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—Scorpius, estoy completamente seguro de que no puede haber un boggart en...

—Albus- en verdad no pienso que...

Ambos hombres se callaron apenas notaron la presencia del otro. Tensos, Draco Malfoy se dejaba arrastrar por el agarre en su muñeca de Scorpius, Harry Potter recibía empujones sin fuerza en la espalda de su hijo Albus.

Frenaron al encontrarse cara a cara, en medio del ático de los Weasley; no sería el lugar idóneo para una cita, pero tras varios años de suspiros nada disimulados, Albus soportando la cara de crup desamparado de su padre, Scorpius preguntándose si el suyo notaría que fijaba su atención en Harry desde que entraba a una habitación hasta que se iba, cualquier opción era buena.

Ni bromas intencionales de los Weasley, ni Ginny insinuándole a Harry que podía buscarse a alguien tras su divorcio, como hizo ella, lograron el efecto deseado. Esos dos no reaccionaban por su cuenta y comenzaban a estar cansados.

Scorpius y Albus entrechocaron las palmas, aprovecharon la confusión para escabullirse fuera de ahí y le colocaron a la puerta el hechizo de sellado que Molly les enseñó para esa ocasión. Era una mujer muy lista.

Alrededor de dos horas después, Harry Potter aparecía por la salida al patio, sus dedos entrelazados en un agarre flojo a los de Draco Malfoy. Entonces todo seguía su curso, sus familias más aliviadas ante la perspectiva de terminar con los pucheros y suspiros.

Qué obvios fueron. Hasta Ron se enteró.

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