XXIII. Esposa

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Eliott Geest
Sede de la Aurora


Eliott esperó largos segundos para que Kybett le diera una respuesta. Ella solo lo miró.

—Dime, Kybett, ¿por esto es que has estado insistiendo tanto? ¿Por esto no has querido dejarlo? —Eliott inquirió adentrándose a la habitación.

Su intención no había sido interrumpir nada, mucho menos escuchar algo. Renee estaba tomando un baño, por lo que Eliott aprovechó el momento libre para ir a charlar con Kybett. Estaba cansado de pelear sobre lo mismo, él quería a su mejor amiga de vuelta. Así que fue a la habitación de Kybett... y escuchó una versión de su historia de la cual no estaba enterado.

Eliott era consciente de lo que su padre era capaz de hacer. De niño nunca lo había notado, hasta que comenzó a involucrarse con los negocios familiares. En el momento que descubrió lo que su padre era, Eliott dejó de hacer cualquier cosa que pudiera favorecer al rey. Eso incluyó casarse con Kybett.

Lo que no había tomado en cuenta era cuán importante era la boda para su padre. Sin esposa, Eliott no podía ascender al trono y, sin heredero al trono, la monarquía de la Colonia Diez caería en manos del parlamento, lo cual le quitaría poder al rey. Claramente, el monarca quería evitar eso.

Eliott sabía que su padre no apoyaba su decisión de no casarse, pero no sabía que había sido capaz de amenazar a la familia de Kybett. Aunque Kybett y sus padres no tuviesen una buena relación, eso no quitaba el hecho de que el rey había amenazado, directa e indirectamente, a una de las personas más importantes en la vida de Eliott. Nadie podía hacer eso sin que Eliott tomara acción.

—Wivenn —murmuró Kybett mirando detrás de su hombro—. ¿Podrías dejarnos un momento a solas?

Wivenn no opuso resistencia. Salió de la habitación con pasos silenciosos.

—¿Y bien? —insistió Eliott, tomando el lugar que Wivenn dejó vacío.

Kybett bajó la mirada. Se aclaró la garganta.

—Cuando dijiste que no te querías casar conmigo... —Suspiró. —Fue como si hubieras abdicado al trono. Ambos conocemos las leyes de la Colonia Diez. Tú eres el príncipe, y yo fui criada como una princesa porque el acuerdo dejaba en claro que yo sería la próxima reina. Sabes mejor que nadie que tu padre siempre ha querido que te conviertas en rey conmigo. A sus ojos somos la pareja perfecta.

—Kybett —interrumpió Eliott, comenzando a hablar en árabe—, sé lo que soy y lo que eres. No es necesario que me repitas toda nuestra historia. Ve al punto. ¿Mi padre amenazó a tus padres?

—Sí. —Kybett levantó la mirada. —Sí, me amenazó a mí diciendo que mataría a mis padres. Hace dos años que no hablo con ellos, Eliott. Aunque no estén bien las cosas con mi familia, sigue siendo mi familia. No la quiero muerta. ¿Qué esperabas que hiciera? ¿Rebelarme?

Eliott negó con la cabeza, uniendo muchas cosas en su mente. Eso explicaba la insistencia de Kybett y toda la molestia que había estado expresando cada que lo veía. Comprendió que esa molestia en realidad no era hacia él, sino hacia su padre.

—Rebelarte habría sido un suicidio, Ky. —Eliott tranquilizó su tono. —Pero me hubiera gustado que me dijeras. Quizás habría podido hacer algo. Si me lo hubieras dicho, no te habría dejado sola en el altar aquel día. Me hubiera casado contigo, lo sabes. Haría lo que fuera por protegerte a ti y a tu familia, habríamos encontrado otra solución después de eso. ¿Por qué no me lo dijiste?

—¿No es obvio? —Kybett sonrió con tristeza. —Tu padre me ordenó que no lo hiciera, Eliott. Si te casabas conmigo iba a ser tu decisión, sin influencia de una amenaza. Además, tu padre sabía que, si te decía, habrías hecho mucho más que dejarme en el altar. Algo peor que seguramente lo hubiera perjudicado.

Expediente 512 (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora