Hace seis meses
Jude
No recordaba el momento exacto en el que se quedó sola, un día despertó y... no había nadie a su alrededor. Tampoco recordaba a su familia, lo que no sabía si era mejor o peor. Cuando el virus comenzó ella todavía no había nacido, y sus padres eran todavía demasiado pequeños. Tampoco sabía porque recordaba aquello, tan solo flotaba en su cabeza.
Llevaba caminado horas, o puede que días, no lo sabía; ya no estaba segura de nada. Tenía sed, hambre y mucho calor, necesitaba un sitio donde refugiarse por lo menos un par de horas. Le dolían mucho los pies, también la cabeza debido al sol resplandeciente que brillaba encima de ella; sentía que se desmayaría en cualquier momento. Los ojos se le entrecerraban solos y, minutos después, cuando ya no pudo más, cayó de rodillas al suelo arenoso. Apoyó las manos en el terreno para parar la caída, e intentando llevar algo de oxígeno a sus pulmones, que parecían no querer funcionar en aquel momento.
A lo lejos vislumbró una figura caminado hacia ella, a paso lento y desconfiado.
«Un muerto»—fue lo primero que pensó, y se arrastró hacia atrás, intentando escapar de su campo de visión.
—N-no... —apenas susurró, mientras seguía arrastrándose, viendo como aquella figura se acercaba más y más. Sin embargo, no aguantó mucho más y acabó tumbada en el suelo, observando las nubes que ahora habían decidido empezar a tapar al molesto sol.
Sonrió, por lo menos tendría una bonita vista del paisaje antes de morir devorada por un muerto.
Lo único que vio antes de cerrar los ojos fue una cara de rasgos jóvenes y piel negra mirarla con unos ojos marrones oscuros que parecían brillar más que el sol.
«¿Estoy en el cielo?» —pensó, antes de perder todos los sentidos de su cuerpo.
Sentía un suave balanceo; tenía los ojos cerrados y parecía incapaz de abrirlos. Intentó hablar, pero sus cuerdas vocales no funcionaban y su garganta estaba seca.
Pocos minutos después el balanceo paró y sintió como la apoyaban en una superficie fría y dura. Consiguió mantener los ojos entrecerrados tan solo unos momentos, pero cuando notó que una cara desconocida se acercaba hacia la suya los cerró de golpe.
—Sé que estás despierta —dijo una voz masculina, en un susurro lo suficientemente fuerte como para que Jude lo escuchara. Sin embargo, no abrió los ojos.
Su corazón latía más rápido de lo normal; no tenía miedo, pero no podía fiarse de un desconocido ni aunque le hubiera salvado la vida. ¿Y si la había infectado?
—Puedes ignorarme si quieres, pero supongo que tienes hambre y sed.
El chico no había terminado de hablar cuando la muchacha ya se había levantado, tan rápido que se mareó unos segundos.
—Vaya, pareces desesperada —dijo el chico con voz burlona—. Tranquila, hay comida suficiente para los dos.
Jude observó bien a la persona que tenía delante, analizándola unos segundos antes de sentarse a su lado y coger una botella de agua que había al lado del desconocido. Dio un largo trago, dejando tan solo la mitad del contenido en la botella.
Observó de nuevo al muchacho, era el mismo chico de piel negra y ojos marrones oscuros que había pensado que era un muerto. Se alegraba de que no fuera así.
—Toma. —Le dio una pequeña manzana roja—. Tranquila, no está envenenada. —Sonrió mostrando los dientes, segundos después la muchacha decidió coger la fruta—. ¿Cómo te llamas?
—Jude —respondió simplemente, murmurando.
—Bonito nombre —susurró el chico.
No respondió, pero sintió su corazón acelerarse un poco. Estaba nerviosa, pero pensó que era normal estando con un completo extraño.
Estuvieron en silencio varios minutos, y cuando Jude se acabó su deliciosa manzana, el muchacho volvió a hablar:
—Disculpa, pero tengo curiosidad. —Su voz sonó un poco apenada—. ¿Eres asiática? Tus rasgos...
Dejó al aire la frase, dándole tiempo a la chica para que respondiera.
—Mi madre era asiática —dijo suavemente—. O eso creo recordar.
Después de responder frunció levemente el ceño, no sabía por qué recordaba aquello. Ni siquiera sabía cómo eran sus padres.
El muchacho asintió pausadamente.
Se quedaron callados otra vez. El chico la observaba con curiosidad, mientras que Jude tenía la vista clavada en el suelo, sin darse cuenta de lo que el chico estaba haciendo. La estudiaba, como si con una simple mirada fuese a descubrir todos sus secretos.
Para cuando los ojos de la chica subieron hasta los del joven, este ya había apartado la vista rápidamente.
Jude frunció el ceño, y se preocupó al pensar una cosa. ¿Y si él la había infectado?
Cuando el virus comenzó, la mayoría de la gente se enfermaba y al cabo de poco tiempo moría. Sin embargo, había unos pocos que se recuperaban. Al principio pensaron que era parte del virus, que durante un tiempo enfermaba a la gente y después de unas semanas desaparecía.
Pero esa teoría no duró mucho, y al final acabaron viendo que en realidad a cada persona le afectaba de una manera diferente. La mayoría moría, pero había otros dos casos: los inmunes y los mejorados.
Los inmunes enfermaban un día y al siguiente estaban totalmente recuperados. Pero toda ventaja tenía su desventaja, y era que ellos podían infectar a los de su alrededor.
Y luego estaban los mejorados, que también enfermaban, y cuando se recuperaban adquirían más inteligencia y habilidades. El problema era que no todos eran buenos, pues muchos perdían la cabeza y pensaban que ellos deberían gobernar el mundo. Ellos decían que habían evolucionado y los demás se habían quedado atrás.
No todos eran iguales, pero aun así, nadie confiaba en ninguno de ellos.
Los inmunes eran otro tema, a ellos les temían por su extraña cualidad.
Los padres de Jude habían sido de los que murieron a causa del virus, o eso era lo que ella recordaba. No sabía cómo, simplemente... algo le decía que era así. Y no sabía si eso era bueno o malo. Quizá lo mejor había sido que ellos murieran por la enfermedad, y no que se volvieran locos como los demás.
Y ahora, Jude, miraba fijamente al muchacho —del cual no sabía ni su nombre—, pensando en cuál de las tres opciones sería.
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Letales (#1) © ✔
Science FictionJude estaba sola, no recordaba nada ni tenía a nadie. Él la encontró, y desde entonces todo comenzó a cambiar. Todo él era misterioso, nunca le dijo su nombre. Y aún así, confiaba en él. Pero había cosas que le ocultaba. Y después de todo, quizás n...