XXIV. Caminar (primera parte)

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Renee Belrie
Sede de la Aurora


El cabello de Renee goteaba sobre las sábanas. Era tan largo que, incluso estando con la espalda recta, las puntas rozaban la cama. Ella había tenido cuidado en mantenerlo detrás de su espalda para que no ocurriera ningún accidente con la computadora de Hazz o con sus notas. Una gota de agua podía causar un desastre si caía sobre cualquiera de las cosas que Renee estaba utilizando.

El pañuelo rosa reposaba en una mesita de noche a un lado de la cama. No había salido desde el día anterior, así que no había tenido necesidad de utilizarlo. Tenía sus dudas acerca del pañuelo. Eliott la había hecho dudar. No comprendía del todo qué era de lo que sospechaba, pero Renee sabía que tenía que ser cuidadosa. De cualquier manera no pensaba en portarlo, aún sentía que no lo merecía.

Renee conocía a Neffan desde hacía años, y a Eliott lo conocía desde hacía días. Sin embargo, Eliott no parecía ser como Hazz: desconfiado de todos y respondiendo agresivamente ante cualquier situación desconocida; así que, quizás, él tendría razón en dudar de Neffan. Además, Eliott formaba parte del equipo del que era Renee en ese momento. De confiar en alguien, sabía que tendría que ser en Eliott. Aun así, algo le decía que Eliott tampoco podía ser de total confianza. Renee estaba teniendo un serio dilema de confianza en cuanto a Neffan y Eliott. ¿Qué escondían ambos?

Renee tuvo que sacudir su cabeza para alejar esos pensamientos. Había asuntos más urgentes por resolver. La vida de su hermano se encontraba en sus manos.

Para lo complicado que estaba el acertijo, Renee consideraba que estaba avanzando rápido. Según sus anotaciones, ya estaba por terminar con la primera etapa de la decodificación del libro. Le faltaban algunos capítulos, y después de ahí le faltaba relacionar datos y números para obtener la decodificación completa... pero ya estaba cada vez más cerca. A pesar de todas las dudas que le estaban comenzando a surgir nuevamente, se sentía segura de lo que hacía. El tiempo libre ayudaba mucho.

Estaba tan acostumbrada a su vida en la Colonia Veintisiete que se sentía extraña sin tener que atender a alguien que padecía de Zeta. El códice ayudaba a mantenerse ocupada, así como también pasar el tiempo con Kybett y Wivenn, sin embargo, la sensación de no ser directamente responsable de alguien era ajena a ella. Había perdido parte de su infancia atendiendo a su padre, y otra parte de su juventud atendiendo a su hermano. No había caído en cuenta de eso hasta que Wivenn y Kybett, en una de las comidas que habían compartido, hablaron sobre experiencias divertidas por las que habían pasado. Renee no tenía nada por contar.

Renee evitó que la nostalgia la atacara. Fue difícil, sobre todo para alguien como ella. No obstante, sabía que si comenzaba a pensar en todo lo que había perdido, de un segundo a otro comenzaría a llorar. Los sentimientos eran su mayor debilidad. Debía agradecer por lo que tenía, lo cual era mucho comparado con otras familias de la colonia donde provenía.

Interrumpiendo su momento de soledad, Eliott entró por la puerta. No dijo nada. Se sentó sobre el sillón donde había estado durmiendo durante las noches que llevaban en la sede de la Aurora.

Entre Renee y Eliott no había habido mucho diálogo. Renee no quería presionarlo para abrirse y Eliott parecía estar bien con el silencio, contrario a Renee que le parecía incómodo. Ni siquiera cuando Renee, Wivenn y Kybett se juntaban en la cafetería para comer Eliott decía algo. Comía en una mesa cerca de ellos, no con ellos. Renee suponía que era por todo el drama que tenía con Kybett.

Renee se acomodó en la cama, juntando las hojas que estaban desperdigadas hasta el piso. No era la chica más ordenada.

—Si quieres esta noche puedes dormir en la cama —mencionó ella al recoger la última hoja.

Expediente 512 (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora