raras.

Me incomodaba un poco el hecho de que Venus y los soldados siguiesen ahí pero supuse que no estaba en posición de decir que se fueran. El Doctor Mayers tomó lo que pareció un tensiómetro y me lo puso en el brazo. Mientras esperaba a que los números se quedasen quietos me comentaba que había pedido a todos los demás doctores que le dejasen la planta sola para no asustarme. Así que por eso no había nadie... Tras sacarme una muestra de sangre me dijo que ya estaba todo listo por hoy.

- Nos vemos pronto, Layla, ha sido un placer conocerte.- parecía simpático, quizá demasiado.

Los soldados iniciaron el camino de vuelta y Venus esperó a que yo me incorporase a ellos.

- Como ves, no eres la única de tu especie por aquí.- y así confirmó lo que yo ya sospechaba.- hay más, todos bien integrados entre nosotros, algunos trabajan aquí. ¿Ves? No tienes de qué preocuparte, estarás bien.-y entonces algo hizo click en mi mente. ¿Pretendía que me quedase aquí? ¿Para siempre? ¿Y mi madre? ¿Y mi familia? ¿Y mis amigos? Oh, Dios...estarán asustados y preocupadísimos y yo no tenía manera de hacerles saber que estaba bien...

𝐒𝐢 𝐩𝐮𝐝𝐢𝐞𝐫𝐚 𝐪𝐮𝐞𝐝𝐚𝐫𝐦𝐞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora