Lo primero que sentí fue el peso de doce elefantes sobre mi cabeza pero esta vez algo más le acompañaba. Ese sueño había despertado sentimientos en mí que la bruma por todo lo que estaba viviendo me había hecho olvidar, y ahora, había vuelto veinte veces más fuerte, instalándose en mi pecho y desollando todo lo que encontraba a su paso. Todo se volvió borroso, las lágrimas habían hecho acto de presencia nublando mi vista y bastó solo un parpadeo para liberarlas y que empezaran a correr como ríos desbordados.
- Cariño.- Venus acababa de aparecer por la puerta.- ¿te encuentras bien?- asentí, limpiándome las lágrimas con el dorso de las manos.
- Sí.- balbuceé.- solo ha sido una pesadilla, no pasa nada.- mentí. Tomo asiento a mi lado y comenzó a acariciarme el pelo.
- Nos has dado un susto de muerte.- dijo con voz suave y melosa.- pero por suerte ha sido solo eso, un susto.
- ¿Qué ha pasado?-pregunté más calmada.
- Te desmayaste.- comentó.- por el estrés. No puedo ni imaginarme lo que debe ser esto para ti.- continuó sin dejar de acariciar mi pelo.- menos mal que no estabas sola, evitó que te golpearas la cabeza contra el suelo, eso sí que hubiese sido una catástrofe.
La imagen de Deimos en el marco de la puerta vino a mi cabeza pero pronto se distorsionó y fue sustituido por la imagen de mi sueño de él tumbado en la cama, lo siguiente en lo que pensé fue en Simon y ahí, me obligué a cerrar los ojos con fuerza, intentando disipar esos pensamientos.
- Me duele un poco la cabeza.- le comenté.
- Vale, llamaré al doctor Albert.- dijo levantándose de mi lado.- vuelvo en seguida.
Me recosté y cerré los ojos, no sé cuanto tiempo pasó hasta que oí de nuevo unos pasos. Abrí los ojos y la imagen de Deimos se alzó ante mí. Parpadeé. ¿Me había quedado dormida de nuevo? Pero no, ahí estaba, a los pies de la cama, vestido completamente de negro y con unas ojeras pronunciándose bajo sus ojos.
-¿Cómo te encuentras?
- Bien.- mentí. No dijo nada, simplemente pareció asimilarlo.- me han dicho que me has salvado de una buena.- comenté, él sonrió.
- No sería la primera vez.
-Gracias.- le dije.
-Me has asustado.- comentó, y esa era la última respuesta que esperaba.
-Seguro que estabas deseando deshacerte de mí.- respondí, siendo sincera, no sabía cómo responder a eso ¿con un gracias?
- No creas, todo se ha vuelto más interesante desde que estás por aquí.- sonreí.
- Bueno pues pienso seguir dando la lata por mucho más tiempo.
- Eso espero.- sonrió.
Pasaron los días, las semanas y yo continué adaptándome. Había comenzado a dar clases ''en grupo'' junto con los demás humanos que tan solo eran el hombre, Robert y el niño. Después de clases, y cuando se me permitía, el doctor Mayers me enseñaba sus proyectos más recientes y, por la tarde, pasaba tiempo con Oliver jugando y contándole historias sobre la Tierra.
Una mañana, durante las clases y aprovechando que Oliver no iba a estar con nosotros ese día hice una de las preguntas que más rondaban mi mente:
-¿Por qué no podemos salir?- le pregunté al profesor Astrea o Merc, como prefería que le llamase.
- ¿No prestas atención a lo que te digo? Los Centurianos no saben que los humanos estáis aquí, si se enterasen podría desatar el caos, y no queremos eso, no otra vez.

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𝐒𝐢 𝐩𝐮𝐝𝐢𝐞𝐫𝐚 𝐪𝐮𝐞𝐝𝐚𝐫𝐦𝐞
Fiksi IlmiahLayla despierta en una nave rumbo a un planeta a 4'2 años luz del suyo acompañada por unos seres idénticos a los humanos que dicen ser inofensivos. Ella no recuerda nada de la noche en la que la capturaron y tampoco se traga que sean tan inofensivos...