XXVII. Predicción

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Renee Belrie
Sede de la Aurora


—Esto... es extraño...

Renee, por más que lo intentara, no podía evitar hablar consigo misma cuando trabajaba. En la Colonia Veintisiete no había muchas personas que la escucharan, así que había adoptado el hábito de pensar en voz alta. Recordaba que su padre igualmente lo hacía cuando escribía en su diario, así que quizás también se debía a eso.

Había notado que Eliott la miraba extraño cada vez que ella balbuceaba cosas sin sentido, pero ya estaba tan acostumbrada a las actitudes de Eliott que solo las ignoraba. Ventajas de haber estado con él veinticuatro horas al día, los nueve días que llevaban en la isla: Renee terminaba conociendo de él más de lo que Eliott quería que ella supiera, y viceversa.

Como era costumbre, Eliott levantó la vista del libro que estaba leyendo para lanzarle una mirada a Renee. Cuando vio que solo se trataba de otro de sus balbuceos, regresó su atención a su lectura.

Renee había logrado descifrar el libro más rápido de lo que había pensado, algo de ello tenía que ver con la ayuda de Eliott. Entre todo el alboroto de aprender idiomas nuevos y obtener códigos, ella no había tenido oportunidad de analizar lo que había escrito en sus notas cada vez que descifraba algo. Sin embargo, se había dado esa noche para observar lo que había escrito, antes de que comenzara con la decodificación del códice.

Leyendo sus notas fue cuando se dio cuenta de lo que decía el libro. O, mejor dicho, lo que predecía.

—¿Eliott? —Renee se aseguró de no balbucear esa vez. No apartó la vista de sus hojas en ningún momento, solo para confirmar que lo que veía no lo estaba inventando su cabeza.

—Belrie —contestó el nombrado sin moverse de su posición. Seguía leyendo el libro, pero Renee sabía que le estaba prestando atención a ella.

—Recuérdame... ¿cuándo fue el Incidente Treinta?

Eliott despegó la vista del libro para mirar fijamente a Renee.

—¿Renee Attineli Belrie me está pidiendo que le recuerde algo? ¿Acaso ya llegó el día en que tu cerebro ha alcanzado su límite?

Renee soltó una carcajada, devolviéndole la mirada.

—Estás haciendo que me arrepienta de haberte dicho mi segundo nombre, Eliott Haffid Geest.

Eliott suspiró.

—No eres la única arrepentida, créeme. —Negó con la cabeza, cerrando su libro—. ¿Por qué preguntas la fecha de algo que ya sabes?

—Necesito confirmar que no estoy inventando cosas —Renee se encogió de hombros, como si el descubrimiento que hizo no fuese la gran cosa.

—De acuerdo. —Eliott se levantó del sillón en el que estaba para ir a sentarse con Renee en la cama. —El Incidente Treinta, ya sabes, ese donde una colonia entera murió al intentar probar la cura en ellos, sucedió hace... ¿cuatro años?

—Tres, en realidad —corrigió Renee, haciéndose a un lado para darle espacio a Eliott—. Fue el segundo día de enero del año 2396, ya está por ser su aniversario. Si quieres ser más exacto, fue por la mañana, cerca de las nueve. Aunque, si hablamos de la fecha en la que se inyectó la falsa cura, sí fue hace ya casi cuatro años: en diciembre 28 de 2395. Cinco días después todos murieron. Ese fue el tiempo que la cura se tomó para matarlos desde dentro. Para algunos, dicen, fue menos.

Eliott la miró sin expresar emoción alguna.

—Ya sabías la fecha. Incluso me estás dando datos inútiles que olvidaré en los siguientes minutos. Sigo sin ver el punto de esto.

Expediente 512 (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora