Capítulo 11

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A principios de semana le había mostrado a Deimos mi interés por volver a la ciudad a pesar de los incidentes de la última vez, su respuesta fue un rotundo no. Aún no habían averiguado quién fue el que dio el chivatazo y nada le aseguraba que no hubiese más personas que le conociesen además, no confiaba en que me hubiese recuperado de la última vez aunque le había asegurado que ya no tenía pesadillas. Ver morir a gente, aunque fuesen desconocidos, siempre es chocante y atroz, una muerte es horrible sea de quien sea y pensar que podríamos haber sido nosotros en lugar de ellos me daba escalofríos pero no se puede vivir con miedo, les estaríamos dejando ganar, al fin y al cabo obtienen el poder que nosotros le otorgamos por ello, volver a la ciudad aunque fuese tomando precauciones me parecía una buena opción. Creo que él también acabó viéndolo porque, a final de semana, se acercó a mí después del desayuno y aceptó vernos la noche de la cita de las doctoras.

La cita tendría lugar en la azotea el viernes por la noche, Venus y yo estuvimos varios días discutiendo qué sería lo que podría gustarle más y, dado que la película terrestre favorita de su novia era una antigua ambientada en Italia decidimos hacer la cena con esa temática. Decoramos la azotea con un toldo blanco, guirnaldas de lucecitas y una mesa bastante coqueta en el centro, al más típico cliché romántico. La cocinera y yo nos dedicamos a elegir el menú, le enseñé un par de salsas que desconocía y que le encantaron y me aseguró que las añadiría en el menú semanal a partir de ahora.

Con todo listo, el viernes por la noche ayudé a Venus a elegir su ropa y le dije que me iría a dormir pronto pero que iría a verla al día siguiente. Mentí, obvio.

Llegué al apartamento, me enfundé un pantalón corto de chándal y una camiseta de mangas cortas con capucha a juego, me puse las lentillas y esperé a que el reloj marcase la media noche. Puntualmente, un martilleo en la puerta sonó.

-¿Lista?

- Sí.- Deimos también llevaba ropa de deporte negra, al igual que yo. El procedimiento fue el mismo al de la última vez. Bueno, casi el mismo. Bajamos al garaje, tomamos su coche y esta vez, me senté en el asiento del pasajero.


Condujimos durante una media hora para llegar a la ciudad pero no paramos ahí, continuó conduciendo. Debió de notar mi mirada clavada sobre su sien porque en seguida añadió:

- No podemos ir a lugares públicos esta vez, no voy a arriesgarme a que nos vean.- respondió sin apartar la vista de la carretera.

No dije nada y me limité a observar el paisaje por el que íbamos cruzando, apenas tardamos quince minutos en cruzar toda la ciudad, era muy pequeña. Llegamos a un complejo de edificios, todos del mismo color como todo en aquella ciudad, que estaba casi saliendo de Parfivj, de hecho, podía ver el cartel de salida al otro lado de la calle.

-Ponte la capucha y no levantes la vista del suelo.- me dijo mientras se colocaba la suya. Salí del coche con la capucha colocada y mirando al suelo, como no sabía qué dirección tomar esperé, oí el sonido del coche cerrarse y poco después Deimos estaba junto a mí, me tomó de la mano y comenzó a caminar. Alcé la cabeza al sentir que nos parábamos frente a la puerta de entrada de uno de los edificios.- Todavía no.- susurró indicándome que agachase la cabeza de nuevo.

Oí un pitido y la puerta se abrió, todo estaba en silencio salvo por la reverberación de nuestros pasos al caminar, paramos frente una puerta metálica y oí a Deimos quitarse su capucha por lo que yo hice lo mismo. La puerta metálica era la de un ascensor, entramos, Deimos pulsó el botón con el número 5 y a continuación marcó un código en un teclado complementario.

-Tebe tiene el día libre.- me explicó.- vamos a su casa, estaremos seguros aquí.

Las puertas se abrieron, me sorprendió ver que no daban al típico pasillo infinito y con cientos de puertas si no que daban a un recibidor de una casa. Reconocí al barman en seguida, se encontraba junto a las puertas, esperándonos, esbozó una gran sonrisa al vernos, la verdad es que se veía algo raro sin su uniforme.

𝐒𝐢 𝐩𝐮𝐝𝐢𝐞𝐫𝐚 𝐪𝐮𝐞𝐝𝐚𝐫𝐦𝐞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora