X. Libro (tercera parte)

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Renee Belrie
Colonia 3



 Renee estaba aterrorizada. Nunca había utilizado ningún tipo de arma, todo lo que sabía acerca de ellas era por los libros, pero eran teóricos sus conocimientos; los libros no relataban suficientemente bien la realidad para saber exactamente cómo utilizar un arma en casos desesperados.

En casos como en el que ella se encontraba.

No tenía la menor idea de cómo era que Hazz planeaba escapar de ahí. Esperaba escuchar un grito suyo que no fueran maldiciones o insultos hacia la Condena para seguir cualquier orden que le diera. No obstante, se veía bastante ocupada lanzando golpes y disparando a los que estaban más próximos a Renee.

Entre el estrés, los nervios y el miedo, el cerebro de Renee estaba completamente bloqueado. No era capaz de pensar algo que las sacara de ese apuro. Comenzaba a sospechar que estaban cerca de su final, que no durarían con vida por mucho tiempo más. Quizás, si la suerte estaba de su lado (o no), a ambas las llevarían a la sede de la Condena para que sirvieran como esclavas o lo que fuera que la Condena les hacía a las personas que se llevaba.

Muerte. Esclavitud. Violación. Nada sonaba bien en la cabeza de Renee. Sabía que no era bueno pensar en todo eso, pero era inevitable que cada segundo que pasara se le ocurriera un destino peor al anterior. Sus descontrolados pensamientos solo ayudaban a alimentar su miedo, le era imposible pensar en otra cosa.

Desde que había reconocido el símbolo anaranjado de La Condena en las chaquetas de cuero de los atacantes, Renee no había parado de temblar. Quizás por eso fallaba nueve de diez tiros que daba. Aquel único tiro que lograba apuntar correctamente se debía a que en realidad el arma era ligera y jalar el gatillo no era muy difícil. Claro, la mala puntería, el poco balance y la inexperiencia no ayudaban a su situación, no obstante, no había otra opción si quería seguir viviendo.

En uno de aquellos tiros, Renee dio justo entre las cejas de una mujer que no parecía pasar de los treinta años. Cayó al piso con un sonido seco, opacado por el ruido de alrededor. La culpa enseguida abrumó a Renee. ¿Qué pasaba si ella tenía una familia? ¿Y si en realidad no era mala persona y tan solo estaba ahí bajo amenaza? Se veía joven, ¿qué planes había tenido para su futuro?

Renee había matado a una persona.

Había matado una mujer que pudo tener toda una vida por delante, pero fue asesinada en medio de una acción desesperada. ¿Cuánto tiempo había pasado alrededor de Hazz para que se le contagiara tanto egoísmo? ¿Cómo pudo haber sido capaz de matar a alguien sin siquiera saber si verdaderamente merecía morir? Aun mereciendo morir, Renee dudaba que en otra situación hubiese sido capaz de haber hecho lo que hizo.

Sus pensamientos de lamento y autocompasión fueron interrumpidos por un puñetazo en el rostro. Eso la tomó tanto por sorpresa que la desequilibró, haciéndola caer. Sintió una de las esquinas del libro enterrarse en su estómago, provocando un gemido de dolor. Eran demasiadas cosas sucediendo al momento como para que pudiera saber qué estaba sucediendo con ella y con las personas que habían comenzado a golpearla para que soltara el arma.

Patadas en el pecho y en el rostro. Golpes en las piernas y pisadas en las manos. Lo único que quedó cubierto fue su torso gracias al grosor del libro. El dolor era tanto y en tantas partes que le fue imposible ignorarlo. Sospechaba que para ese momento ya tenía algo roto, pero se negaba a soltar la única cosa que podía ayudarla a defenderse contra la Condena.

Expediente 512 (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora