Capítulo 8

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Hace cinco meses

Jude

La noche era fría, y el viento que se levantaba de vez en cuando parecía más bien pequeñas cuchillas que se enterraban en la piel. Pero no había sangre, solo temblor por todo el cuerpo.

Jude tenía las manos entumecidas por el frío, ya casi no las sentía. Y sus labios, estaba segura de que estarían morados. El sonido de sus dientes castañeando ya casi se había vuelto normal, pues realmente era lo único que le aseguraba que seguía viva.

Por otra parte, su compañero avanzaba con dificultad; también estaba cansado, pero no podía permitirse descansar aunque fuera un instante. Si bajaban la guardia por un segundo, seguro que un infectado los alcanzaba. Sin embargo, al mismo tiempo estaba pendiente de su acompañante. Le parecía que iba a desmayarse en cualquier momento, y tampoco se lo podían permitir porque entonces le tocaría llevarla en brazos, y eso los atrasaría todavía más.

Siguieron caminado en completo silencio, sin dirigirse siquiera una sola mirada. Sin embargo, Adams se paró de inmediato cuando Jude cayó de rodillas al suelo y comenzó a toser. Se agachó a su lado, acariciándole la espalda suavemente con la mano. Ese simple toque hizo que la chica sintiera un pequeño escalofrío recorrer su espina dorsal.

—¿Estás bien? —preguntó el chico preocupado.

Cuando Jude se recompuso un poco le miró y terminó asintiendo.

—Deberías descansar, pero no podrás hacerlo hasta que no encontremos un lugar donde refugiarnos —comentó—. ¿Crees que podrás seguir caminando un rato más?

—S-supongo que sí —respondió simplemente, mientras se levantaba con esfuerzo. Adams la sostuvo en todo momento de la cintura, para poder sujetarla en el caso de que volviera a debilitarse y no aguantara su propio peso —. Gracias —murmuró la muchacha una vez estuvo de pie. Miró hacia delante, y entrecerró los ojos cuando le pareció ver algo en la oscuridad.

—¿Jude? —preguntó el muchacho, al ver que la asiática se había quedado viendo un punto fijo—. ¿Qué pasa?

Adams siguió el recorrido de su mirada, observando también aquello que Jude veía.

—¡Es un coche! —exclamó la chica—. Podríamos quedarnos ahí.

—No parece estar demasiado lejos, pero hay que tener cuidado —dijo el chico—. Podría haber alguien dentro.

No avanzaron mucho cuando Adams detuvo su marcha. Paró de golpe y, entre susurros, le dijo a Jude que hiciera lo mismo. La muchacha le hizo caso, pero confundida por su actitud.

—¿Pasa algo? —comentó la asiática; Adams estaba unos metros detrás de ella. Le indicó que se mantuviera en silencio. Al no poder conseguir ninguna respuesta del chico, Jude sentía cada vez más su corazón latiendo con fuerza; empezaba a tener miedo. No sabía lo que pasaba.

Adams

Se concentró en escuchar lo que había a su alrededor; ya no escuchaba pasos, pero sí una respiración acelerada no muy lejos de su posición, sin embargo, no tardó en darse cuenta de que solo era Jude. Se sintió un poco mal al pensar que había sido culpa suya por estar paranoico, y que la había asustado por nada.

No sabía dónde estaba ella, pues la noche se había vuelto todavía más oscura por aquel lugar donde ellos caminaban sin saber con seguridad hacia donde se dirigían.

—No pasa nada, era solo una falsa alarma —dijo, acercándose lentamente hacia donde ella se encontraba de espaldas a él; apoyó su mano en el hombro de la chica, en un intento por tranquilizarla—. Podemos seguir el camino.

Letales (#1) © ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora