Capítulo 22: De vuelta a casa.

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Todo estaba listo para mi regreso. Venus me lo había confirmado esa misma mañana, al día siguiente, tras el crepúsculo, me subiría en una nave y dejaría todo esto atrás, volvería a casa, con mi familia, con mis amigos...¿habría cambiado algo? ¿volvería a ser todo como antes de que me marchase? Pero lo que más me inquietaba era la idea de que no volvería a este planeta, no volvería a ver a Venus, Albert u Oliver pero sobre todo, no volvería a ver a Deimos. El pecho se me encogía tan solo de pensarlo. No le había vuelto a ver desde nuestra última conversación y mis esperanzas por volver a verle disminuían conforme las horas pasaban; me preocupaba no volver a hacerlo, no quería que la última vez que nos viésemos fuese así porque sabía que era algo que nunca podría quitarme de la cabeza. 

Cuando el sol comenzó a ponerse, decidí subir a la azotea para ver el atardecer por última vez, penúltima si no contamos el de mañana antes de irme. Seguía sin poder creérmelo, era lo único en lo que era capaz de pensar durante el día: iba a volver a casa. El sonido del ascensor accionarse me sacó de mis pensamientos.  Por una milésima de segundo me asusté, creí que sería Robert el que apareciese por esa puerta, no tardé mucho en recordar que estaba muerto. En su lugar, alguien mucho más agradable a la vista apareció, más agradable y más vivo y que hacía que mi corazón se acelerase. 

-Hola.- saludé cuando fui capaz de recordar cómo hablar. 

-Hola.- respondió acercándose a mi lado.

- No te he visto en todo el día.

- Lo sé, he estado un poco ocupado-carraspeó.- fui a ver a Leda y a ponerla al día de todo lo que ha estado pasando...

-¿Leda si es de fiar?- después de descubrir lo de Tebe y su hermana, tenía mis dudas.

- Es de fiar.- sonrió. Hizo una pausa antes de continuar.-Entonces, ¿ya está decidido?- era evidente que no quería postergar esto más de lo necesario.- ¿te marchas?

- Puedes venir a verme cuando quieras y...

- No es tan fácil.- me interrumpió. Esbozó una sonrisa, una sonrisa que no alcanzó sus ojos los cuales luchaban por no derramar ninguna de las lágrimas que amenazaban con desbordarse. No supe que decir, no podía decirle que me quedaría porque no era verdad, no fue una decisión fácil de tomar pero volver a casa era lo correcto. Tampoco podía decirle que todo estaría bien porque era evidente que no lo estaría, lo más probable era que esto se quedara en anécdota, yo volvería a casa, haría mi vida, moriría y jamás volvería a verle. Pensar en esto último hizo que mi garganta comenzase a cerrarse y mis ojos se llenasen de lágrimas. 

- Tengo que volver.- susurré a modo de disculpa.

- Lo sé.- se metió la mano en el bolsillo del pantalón y rebuscó algo.- Toma.- extendió su puño cerrado, yo extendí mi mano abierta, sobre la palma colocó una cadena de oro con un colgante circular con una pequeña piedra negra en el centro.

No podía mirarle porque si lo hacía entonces no habría nada que detuviese las lágrimas; en su lugar, me giré y me recogí el pelo para que me lo pusiera.

- Para que siempre que lo veas recuerdes que, en algún lugar del universo, estoy yo, sin poder sacarte de mi cabeza, y deseando que las cosas hubiesen sido distintas.

Esas palabras acabaron con la poca entereza que me quedaba, no pude retener las lágrimas por más tiempo, no quería echarme a llorar pero lo acabaría haciendo así que reaccioné, me giré y le besé, le besé como nunca antes le había besado, con la intensidad propia de alguien que sabe que no tiene mucho tiempo y que no quiere que esto se acabe.

-Quiero pasar el resto de horas que me quedan contigo.- susurré al separarnos.

Me tomó de la mano y pusimos dirección rumbo a mi apartamento. 

No tardé en sentir la rigidez del ladrillo contra mi espalda. Deimos apenas pudo esperar hasta cerrar la puerta cuando ya se había abalanzado sobre mis labios, sumiéndonos en un beso profundo y demandante. Coloqué mis brazos alrededor de su cuello y el bajo una de sus manos por mi muslo antes de alzarme y colocar mis piernas entorno a su cintura. Continuamos besándonos como si quisiésemos fundirnos solo en uno todo lo físicamente posible. 

Me aparté para tomar aire y deshice nuestra unión. Le tomé la mano y le conduje hasta la habitación todo lo despacio que pude, para hacerme de rogar. Una vez en la habitación le empujé contra la cama, cayendo él de espaldas, y me coloque a horcajadas sobre él. Ahora me tocaba a mí. Le quité la camiseta y comencé a besarle. Primero los labios, después el cuello y poco a poco fui bajando hasta llegar a una zona que le hizo estremecerse. No pude evitar sonreír. La sensación de control me duró poco, cuando quise darme cuenta yo estaba debajo de él. Me besó con intensidad y comenzó a bajar por mi cuello.  La ropa comenzó a estorbar así que no tardó en deshacerse de ella antes de continuar saboreando cada parte de mi cuerpo. 

En otras circunstancias, esta situación no se habría dado pero...le quería, le necesitaba y esta podría ser la primera y última vez que estuviésemos juntos a este nivel, ¿por qué no darlo todo? ¿Por qué no dejarnos llevar? Necesitaba estar cerca de él.

Necesito estar cerca de él. Necesito más.

Ese fue el último pensamiento que tuve antes de unirnos completamente y que una ráfaga de placer me recorriese de pies a cabeza.  

Horas después, con el corazón aún acelerado y sin poder pegar ojo, le observé dormir. Intenté memorizar cada ángulo de su cara, cada poro de su piel y traté de contener las ganas de despertarle y revivir esa noche una y otra vez porque si lo hacía ya no podría irme de allí y necesitaba ver a mi familia. Me limpié las lágrimas y traté de ignorar el creciente dolor en mi pecho mientras continuaba observando el rostro de aquella persona que me había hecho sentir tanto en tan poco tiempo. 


Al día siguiente Deimos no se quedaría para verme subir a la nave, no era capaz, él mismo me lo había dicho esa mañana antes de marcharse. Se me hacía difícil asumir que esa había sido la última vez que le vería, sumida en mis pensamientos, me tomó por sorpresa sentir dos pares de brazos estrecharme con fuerza, tanto que casi comienzo a gritar. 

- Cuídate mucho, ¿vale?- Hellas acababa de separarse de mí, nunca habíamos tenido mucha relación así que su abrazo me pilló con la guardia baja. 

- Has sido una amiga fantástica este tiempo que has pasado con nosotras y quiero que sepas que guardas un lugar muy especial en mí, no vamos a olvidarte y espero que tú tampoco lo hagas.- Venus fue después, apenas podía contener las lágrimas, ¿Quién iba a decirme cuando puse un pie aquí que aquella mujer terrorífica y regia terminaría siendo aquella con el corazón más blando? 

- Por supuesto que no, muchísimas gracias por todo lo que has hecho por mí, de verdad, tú también has sido una gran amiga.- apretó mis manos por última vez y me soltó.- Además hay un planeta en mi sistema solar con tu nombre, no podría olvidarte ni aunque quisiese.- bromeé. Logré sacarle una sonrisa. 

- ¿Estás lista?- West se asomó desde el interior de la nave interrumpiendo nuestra despedida. Albert y él habían acordado acompañarme de vuelta a casa y asegurarse de primera mano de que todo estuviese bien. Además, sería la primera vez que Albert pisase la Tierra desde que se marchó años atrás y me entusiasmaba la idea de que esa primera vez fuese conmigo, no podía evitar sentirme emocionada al respecto.

-Sí.

- Pues vámonos.

Observé los edificios y la puesta de sol por una última vez, saludé con la mano a Venus y Hellas y, mentalmente, le mandé un mensaje de despedida a Deimos aunque sabía que nunca lo oiría. Había pasado por muchísimas cosas en este lugar, buenas y malas, y eso era algo que desde luego no olvidaría. 

Cuando me sentí  medianamente preparada, di la vuelta y puse un pie en la nave, un torbellino de emociones me recorrió y, ahora sí, comenzaba a sentirse todo más real, porque era real, volvía a casa. 





                                                                                                                FIN

𝐒𝐢 𝐩𝐮𝐝𝐢𝐞𝐫𝐚 𝐪𝐮𝐞𝐝𝐚𝐫𝐦𝐞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora