XLI. Recuerdo

200 27 32
                                    


Renee Belrie
Colonia 22


Renee despertó a la mañana siguiente sin rastro de Eliott en la cama. La luz que entraba por la pequeña ventana indicaba que habían pasado horas desde que había cerrado los ojos, sin embargo, Renee aún no se acostumbraba a las diferencias de horario, por lo que no sabía qué hora era.

Se irguió sobre la cama y se quedó ahí por largos momentos. Lo sucedido el día anterior llegó a su mente como un tornado, destruyendo todo a su paso. Todavía percibía algo de somnolencia a su alrededor, así que tardó más de lo esperado en recordar.

Kybett y Wivenn por casarse. Haz enfureciéndose porque Renee se había equivocado con quién era su futuro esposo. Priss y ella maquillándose mientras hablaban de sus vidas. La fiesta. Fingir que era la prometida de Eliott ante Merggy. Descubrir a Eonné. Las explosiones. La Condena atacándolos, de nuevo. Escapando, de nuevo. La extraña cena con Siura. Wivenn siendo casi un asesino. El beso con Eliott. Eliott resultando ser el príncipe de la Colonia Diez y el asesino indirecto —o directo, Renee aún se confundía al pensar en ello— de su padre. Por último, una charla llena de confesiones por parte de Eliott.

Renee masajeó su rostro con lentitud. Pensar estaba dejándole un terrible dolor de cabeza. Se recostó nuevamente sobre las almohadas, observando el techo. La noche anterior no había notado que el techo estaba decorado a base de puntos y líneas. Un tapiz que parecía casi una constelación. Renee sentía que conocía aquella constelación, pero no lograba averiguar por qué se le hacía tan familiar si los patrones de líneas y puntos en el tapiz no eran más que eso: líneas y puntos. La casa de Siura parecía ser más que un hogar. Renee no lo había analizado hasta ese momento, pero no era normal que alguien que vivía sola tuviera tantas habitaciones con camas a su disposición.

Un pensamiento fugaz cruzó por la mente de Renee. Podía ser que Siura ya los esperaba. Debía haber una conexión entre ella y la cura. Renee no sabía cuántos misterios más podía soportar, así que descartó esa idea.

Salió de la cama y se colocó los zapatos. Agradeció que Eliott no estuviera alrededor, ya que ella no sabría cómo actuar con él. La noche anterior sus emociones estaban tan confundidas que ni siquiera ella sabía lo que sentía. Esa mañana ya lo tenía un poco más claro. Estaba molesta con Eliott por mentirle y por haber participado en la muerte de su padre. Aunque también entendía que en gran medida él no tenía la culpa, lo único que hizo fue enviar la caja, sin saber todo lo que causaría. Una parte de Renee quería perdonarlo tan pronto como fuera posible, pero la otra quería romper cualquier lazo con Eliott y odiarlo para siempre por haberle provocado tanto dolor cuatro años atrás.

La muerte de un padre no era algo que se superaba, mucho menos cuando se sufría tan joven. Renee aún vivía noches en las que lloraba porque su padre ya no se encontraba con ellos. Lo extrañaba. Nunca iba a dejar de extrañarlo. Tenía que encontrar la manera de no culpar a Eliott por ello.

Llegó al silencioso pasillo. Escuchó el ruido lejano de platos chocando en la cocina. Caminó hasta ahí por curiosidad. Conforme se iba acercando escuchaba voces intercambiando risas. Sus compañeros ya debían estar despiertos.

Al contrario de lo que había pensado, en la cocina no había nadie más que Aprell y Siura. Renee se preguntó dónde estaría el resto del equipo.

—¡Buenos días! —exclamó Aprell, demasiado alegre.

Él estaba cocinando el desayuno. Renee se frotó los ojos y se sentó en la barra que había frente la estufa. En cualquier otra ocasión se habría ofrecido a ayudar, pero aún seguía asimilando la noche anterior y no se sentía dispuesta a hacer algo además de existir.

Expediente 512 (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora