Capítulo 14

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Cuatro meses antes de llegar al campamento

Jude

Tenían casi todo preparado, saldrían la mañana siguiente para aprovechar todas las horas de día. Ya no soportaban tener que estar en aquella gasolinera, olía a muerto (cosa que era comprensible) y no quedaba comida. Adams había recorrido los alrededores en busca de provisiones cuando esta comenzó a faltar, pero no tuvo éxito. 

Jude suspiró al acabar de preparar la mochila que se llevarían, no pesaba en exceso, pero sí les costaría seguir la marcha del otro al tener un peso añadido en la espalda. La dejó en una silla de la habitación y se sentó en otra, justo al lado del muchacho. Este miraba unos planos que había encontrado hacía unos días en aquel lugar rebuscando por comida. Se trataba de un dibujo de lo que parecía un campamento entero. Había flechas y círculos rojos y verdes sobre él que no habían sabido interpretar.

—¿Se te ocurre por qué querrían tener estos planos? —le preguntó Jude al muchacho cuando los encontraron, refiriéndose a los antes llamados Teddy y Jimmy.

—No lo sé —había respondido un preocupado Adams—. Nada bueno.

Sin embargo, sin saber la razón, la muchacha dudaba de su palabra. Últimamente notaba que algo no iba bien con él, estaba raro y actuaba también de forma extraña. En ocasiones le daba la sensación de que la estaba mintiendo, pero solía enfadarse consigo mismo por pensar tales acusaciones por la persona que había salvado su vida varias veces.

Dirigió su mirada hacia donde estuvieron los cadáveres de los dos hombres, los habían sacado para que aquella habitación no tuviera el olor a muerto, pero la gran mancha de sangre seguía estando visible en el suelo. Adams tampoco le llegó a contar en ningún momento qué había pasado con ellos. Lo último que ella recordaba era ver a Jimmy clavarle el cuchillo en la pierna al muchacho, y después todo estaba negro. Se despertó después con Adams enfrente de ella, cojeando. Le dijo que había tenido que coserse la herida, pero que no había sido muy grande. Profunda sí, pero no extensa.

Un gruñido de frustración por parte de su compañero la sacó de sus pensamientos. Lo observó, viendo como tenía el ceño fruncido y los labios apretados.

—¿Qué sucede, Adams? —preguntó la muchacha preocupada por su expresión.

El chico negó con la cabeza, alzando su mirada hacia ella.

—No es nada —respondió unos segundos después, como si estuviera pensando bien su respuesta antes de formularla—. Solo me ha dado un pequeño tirón en la pierna.

La joven asiática hizo una mueca con los labios, pero no dijo nada. No le había sonado creíble. Decidió no mencionarlo, quizás ella estaba siendo paranoica y no debía preocuparse.

—Debes tener cuidado —le reprochó la muchacha—, la herida podría abrirse de nuevo mientras estamos fuera.

—Ya lo sé —objetó—, no te preocupes por eso.

Adams volvió a centrar toda su atención en los planos, mientras Jude se quedó simplemente mirando su alrededor; no tenía nada que hacer. Ya era tarde, pero aunque tenía sueño estaba segura de que sería incapaz de dormirse por mucho que quisiera. Se sentía inquieta por la salida del próximo día, su cabeza no paraba de repetirle los posibles peores escenarios que podrían ocurrir en la marcha y eso la ponía de los nervios.

Cuando su compañero suspiró con cansancio y se restregó los ojos decidió que ya era hora de descansar unas horas antes de partir hacia ningún lugar en concreto. Los dos se levantaron de la mesa y fueron hacia el centro de la habitación, donde habían puesto algunas mantas en el suelo al lado de la chimenea. Allí habían dormido durante los últimos días. No era muy cómodo, pero era mejor que el frío y duro suelo.

Letales (#1) © ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora