XXIX. Egoísmo

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Hazz Soreil
Sede de La Aurora


Cuando estudiaba la preparatoria, las personas solían preguntarle cómo conseguía siempre lo que deseaba. Hazz Soreil nunca respondió esa pregunta aunque sabía la respuesta.

Desde pequeña le había gustado valerse por sí misma, no por el mérito que su madre o el dinero de su familia le daban. Si conseguía algo, lo hacía con sus propios medios, no importaba qué tan sucios fueran. Le gustaba depender solo de sí misma y, a su vez, que nadie dependiera de ella. Ella había aprendido de la peor manera que, en momentos de crisis, la única persona que la sostendría sería ella misma. Nadie más. Así como ella no estaba dispuesta a sostener a otras personas.

Hazz era magnífica y lo sabía. Los últimos días le había costado creerlo, muchos pensamientos contrarios la habían atacado. Aun así, logró recordarse que era inteligente. Que era valiente. Que valía todo lo que ella creía valer. No iba a permitir que un estúpido problema emocional le arrebatara toda la autoestima que había logrado construir en años. Aprell y Renee podían irse a la mierda.

Eliott, en cambio, le estaba ofreciendo algo que jamás creyó que se le ofrecería. Hazz no quería aceptar el trato, aunque en el fondo quería hacerlo. ¿Entonces qué tenía que ver Eliott con un recuerdo de la preparatoria? Todo y nada a la vez.

Hazz sabía que existían matrimonios hermosos. No obstante, en la historia familiar de Hazz, los matrimonios habían sido un fracaso. Uno había llevado a la muerte y otro había terminado en una eterna guerra —ambos de la manera más literal posible—. El factor común entre esos matrimonios había sido poner primero al otro, no a sí mismo. Eso era lo que Hazz temía: en un matrimonio se prometía pensar en las necesidades de la pareja antes de las suyas, y ella no era buena haciendo eso. Ella resolvía sus asuntos con su propia ayuda, no necesitaba de nadie más.

Tenía que admitirlo: se sentía halagada por que Eliott la hubiera tomado en cuenta. Claro, detrás de eso había toda una política de por medio. La Colonia Diez y la Colonia Tres estaban en una tensión crítica. En blogs y páginas virtuales se hablaba de una posible guerra dentro de algunos años. Edenna, su madre, era una mujer muy diplomática, entonces lograba mantener la apariencias. Sin embargo, a puerta cerrada, Hazz sabía que su madre tenía discusiones con el rey de la Colonia Diez en vez de conferencias informáticas. Eliott también estaba al tanto de aquellas discusiones, que no eran como tal del gobierno, sino más bien de una organización con la que se debía tener cuidado. Entonces, no había nadie mejor que los propios hijos de los gobernantes para describir la tensión entre colonias más allá de ámbitos políticos.

Quizás para Eliott sería beneficioso casarse con Hazz. Ella entendía todo el panorama en el que él estaba metido aunque él no se lo hubiese explicado del todo. Sin embargo, para Hazz no serviría de mucho el matrimonio. Lo único que podría sacar de eso sería una enorme pelea con su madre, una boda por organizar y un egoísmo que no podría dejar ir. Lo mejor podía ser el dinero quizás: podría comprarse una colonia entera con la cantidad de dinero que recibiría tan solo por ser esposa del príncipe de una de las colonias más influyentes. Eso y que, por supuesto, se convertiría en princesa, para después ser reina, un detalle que no le molestaba en absoluto, le gustaba ser adorada. "No quedarse sola al final de su vida" ya no era una opción. Eliott la había descartado al momento de decir que se divorciarían después de algunos años.

Hazz no encontraba una verdadera buena razón para casarse con Eliott. Al contrario, no la beneficiaba en absoluto y le traería más problemas de los que ya tenía. Aunque ganar dinero por respirar y convertirse en reina podían parecer espléndidas opciones, no iban tanto con la personalidad de Hazz. Ella era más de armas y golpes que vestidos y diplomacia.

Expediente 512 (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora