El techo de escayola blanca fue lo primero que vi al abrir los ojos. Me desperecé, estirando los brazos por encima de la cabeza e irguiéndome hasta quedar sentada en la cama de sábanas blancas; Tardé cinco segundos en darme cuenta de que aquella no era mi habitación, tres en los que sentí que el corazón se me paraba y dos en los que casi se me sale por el agujero de la nariz. ¿Dónde estaba? Las paredes de la sala eran completamente blancas, al igual que todo lo que había allí, no se parecía en nada al habitual celeste que bañaba las paredes de mi habitación. La puerta se encontraba justo en frente de la cama, estaba cerrada y tenía una especie de ventana en el centro que ahora mismo se encontraba cubierta pero estaba segura de que se podría ver desde fuera. Me levanté, ignorando la desesperación y el miedo que comenzaban a hacerse con el control de mi cuerpo. Acerqué mi mano al pomo rezándole a todos los dioses que éste girase y, así fue.
El pasillo se abría en ambas direcciones, era largo, hecho de paneles de color gris claro, a cada lado de la pared había puertas.
-¿Mamá?- llamé, pero nadie me respondió. Di unos pasos antes de volver a intentarlo.- ¿Mamá?- esta vez, el repiqueteo de unos tacones respondió a mi llamada.
-¡Ya estás despierta!- Una mujer se dirigía hacia mí desde el final del pasillo, pero esa, desde luego, no era mi madre. Tenía el pelo castaño recogido en un moño apretado y vestía un elegante mono blanco.
Mi cerebro me alertó de que había algo extraño en ella pero no fue hasta que se acercó más que lo vi: sus ojos. No tenía uno de los colores clásicos que tiene todo el mundo, eran rojos. Mi corazón comenzó a martillear con fuerza, algo dentro de mí me gritaba que huyera pero mis pies no respondían y de seguro, mi expresión era todo un poema; pero, si lo notó no lo mostró, seguía con una sonrisa exageradamente ancha en la cara.- venía a buscarte. Sé que tendrás muchas preguntas pero primero vamos a cambiarte y darte algo de comer, ¿te parece?
Comer. Como si tuviese hambre. Ja.
Bajé la vista para observar mi ropa; llevaba una camiseta blanca, unos pantalones de pijama gris e iba descalza. No tuve opción a decir que si o que no porque cuando alcé la cabeza de nuevo la señora de la sonrisa infinita ya se había puesto en marcha.
La seguí, todos los pasillos tenían la misma forma, algunos con puertas, otros sin ellas y todos ellos se comunicaban a través de unas grandes puertas metálicas en forma de arco que se abrían y cerraban a tu paso, como en Star Wars más o menos.
Mi pijama fue sustituido por un mono de color gris y unas botas negras, no era mi mejor look desde luego pero supongo que estaba bien.
- Ahora, vamos.- me dijo.
La acompañé por los pasillos hasta otra de esas puertas grises que hacían de conexión, la diferencia es que, esta vez, ella tuvo que poner un código para que se abriera. Las puertas comenzaron a separarse descubriendo una enorme sala llena de personas trabajando en monitores. Mis ojos se cruzaron con los de un hombre de gafitas y pelo canoso que se encontraba de pie, parecía tan sorprendido como yo de verle pero no duró mucho porque lo que tenía detrás me llamaba mucho más: el espacio. A través de un enorme cristal podía ver el puñetero espacio. Tuve que hacer un gran esfuerzo por retener la arcada que comenzaba a subir por mi esófago.
-Pero, ¿quién coño sois?, ¿la NASA?- pregunté girándome a la señora del moño apretado. Ella rió.
- No exactamente.
Me dirigí a una de las ventanas laterales debajo de las cuales había un gran sillón que ocupaba toda la pared. Me arrodillé en él y apoyé las manos sobre el cristal. Tuve que parpadear varias veces para comprobar que no estaba soñando. De pronto una oleada de miedo cruzó por mi estómago. Estás en el espacio. Ahora sí que iba a vomitar.
Me volví hacia la señora y esta vez no dejó pasar mi expresión de terror.
- Será mejor que hablemos.- ella tomó asiento frente a mí. Yo me quedé en silencio y esperé.- Me llamo Venus, soy la vicepresidenta del Departamento de Investigación de Vida Extracentauriana (DIVE).
- ¿Extracentauriana?- pregunté, sonaba extraño.
- Nuestro planeta se llama Centauri, creo que te sonará.
- Buscas vida fuera de tu planeta.- asintió.
- Al igual que vosotros. –respondió como intentando decirme que no haga un drama sobre ello.- Llevamos siglos observándoos, nuestro planeta,y nosotros en general, hemos avanzado más aunque, viendo como van las cosas, no sé si lograréis hacerlo vosotros, aquí nos inclinamos más por la idea de que vuestro planeta no será habitable en un tiempo.
- ¿Por qué estoy aquí?
- Estábamos de paso cuando...quisimos ayudar, pensamos que sería buena idea traerte.
- ¿Ayudar?
- ¿No recuerdas nada de aquella noche?- negué con la cabeza.
- ¿Me habéis lavado el cerebro? ¿Hecho una lobotomía? Me...- me interrumpió antes de que pudiese seguir hablando.
- No, nada de eso. Lo único que sí reconozco que hemos hecho ha sido implantarte un dispositivo que te permita comunicarte con nosotros. Supongo que no te sorprenderá saber que aquí no hablamos ninguno de los idiomas que tú conoces.- me llevé automáticamente la mano a la cabeza. Me han metido algo en el cerebro. No notaba nada.
- ¿Solo eso?
- Solo eso.
- ¿Ahora vais a hacer experimentos raros conmigo?- ella rió.
- Los humanos y sus concepciones de los extraterrestres... ¿sabes? Solo pensáis que eso es lo que harían con vosotros porque es lo que vosotros haríais con alguien que no fuera de vuestro planeta, pero eso no significa que nosotros seamos así, como he dicho, estamos más avanzados.
Las puertas se abrieron, una chica con una bandeja de metal cruzó la puerta y se dirigió hacia nosotras. Dejó la bandeja en la mesa que había entre Venus y yo y se fue sin decir ni mú. Mire a Venus y esta me sonrió antes de destapar la bandeja. Había un montón de comida: fruta, croissants, huevos revueltos y café.
- Las condiciones de vida no son tan distintas al fin y al cabo.- respondió antes de que yo pudiese incluso formular la pregunta. Cogí un croissant y me lo llevé a la boca, no me había dado cuenta del hambre que tenía hasta que mi estómago rugió al ver toda esa comida.
- ¿Todos tienen los ojos de ese color?- pregunté con la boca llena.
- No todos, los colores aquí varían entre los tonos de rojo, el amarillo, el naranja, el marrón y el morado, etc.
- En mi planeta también está el marrón.
- Bueno y el rojo,el amarillo y el violeta pero creo recordar que los quemaron a todos en la Edad Media.- me encogí de hombros. Podía ser.
Ninguna de las personas de los monitores se había girado si quiera a vernos hasta el momento, no fue hasta cuando pude ver cómo nos aproximábamos a un planeta cuando alguien anunció que íbamos a comenzar a descender.

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𝐒𝐢 𝐩𝐮𝐝𝐢𝐞𝐫𝐚 𝐪𝐮𝐞𝐝𝐚𝐫𝐦𝐞
Science FictionLayla despierta en una nave rumbo a un planeta a 4'2 años luz del suyo acompañada por unos seres idénticos a los humanos que dicen ser inofensivos. Ella no recuerda nada de la noche en la que la capturaron y tampoco se traga que sean tan inofensivos...