Capítulo 12

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- Mira.- Oliver me tendió la hoja de papel llena de garabatos de colores, la cogí e intenté distinguir algo, había un par de monigotes rodeados de manchurrones de colores.

- Qué bonito, ¿soy yo?- pregunté señalando al monigote de pelo largo.

- Sí, y este de aquí soy yo.

- Es precioso, ¿Por qué no le pones tu nombre y me lo llevo?

- Vale.- accedió quitándome la hoja de las manos. Le observé rebuscar entre las ceras de colores hasta sacar el morado y fue todo lo que logré estar con los pies en el suelo. Apenas había conseguido dormir, no dejaba de darle vueltas a la conversación que había tenido con Robert, si asumimos que Robert decía la verdad, ¿quién puñetas era Deimos? ¿y qué importancia tenía yo en ese supuesto plan? ¿la tengo?


Sabía que comerme la cabeza no era lo más adecuado pero no podía evitarlo, no podía evitar sentirme traicionada, ni pensar que Deimos me había estado engañando, ¿pasar tiempo conmigo? ¿besarme? Todo era una estrategia y mentiría si dijese que me era indiferente, me dolía la cabeza como si alguien me estuviese clavando un tenedor en el cerebro constantemente y sentía nauseas, había tenido que hacer malabares aquella mañana para no vomitar y no estaba segura de si llegaría al final del día sin hacerlo. Intenté buscarle una explicación lógica: había confiado en alguien que me había estado mintiendo, y era completamente normal sentirme así, se me pasaría pronto. En el fondo sabía que lo más inteligente sería ir directamente a preguntarle a Deimos y salir de dudas pero solo de pensarlo mi estómago se retorcía aún más así que descarté la idea.

- Ya está.- Oliver me tendió el dibujo, orgulloso.

- ¡Qué bien!- exclamé.- ¿quieres ayudarme a elegir un sitio donde colocarlo?

- Sí.

- Bien, pues vamos.

Al menos estar con Oliver me distraía.

Llevé al niño a mi apartamento pidiendo mentalmente no encontrarme con nadie. Hasta ahora había tenido suerte, demasiada para ser verdad y yo no podía tener tanta.

Había conseguido llegar hasta la puerta pero cuando comencé a abrirla alguien exclamó mi nombre. Se me paró el corazón unos segundos pero volvió a latir con fuerza cuando descubrí que era Venus y no el supuesto soldado al que había besado la pasada noche.

- Layla, chica, ¿dónde te has metido? Llevo todo el día buscándote.

- He estado por ahí.- dije encogiendo un hombro.

- Quería hablar contigo.- miró a Oliver y le sonrió.

- Voy a ayudar a Layla a colocar mi dibujo.- anunció el niño alzando el folio por una de las esquinas.

- ¡Qué bien!- exclamó ella, creo que nadie sabe muy bien que responderle a los niños, al final todos decimos lo mismo.- ¿por qué no lo colocáis y nos vamos a ver a Umbriel? Ha estado preguntado por ti.

- Vale.

Colocamos el dibujo en la nevera de la cocina, todo un clásico, después Umbriel apareció y se llevó a Oliver.

- Hoy no te he visto en el desayuno.- señalé cuando nos quedamos a solas.

- No, hemos desayunado en el piso.

- ¿Asumo que todo ha ido bien?

- Más que bien.- respondió dejándose caer sobre uno de los almohadones del sofá. Arrugué la nariz.

- No necesitaba saber eso.

- Oh, no, no- añadió rápidamente.- me refiero a que...vamos a casarnos.

- ¿Que qué?

- ¿Es muy precipitado? Aún no se lo hemos dicho a nadie, eres la primera persona en saberlo, lo decidimos anoche, fue muy repentino todo pero...- suspiró.- no lo sé.- soltó una pequeña risita, parecía una adolescente.

- Me alegro mucho por vosotras, en serio.

- Gracias.- hizo una pausa exageradamente larga antes de volver a hablar.- ¿qué tal tú con...?

- Nada.- la corté, no quería oír su nombre, el mero hecho de referirse a él hacía que algo extraño y desagradable se me removiera por dentro.- dejemos el tema.

- Como quieras.- contestó incorporándose.- pero no engañas a nadie.- se recogió el pelo que se le había soltado al tumbarse, retorciéndolo hasta crear un moño sobre su coronilla.- tengo que volver al trabajo. Por cierto, Albert ha estado preguntando por ti.

De camino al laboratorio pensé en lo extraño y a la vez agradable que había sido charlar con Venus como si fuésemos amigas de toda la vida, sobre todo cuando no lo éramos. Extrañaba tener amigas, extrañaba a Megan y a Paula, salir los fines de semana con ellas, charlar de todo, reírnos... Ojalá pudiese volver pronto a casa, solo necesitaba recuperar la memoria, ¿cuándo iba a recuperarla? Más allá del sueño que había tenido, no había recordado nada más, ¿sería normal?

- ¿Me buscaba?- pregunté al entrar al despacho.

- Layla, pasa, sí, quería hacerte unas pruebas de nuevo ya que ya ha pasado cierto tiempo, ¿te parece bien?

- Sí.- respondí, aunque en realidad estaba un poco cansada de esto.- ¿Crees que recuperaré la memoria pronto?- pregunté mientras me sacaba sangre.

- No lo sé, cada cerebro es un mundo.

- ¿Existe alguna forma de...ayudar a recuperarla? – pude notar cómo todo su cuerpo se tensaba ligeramente y una punzada de angustia estalló en mi estómago.

- Creo que lo mejor es no forzar las cosas.

Y en ese momento lo entendí, o más bien algo en mí lo entendió porque oí una vocecita en mi cabeza decir: No van a dejar que te vayas.

-¿Te encuentras bien? Estás un poco pálida.- Actúa normal.

- Sí, es la sangre, me he mareado un poco.

- Ve a descansar, seguiremos mañana.-me levanté de la camilla y comencé a avanzar hacia la puerta.- Come algo.-añadió.

- Lo haré.- tuve que controlar la velocidad de mis pasos, quería salir corriendo de allí pero sabía que si lo hacía quizá se vería raro y levantaría sospechas, mi parte sensata me decía que eso era lo último que quería hacer.

Llegué a mi habitación, cerré la puerta y me recosté sobre ella. Cerré los ojos y me llevé las manos al pecho, todo el control que tenía sobre mis emociones se evaporó, la ansiedad y el miedo tomaron el control de mi cuerpo, comencé a hiperventilar mientras las lágrimas se agolpaban tras mis ojos. Quizá esto no sea verdad, quizá solo estás sugestionada por lo que te ha dicho Robert. Pero algo dentro de mí me decía que Robert tenía razón. Las piezas en mi cerebro comenzaron a encajar y a definirse, Robert era mi aliado, el doctor Albert, West, el profesor, eran enemigos y Venus y Deimos...no sabía dónde encajarlos. Lo que sí sabía era que tenía que salir de allí, no sabía cómo pero tenía que hacerlo. 

𝐒𝐢 𝐩𝐮𝐝𝐢𝐞𝐫𝐚 𝐪𝐮𝐞𝐝𝐚𝐫𝐦𝐞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora