XLIX. Entrada

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Renee Belrie
Colonia 30

(26 horas después de aterrizar)


Los gritos de Hazz llenaban la cueva. Aprell y Renee hacían todo lo posible por sostenerla, pero ella no dudaba en rasguñarlos y dirigir sus insultos también hacia ellos. Ni siquiera cuando Kybett se les unió les fue posible contenerla por completo. Renee estaba acostumbrada a distinguir esa mirada salvaje en los ojos de Hazz, sin embargo, nunca había sido tan intensa como en esos momentos. Su cabello estaba tan despeinado que apenas daba lugar para ver su rostro. Su agresividad era demasiada, incluso para Hazz.

Aprell le había advertido a Renee sobre eso, él ya había esperado una reacción similar. La conocía mejor que nadie en esa escalofriante cueva y Renee no se había tomado tan en serio su advertencia. Ninguno se habría imaginado cómo Hazz reaccionaría al tener a Istenia frente a ella.

Renee esperó a que Priss tomara su lugar sosteniendo un brazo de Hazz. Mientras la castaña gritaba más amenazas de muerte, Renee reunió el valor de plantarse frente a ella. Exhaló una profunda respiración, sintiéndose culpable de lo que haría a continuación. Alzó su mano y tomó vuelo.

La abofeteó.

Renee pocas veces —en realidad nunca— recurría a la violencia para solucionar sus problemas. Sin embargo, esa no era una situación usual. Nada era usual.

Los gritos de Hazz callaron. Lo único que se escuchó por unos segundos fue el eco del impacto de su palma con la mejilla de Hazz. Renee casi pudo haber asegurado que tanto Aprell como Priss soltaron un respingo. La noche había llevado bastantes sorpresas consigo.

—No maté a tu hermano, Hazz —habló por fin Istenia, quien se había mantenido en silencio e inmóvil durante el arrebato de ira de Hazz. —Él tomó su decisión. Ambos lo hicimos. Yo esperaba que para este momento ya hubieras comprendido eso.

—¡Eres una maldita! —chilló Hazz de nuevo, solo que esa vez ya no intentó atacarla. Aún así, Aprell mantuvo sus brazos alrededor de la cintura de Hazz y Kybett y Priss sosteniendo sus brazos. Renee no se movió de su posición, recibiendo una mirada asesina por parte de Hazz, antes de dirigírsela a Istenia de nuevo. —¡Tú lo alejaste de mí! ¡Tú lo trajiste a esta mierda de lugar! ¡Si ustedes se hubieran quedado en la Colonia Tres con los Soreil, en la Residencia, nada de esto habría pasado! ¡Limunest está muerto por tu culpa!

Renee, minutos atrás, cuando los insultos habían comenzado, había comprendido la razón del odio de Hazz a Istenia. No conocía la historia, solo algunas partes que Hazz le había dicho en casa de Siura y que Aprell había completado cuando Hazz no escuchaba. Renee sabía que probablemente quien tenía razón era Istenia, ya que Hazz solía dejarse llevar por su enojo muy a menudo.

—Limunest se sacrificó —rebatió Istenia, calmada. —No deshonres su memoria, Hazz. Hay muchas cosas por explicar y no todo está relacionado contigo. A veces olvidas que no eres el centro del universo, a veces olvidas que no eras la única en la vida de tu hermano. A veces olvidas que yo también lo perdí. Estoy dispuesta a recordártelo, mas no lo haré si continúas con esa actitud.

Istenia era una mujer delgada, con el ondulado cabello castaño corto hasta la barbilla. Ya no era aquella chica de la fotografía que Hazz le había mostrado a Renee en el hogar de Siura. Istenia era de la estatura de Renee, lo cual significaba que ni de broma había sido la más alta de la clase. Tenía una nariz recta, labios finos y cejas gruesas. Sus ojos grises transmitían calma y estabilidad. No parecía ser alguien que riera a menudo, pero tampoco que no lo hiciera.

Expediente 512 (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora