Capítulo 18

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Desperté al sentir un terrible dolor en el cuello que se extendía hasta la parte trasera de mi cabeza, empeoró conforme iba recuperando la conciencia y abrir los ojos fue toda una odisea. Enfoqué la vista lo mejor que pude y me sobresalté al verme sobre una cama que no reconocí, intenté incorporarme pero algo retenía uno de mis brazos, tiré hasta que me di cuenta de que no iba a ser posible, mi mano derecha se encontraba esposada al cabecero de la cama.

¿Qué mierda era esto? Oteé la habitación, bueno, ''habitación'' porque lo único que tenía de habitación era la cama y un par de mesillas de noche; la amplitud y las paredes de piedra daban la sensación de estar en una cueva, no había puerta, ni verja, ni nada por el estilo, el lugar era completamente abierto pero solo podía ver con claridad los laterales, el espacio frente a mí se encontraba completamente a oscuras.

Cuando sentí que el oxígeno comenzaba a faltarme traté de calmarme, tenía que pensar con claridad y no dejarme llevar por el pánico, eso no ayudaría. Me acurruqué contra el cabecero todo lo que pude y comencé a analizar la cerradura de la esposa, no debía ser muy difícil y seguro encontraba algo con lo que abrirla pero el sonido de unos pasos me alertó y volví a mi posición inicial con la vista clavada en la penumbra.

Reconocí a la chica enseguida, su pelo verde era inconfundible, aunque hoy parecía distinta, llevaba el pelo recogido en una coleta alta, había sustituido su vestidito de fiesta por un traje de chaqueta negro y su mirada había pasado de ser la de una chica atolondrada a alguien capaz de arrancarte la cabeza de un golpe.

-Hola, Layla.- sentí un escalofrío, no por la frialdad de su voz si no por haber usado mi nombre real, estaba segura de haberle dicho que me llamaba Leda en todo momento. – veo que ya te has despertado.

-¿Cómo sabes mi nombre?- sonrió pero su sonrisa no alcanzó sus ojos. Avanzó unos pasos y se sentó en la orilla de la cama.

-Yo lo sé todo, Layla. Se de tu existencia desde el primer minuto en el que pusiste un pie en este planeta, bueno, he de confesar que eso no es del todo cierto, sospechaba que los del DIVE tramaban algo pero no lo confirmé hasta que mi hermano te vio en aquel bar con ese imbécil que tiene por amigo.- quedó en silencio unos segundos observando el suelo antes de negar con la cabeza y murmurar: pobre chiquillo.

- ¿Tu hermano?- pregunté, sus ojos grises se cruzaron con los míos y ahí estaba esa sonrisa de nuevo.

- Dime que no eres tan estúpida...- la única persona que se me vino a la cabeza fue...

- ¿Tebe?- no pude esconder mi sorpresa.

- Bingo.- respondió antes de levantarse de la cama y comenzar a dar vueltas por la sala.

- ¿Sabe que no soy...?

- Lo único que sabe es que eres algo rara, el se ha tragado todo lo que le habéis dicho pero yo no.

- Pero, no entiendo, él y Deimos son amigos...

- Lo son, mi hermano no es más que un peón en este juego, no cree estar haciendo nada malo, de hecho, no sabe de qué va todo esto, está claro que yo me llevé la inteligencia de la familia.- vale, había muchísimo que no entendía y la cabeza me iba a explotar intentando sacar conjeturas y eso lo notó.- será mejor que empecemos por el principio.- se acercó a mí, sacó de su bolsillo una llave y soltó las esposas. – ven conmigo.

Me levanté despacio, tenía las piernas un poco entumecidas y veía las estrellas cada vez que daba un paso pero no tardé en acostumbrarme. La seguí atravesando la oscuridad hasta llegar a una pequeña escalera de piedra correctamente iluminada. Apenas subimos veinte escalones, las escaleras dieron lugar a un gran salón que me hizo recordar a los castillos medievales pero eso no fue lo más sorprendente, lo sorprendente fue ver quien estaba sentado al otro extremo de la mesa principal.

𝐒𝐢 𝐩𝐮𝐝𝐢𝐞𝐫𝐚 𝐪𝐮𝐞𝐝𝐚𝐫𝐦𝐞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora