Tres meses y medio antes de llegar al campamento
Jude
Mantenía los ojos clavados en el suelo. Se había quedado bloqueada, estaba en una especie de shock desde que habían llegado a aquel lugar. Perdió la cuenta de los días, pero sabía que había sido más de una semana. Adams ya no estaba con ella, lo separaron de su lado en cuanto llegaron y a ella la dejaron tirada en aquella oscura y fría habitación.
Se recostó en el suelo y cerró los ojos con fuerza, recordando una vez más cómo había llegado hasta allí.
La respiración se le atascó en la garganta y por un momento sintió que no podría volver a respirar. Un nudo se le formó en la garganta antes de que intentara hablar. Agarró el brazo de Adams con fuerza, acercándolo a ella lo máximo posible, se negaba a separarse de él.
El motor de un vehículo sonó cuando comenzó a aproximarse hacia ellos a una velocidad pausada. Era una camioneta negra ancha, que no dejaba ver a los tripulantes debido a los cristales también negros. Esta se paró unos metros delante de ellos. A su alrededor la presencia de personas desconocidas fue real cuando salieron de las sombras.
Notó como su compañero se tensaba y miraba en todas direcciones, viendo que no había ninguna escapatoria. Aquellas personas eran muchas más, un grupo entero. Ninguno se acercó más de dos metros a ellos, solo se quedaron ahí observándoles con burla por su exasperación.
Un coche gris avanzó hasta anteponerse a la camioneta. De él salió un muchacho un poco más mayor que Adams, de unos veinticinco años de edad, no era muy alto y parecía más bien delgado; tenía el pelo echado hacia atrás y los ojos perfilados de negro.
—¿Qué os trae por aquí, forasteros? —preguntó el chico una vez se detuvo delante de ellos. Analizó a los dos con una mirada rápida—. Estáis en nuestro territorio, ¿lo sabéis?
Se quedaron callados, Jude sentía que no podía pronunciar palabra alguna, pues si lo hacía su voz se rompería. Ahora se encontraba peor de cuando se había levantado, y no sabía si aguantaría en pie mucho más de lo que las piernas le temblaban.
—No —espetó Adams, respondiendo la pregunta del desconocido—. Ya nos íbamos.
El chico sonrió de forma que a Jude le pareció aterradora.
—No, no, no —dijo con un tono falso de dulzura—. Mis amigos y yo os llevaremos a un lugar seguro. ¿Verdad, chicos? —Las personas de su alrededor asintieron y medio gritaron como contestación, haciendo ampliar su sonrisa—. ¿Qué me decís, chicos? Si hemos traído vuestro carruaje. —Señaló la camioneta de los cristales polarizados.
La joven asiática miró a Adams unos segundos, pero este estaba demasiado concentrado con la mirada fulminante clavada en el desconocido. Al regresar su vista la frente se encontró la del muchacho gótico, que se acercó un poco más hacia ella.
—¿Cómo te llamas, dulzura? Yo soy Forty.
Su voz sonó como un susurro. Jude no quiso contestar, y no lo hizo. El chico lo dejó pasar y centró su atención en el coche que había aparcado y la camioneta que había detrás. Con un gesto de manos, dos personas salieron del segundo vehículo: dos mujeres más bien mayores, las dos rubias y fuertes. Estas se posicionaron unos pasos alejados de él, pero todavía cerca.
—Tenemos asuntos pendientes —espetó Adams, la muchacha notó que su voz sonaba irritada. Lo entendía, ella también lo estaba, en parte, pues lo que más sentía era su malestar crecer a cada segundo que pasaba—, pero gracias por vuestra oferta.
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Letales (#1) © ✔
Science FictionJude estaba sola, no recordaba nada ni tenía a nadie. Él la encontró, y desde entonces todo comenzó a cambiar. Todo él era misterioso, nunca le dijo su nombre. Y aún así, confiaba en él. Pero había cosas que le ocultaba. Y después de todo, quizás n...