Presente
Dexter
El día había amanecido nublado y con ganas de llover, así que Dexter pensó que lo mejor sería que nadie saliese del campamento por el momento. Por lo menos hasta que el cielo se despejara un poco. Se dedicaban a rescatar gente y llevarlas hasta el refugio con ellos, pero no arriesgaría la vida de aquellas personas.
Salió de su habitación cuando dieron las nueve de la mañana, como cada día desde que vivía allí. Ya era una rutina que no se rompía nunca.
A pesar de que el cielo estaba nublado, hacía tanto calor como cualquier día de verano donde el sol resplandecía con fuerza y tenían que usar protección solar para no quemarse. Había oído hablar de cuando hacía años la gente iba a la playa y se tumbaba en la arena, cerraba los ojos y se relajaba con el sonido de las olas del mar. Pensó que allí sería feliz.
Suspiró entristecido, no podía evitar pensar en cómo seria. Hacía años que aquella situación no era más que un sueño que probablemente nunca se cumpliría, y que estaba encerrado en el baúl de los recuerdos de aquellas personas que pudieron vivirlo pero que ya habían fallecido y no vivían para contarlo, como su abuela.
Alejando todos esos pensamientos de tranquilidad y felicidad, volvió al mundo real, donde todas las mañanas todos los habitantes del campamento se reunían en un comedor amplio a desayunar, comer y cenar. Eso sí, todo por turnos. Y Dexter iba al primero.
Cuando entró muchas miradas se dirigieron hacia su persona, pero él no prestó atención a ninguna.
Se sentó en la mesa central, donde los habitantes más importantes se encontraban. Entre ellos estaban Finn, su más fiel compañero, que casi consideraba su mejor amigo.
—Buenos días, D —saludó amablemente el joven—. Hoy hay tostadas, tu desayuno favorito.
Dexter sonrió; cuando no le llamaba capitán solía decirle D.
—Buenos días —le devolvió el saludo—. Cuando acabemos de desayunar informa a los demás que hoy no salgan fuera.
El joven asintió, él también lo había pensado así.
Desayunaron en silencio, el único sonido que se escuchaba eran las risas y gritos de los más pequeños del salón.
Al acabar Finn y Dexter se dirigieron fuera (no sin antes avisar a los demás de las órdenes de Dexter de no salir del campamento), donde se pararon en unas sillas de plástico cerca del edificio donde vivía Finn.
—D... —pronunció el muchacho poco convencido de lo que estaba a punto de decir—. Quería decirte... Bueno, no es que opine que está mal, entiendo que...
—Finn —lo interrumpió Dexter—. ¿Qué pasa?
—¿No te parece... un poco exagerado que tengas a tu hermano ahí encerrado? —preguntó, parecía un poco asustado por la reacción que podría tener Dexter. Pero, para su sorpresa, este no tuvo ninguna emoción en la cara. Su expresión fue neutral.
—Sabes perfectamente porqué lo hago —respondió el muchacho después de estar en silencio unos segundos.
—Lo sé, lo sé —se apresuró a decir—. Es solo que... hacía poco que todo estaba bien. No creo... que sea necesario encerrarle.
Fue bajando su tono de voz hasta que se convirtió en un susurro apenas audible, pero Dexter consiguió escucharlo todo. Esta vez se sintió un poco ofendido de que su compañero dudara de su palabra. Si había encerrado a su propio hermano era por algo, no porque le daba la gana.
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Letales (#1) © ✔
Science FictionJude estaba sola, no recordaba nada ni tenía a nadie. Él la encontró, y desde entonces todo comenzó a cambiar. Todo él era misterioso, nunca le dijo su nombre. Y aún así, confiaba en él. Pero había cosas que le ocultaba. Y después de todo, quizás n...