El cliché del chico lindo al que le hacían bullying y regresa bien diva, enamorando a todos (y resulta que su mejor amigo ha estado enamorado de él toda la vida...). Scorbus.
Ver a Scorpius Malfoy al final de la práctica de Quidditch del equipo de Slytherin tenía sus consecuencias. Para las chicas que observaban instaladas "por casualidad" en las gradas los días exactos, suspiros, risitas, cotilleos. Para los chicos que disimulaban mejor, con su panorama perfecto desde la ventana de la biblioteca, a donde colocaban los encantamientos para visión a distancia, posibles pensamientos no tan inocentes o una envidia que servía para cubrir su nula heterosexualidad.
Como fuese, esos resultados formaban parte de un día a día que se vivía en Hogwarts desde que Malfoy entró al último año. Tras las vacaciones de sexto, en las que fue de viaje al extranjero con su padre, regresó más alto, con los hombros un poco más anchos, un peinado más relajado, un andar despreocupado que no le quitaba la gracia característica que podía ser atribuida a su familia, y una energía exorbitante que lo ayudó a ingresar en los primeros minutos de prueba al equipo, en la posición de Cazador.
Se creía que el Buscador se llevaba toda la gloria de un partido. Quienes lo pensaban, jamás vieron uno donde Scorpius jugase.
Mientras se acomodaba la escoba sobre un hombro y avanzaba a través del campo, se subía la camiseta que se ponía para las prácticas con la otra mano, ayudándose para retirarse el sudor de la cara. Lo notaba enseguida y la dejaba caer de vuelta, su rostro enrojeciendo, por la manera en que Albus arqueó una ceja, desde su puesto reservado en la parte baja de las gradas. Allí todavía escucha los murmullos entusiastas de las chicas que esperan que las mire, pero no con la suficiente fuerza como para que le importe.
Ese que se sonrojaba era su Scorpius, el de la bolsa de dulces que quería compartir para hacer amigos, el que no entendía por qué susurraban a su paso y era señalado en primero, el que le decía que no tenía que hacer nada cuando lloraba, sólo quedarse ahí, sólo estar. No el Scorpius que marcaba tantos por los Slytherin, que hacía suspirar a las chicas y ahora era saludado por los pasillos, a medida que caminaba, por personas que alguna vez juraron no tratarlo más que con odio por actos que no cometió.
Era increíble lo que el tiempo hacía con ciertas personas.
Por suerte, nada cambiaba el hecho de que Albus Potter fuese la persona más cercana a Scorpius. O que supiese algo que ellos no.
—Buena práctica.
Al llegar al final de las gradas, Albus le decía esto, Scorpius le sonreía y ambos se dirigían hacia los vestidores, que quedaban unos metros más allá.
No sabía más de Quidditch que lo que siempre oía en casa o con los Weasley, ni siquiera el descubrimiento del verdadero interés de su compañero logró que le gustase más el deporte. Sin embargo, sí podía decir que Scorpius jugaba bien. Desde su perspectiva, al menos, era un buen juego si él estaba presente.
Hablaron en voz baja hasta haber cruzado la entrada. Scorpius dejó su escoba en el lugar asignado para ellas, y comprobó que el resto del equipo siguiese afuera. La puerta se cerraba sola, mientras Albus tomaba asiento en el banquillo que se encontraba en el espacio entre dos muros de taquillas.
Cuando sintió el agarre bajo la barbilla, levantó la cabeza por reflejo para ir a su encuentro. Scorpius atrapó sus labios en un beso lento, calmo, que fue subiendo de intensidad poco a poco, para reclamar su merecida recompensa por la práctica, con una mordida que le arrancaba tal sonido estrangulado que lo habría avergonzado, tratándose de alguien más.
Al apartarse, aquel también era su Scorpius, el del rostro ruborizado, la respiración agitada. El que enredaba los dedos en su cabello desordenado, lo jalaba más cerca, y lo observaba como si valiese todos los puntos que podían anotarse en el estúpido aro del campo.
Albus le sonrió a medias, de ese modo que nadie más lo veía hacer, y se estiró, rodeándole la cadera con los brazos, por otro beso. Scorpius reía al complacerlo, más suave, más cuidadoso. Le daba besos que sabían a te quiero.
No importaba que fuese más popular, que lo creyesen diferente. Seguía siendo Scorpius, su mejor amigo, del que se había enamorado desde que supo qué era el amor y con el que salía.
Que las otras personas siguiesen deseándolo, no tendrían la más mínima oportunidad. Scorpius lo eligió a él.
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Cliché
Hayran KurguSerie de drabbles clichés de diferentes parejas como especial de San Valentín 2021. Wolfstar, Drarry, PrinceBlack, Scorbus, Grindeldore, Jeddy, Linny... Si esto fuese mío, sería canon. Ya que no lo es, saben lo que significa.