XLII. Olvido

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Renee Belrie
Colonia 22


Pasó un día desde aquel recuerdo. Renee se había encerrado en la habitación después de pedirle amablemente a todos que no la molestasen. Debía pensar para descifrar el códice y no lo lograría con personas a su alrededor haciendo preguntas.

Kybett y Eliott se turnaban para llevarle comida a su habitación. Renee se los agradecía, pero no decía nada más. Mantenía su mente concentrada en los dibujos que había memorizado casi tres semanas atrás. Lo tenía tan claro como si lo estuviera viendo en vivo y en directo.

Renee sentía que los misterios se estaban resolviendo. No encontraba una relación exacta entre su familia y el significado del códice, sin embargo, se encontraba satisfecha con lo que sabía. Además, aún existía la esperanza de hallar a Istenia, quien podía, quizás, hablarle más sobre su familia. Si Istenia se había convertido en Guardiana gracias a su madre, significaba que conocía más de lo que Renee pudo conocer antes de encontrarse con Hazz.

Al intentar descifrar el códice, Renee tuvo que unir mucho más que abecedarios e idiomas. Analizó la situación del diario de su padre: él había resuelto el códice antes del libro, porque su padre, el abuelo de Renee, le había dado las respuestas. Renee lo estaba haciendo en el orden contrario y parecía estar funcionando, había comprendido el libro a la perfección. Infirió que, a pesar de que ambos objetos eran dependientes del otro, no había un orden para descubrirlos. El punto era que trabajaban juntos.

Renee una y otra vez seguía los trazos mentales del códice para comprenderlo. Había pensado tanto en él que soñó con eso. En un principio, cuando lo memorizó, había creído que si llegaba a conocer los alfabetos de varios idiomas podría descifrarlo. Sin embargo, se había equivocado. En cuanto encontraba el significado de una sección, al continuar con la siguiente le daba algo completamente distinto. Las palabras no tenían orden, las frases que se formaban no tenían sentido. No había manera de que Renee estuviera resolviendo el códice correctamente. Pero los alfabetos era todo lo que tenía, no veía otra manera para resolverlo.

El tiempo apremiaba. A Mett le quedaban cerca de tres meses de vida. Podía ser mucho, podía ser poco. Renee no quería dejarlo a la suerte. Su padre no había podido resolver el libro en toda una vida aun teniendo el significado del códice, ¿eso en qué situación dejaba a Renee?

Como si fuera poco lo que ya tenía en mente, no podía dejar de pensar en Eliott. Había decidido que quería perdonarlo. La muerte de su padre jamás iba a superarla, pero Renee sabía que él mismo la habría sermoneado por culpar a Eliott de todo lo sucedido. Le habría pedido a Renee que lo perdonase, que entendiese que Eliott había actuado sin saber las consecuencias.

Zeemett había sido un buen hombre, Renee había heredado más que su cabello rubio y facciones pequeñas. De él había aprendido a expresar sus sentimientos con honestidad y a sonreír ante cualquier excusa. Su madre también había ayudado en el proceso, claro, pero ella había formado un vínculo más fuerte con Mett. Una razón más para apresurarse a encontrar la cura. Si Mett fallecía, Renee no sabría qué hacer para recuperar a su madre, entraría en una grave depresión. Prácticamente perdería a toda su familia.

La falta de luz por la ventanilla indicaba que ya era de noche. Renee suponía que el reloj estaría por la medianoche.

Se recostó sobre la cama, dejando su mente en blanco. Ya no sabía qué otros patrones seguir o cuántos alfabetos más tendría que aprender para saber la ubicación de la cura. Ni siquiera sabía cómo era posible que tantos dibujos significaran una sola cosa. Eran demasiados como para ser coordenadas o una simple dirección. Había algo más en el códice, pero Renee no sabía cómo encontrarlo.

Expediente 512 (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora