Prefacio

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-Entonces, ¿ya está decidido?- preguntó.- ¿te marchas?

- Puedes venir a verme cuando quieras y...

- No es tan fácil.- sonrió, pero sus ojos luchaban por contener las lágrimas. No supe que decir y me limité a mirar el horizonte desde la azotea.

- Tengo que volver.- susurro a modo de disculpa.

- Lo sé.- se metió la mano en el bolsillo del pantalón y rebuscó algo.- Toma.- extendió su puño cerrado, yo extendí mi mano abierta, sobre la palma colocó una cadena de oro con un colgante circular y una pequeña piedra negra en el centro.

No podía mirarle porque si lo hacía entonces no habría nada que detuviese mis lágrimas; en su lugar, me giré y me recogí el pelo para que me lo pusiera.- para que siempre que lo veas recuerdes que, en algún lugar del universo, estoy yo, sin poder sacarte de mi cabeza.

𝐒𝐢 𝐩𝐮𝐝𝐢𝐞𝐫𝐚 𝐪𝐮𝐞𝐝𝐚𝐫𝐦𝐞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora