XXV. Caminar (segunda parte)

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Renee Belrie
Sede de la Aurora


Entre muchas de sus dudas debidas al libro, Renee tenía una en mente que no dejaba de molestarla: ¿por qué su padre solo hablaba del libro en sus diarios? ¿Por qué no mencionaba al códice? Uno tenía que ver con el otro, ¿no?

Cada vez que intentaba recordar qué era lo que su padre decía sobre el códice, algo se interponía. Su mente se bloqueaba a sí misma. Renee no entendía por qué. Sabía que en algún momento se encontraría con algo que desencadenaría su memoria bloqueada, así como solía pasar cuando soñaba algo y al despertar no lo recordaba, pero veía algo relacionado al sueño y entonces recordaba fragmentos.

El problema era que ella no sabía qué tendría que vivir para poder recordar.

—Belrie, si no prestas atención, nunca terminaremos con el hindi básico —reclamó Eliott.

Renee oficialmente podía comprender el árabe y chino. El acento seco de Eliott hacía que su pronunciación no fuera tan buena, pero ella se estaba enfocando más en el cómo se escribían las palabras.

Después de todo un día sentados en la cama de la habitación, Eliott ya le estaba enseñando el tercer idioma. Obviamente Renee no se había vuelto experta en los idiomas, ya que se necesitaban más de unas cuantas horas para poder ser algo así. No obstante, el tiempo apremiaba y Renee no podía darse el lujo de concentrarse en detalles de la lengua. Tan solo había aprendido lo que ella había considerado básico para descifrar el libro: números, alfabeto y pronunciaciones.

—Claro. Lo siento. —Renee bajó la mirada. —Es que intento ser multitareas. Aprender hindi mientras en mi mente resuelvo otra parte del libro.

Eliott apenas frunció el ceño.

—¿En qué momento viste el libro? Hemos estado juntos todo el día y no has abierto la computadora.

—Oh. Aprendí dos páginas mientras estabas en el baño —Renee se encogió de hombros con modestia.

Eliott la miró por un segundo. Sin expresar nada, como siempre hacía.

—Sigamos con los números en hindi.

Renee ya estaba más que acostumbrada a no poder leer la expresión de Eliott. De vez en cuando notaba algunos cambios en sus acciones dependiendo de la situación: cuando algo le interesaba, alzaba ligeramente la ceja; cuando algo le desinteresaba, su acento árabe se hacía más presente; cuando algo le molestaba o irritaba, hablaba con más monotonía de la normal. Ese último era difícil de distinguir al principio, pero una vez que Renee convivió con él por más tiempo del esperado, ella lograba notar cosas que quizás a Eliott no le gustaba que notara.

Renee comenzó a escribir nuevamente, siguiendo las órdenes de Eliott. Ya no estaba utilizando papel, sino el mismo dispositivo que Hazz había tenido en la nave. Aquel con el que Renee había demostrado que podía memorizar un códice, escribiendo en el aire básicamente. Tanto a Eliott como a Renee les sorprendió que La Aurora poseyera tal tecnología, todo parecía ser de una tecnología tan antigua que nunca esperaron encontrar algo así.

Mientras escribía, sus pensamientos nuevamente se fueron a otro lugar. Solo que esa vez se ubicaron en ese mismo día, por la mañana. Justo cuando había tenido su primer encuentro a solas con Aprell después del beso.

Eliott y Renee habían salido a la cafetería para tomar el desayuno. La conversación entre ellos había sido, en mayor parte, hablada por Renee. A pesar de que Eliott no se mostraba muy abierto a compartir su vida, parecía prestarle atención a Renee. Una que otra vez Renee detenía sus palabras para preguntarle si a él no le molestaba que hablara tanto o si Renee podía seguir hablando. Eliott tan solo negaba o asentía con la cabeza respectivamente. Renee había notado que ella tenía miedo a aburrir a las personas. En realidad nunca había tenido un amigo en la Colonia Veintisiete, así que no sabía lo que era contar sus experiencias a alguien más. A alguien que sinceramente le prestase atención.

Expediente 512 (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora