Capítulo 15.

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Era una locura. Escapé por segunda vez de lo que era el edificio de la perdición, un lugar en el que no podías dormir por las noches gracias a los gritos de algunos pacientes, un lugar en el que siempre debes mantener la calma, un lugar del que no me arrepiento escapar.
Mis pasos se escuchaban por la acera gracias a los charcos que la pequeña llovizna dejo. Estaba ocultada tras un callejón, al escuchar los sonidos de las ambulancias sabían que eso significaba que me estaban buscando. No podía negar que el miedo me comía, pero tenía que ser fuerte.
Comencé a caminar. Al girar en la esquina pude apreciar la entrada del gran hospital. Mire sigilosamente hacia los lados, afortunadamente era tarde así que no había mucha gente en las calles. Camine silenciosamente hasta llegar a la entrada, al mirar mi vestimenta me di cuenta de que aún traía puesto la bata con el logo del manicomio. Maldije en voz baja. Tenía que impedir que me vieran, seguramente este maldito hospital estaba ligado con el manicomio.
Suspire, sería pan comido, eso espero. Entré por la puerta corrediza, me agache para que la secretaria no me viera, el escritorio me ayudaba. Aseche por arriba, la secretaria estaba leyendo una vieja revista. Escuche unos pasos, al mirar a la izquierda estaba una enfermera caminando. Perfecto.
Cuando paso enfrente de mi la tome por los pies haciéndola caer. Hecho un pequeño grito que fue callado cuando mi puño dio en su cara, le comencé a quitar la ropa al mismo tiempo en el que yo me quitaba la bata. Tenía buen cuerpo no lo podía negar, pero no me importo demasiado. Una vez que termine de vestirme fue cuando me levanté, la secretaria mayor me miro extrañada.

- ¿Eres nueva? -me preguntó.

Asentí.

- La llaman en la habitación 78 -mentí.

Ella me miro extrañada, pero después se levantó dejándome sola con el inmóvil cuerpo de la enfermera. La tome por los tobillos y la móvil por el pasillo hasta llevarla a un armario del conserje. Le tape la boca con cinta adhesiva y con una soga até sus manos.

- Lo siento -susurré.

Salí del pequeño armario y me dirigí al escritorio, teclee rápidamente el nombre de Jade en el teclado de la computadora.

"Jade Thirlwall. Estado de coma. Habitación 86"

Bien.

Salte de la silla y comencé a caminar hacia el elevador. Espero que este vacío, y lo estaba. Cuando el elevador llego al piso asignado comencé a buscar la habitación de Jade. Una gran puerta con un "86" adornando con letras negras. Suspire, esto sería duro.
Tome la perilla, estaba fría gracias al aire artificial, la abrí lentamente, y ahí estaba, el cuerpo rígido y quieto de Jade. Estaba conectada a unas tres máquinas que al parecer controlaban su respiración. Con cada paso que daba, mi dolor aumentaba, dolía verla así.
Al acercarme a ella me senté en la silla de al lado de la cama, al parecer ahí se sentaban las visitas. Delicadamente tome su mano, estaba fría. La mire, sus delicados párpados cerrados y sus labios resecos. Lloré, llore ahí, tomada de la mano de ella.

- Te amo -susurré mientras con una mano acariciaba su mejilla- ¿Sabes lo que es el amor? El amor puede doler, puede desgarrar tu alma, pero es la única cosa que nos hace sentir vivos.

Suspire. Esto era duro, ver al amor de tu vida luchando por vivir no es fácil.

- Antes de conocerte no tenía a nadie, sólo estaba Jesy -le dije- ¿Tienes alguna idea de lo que me arruinaste? Arruinaste mis planes de vivir para siempre en el manicomio, arruinaste mis planes de suicidarme antes de cumplir los treinta, arruinaste mi sueño de morir sin enamorarme, y siempre te estaré eternamente agradecida por arruinar todo eso. Eres como una luciérnaga que ilumino mi vida por completo. Prométeme que despertarás, promete que no te marcharás, por favor...prométeme que seguirás aquí.

Madhouse | Jerrie.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora