4. Navidad con los Dixon

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Hay alguien gritando fuera de mi casa. Escucho el ruido de algo golpeando el techo y frunzo el ceño. Abro los ojos y bostezo, me estiro en mi cama y me giro hacia la ventana.

Daryl también se mueve, cambiando su cabeza hacia la derecha. Sonrío y acaricio un poco su cabello.

- ¡Maldita sea! ¡Maldito Santa Claus obeso!- la voz de papá suena desde el techo. Ruedo los ojos, seguramente el trineo de Santa Claus se ha movido por el viento. Y dado a que es el adorno favorito de mamá, papá ha tenido que subir a reacomodarlo.- ¡Gordo de mierda!

- ¡James! ¡No le hables así a Santa Claus! ¡O no te traerá lo que pediste!- le grita mamá desde el jardín. Sonrío, siempre es lo mismo todos los años.

Solo que este año será un poco diferente, pues mamá decidió invitar a los Dixon, incluyendo a Will. Al principio me aterró la idea de tener al hombre en casa, pero después mamá me tranquilizó, diciéndome que probablemente Will no recuerde mi voz de aquella vez, ya que el estaba muy ebrio. Y espero que tenga razón.

Me muero porque Daryl y Merle abran los regalos mañana, cuando Santa Claus los deje debajo del lindo pino que yo misma decoré.

Papá siguió diciendo improperios en voz más baja. El olor a galletas recién horneadas entró a la habitación. El estómago de Daryl gruñó y reí un poco. Me giré y me acosté abrazando su espalda, pegando mi nariz a su nuca. Apesta a sudor, pero me gusta.

- Huele a galletas.- dijo el, adormilado.
- Mhm, mamá las acaba de sacar del horno. Sería buena idea que bajaras por el árbol y entraras a desayunar con nosotros, pero papá está en el techo y podría verte.- acaricié su espalda.

- Maldición.- me hizo moverme, se giró y se estiró un poco. Me recosté ahora sobre su pecho. Así suelen ser mis mañanas después de dormir junto a Daryl.- en verdad quiero probarlas.

- En la noche hornearemos más, para Santa Claus. Puedo hornear para ustedes también.

El me miró con una ceja alzada.
- ¿Sabes hornear galletas?

Sonreí.
- ¡Por supuesto! Mamá me enseñó. Es sencillo.

Me miró por unos segundos, se movió quedando encima de mi. Recargándose en sus codos, con su rostro rozando el mío. Siempre es así, sus labios a centímetros de los míos... su nariz comienza a recorrer cada rincón de mi rostro, hasta acabar detrás de mis orejas, su lugar favorito.

Inhala hondo.
- Me encanta como hueles, podría olerte todo el día.- dice en voz baja, sobre mi oído. La piel se me pone de gallina y no puedo evitar sonreír. Me muerdo el labio inferior para evitar reír a carcajadas.

- A mí me encantas tú, Daryl.

El se tensa, pero de inmediato vuelve a poner su nariz detrás de mi oreja.
- Eres tan pequeña...

Fruncí el ceño. Lo sabía. Daryl aún me ve solo como a una niña.
- Es por mi edad, ¿cierto? Por eso aún no me has besado.

- Aún no logro entender que es esto que me haces sentir...- volvió a hablar en mi oído. Bajó su rostro hacia mi clavícula y comenzó a dejar besos ahí. Desde mi hombro derecho hasta el izquierdo.

Se detuvo en seco cuando alguien tocó mi puerta.
- ¡Kittie! ¡Despierta! ¡Tenemos mucho qué hacer!.- es mamá.

Daryl se levanta de golpe de la cama y comienza a ponerse su chaqueta de cuero negra y sus zapatos. Yo hago lo mismo, solo que me pongo mi bata de Rosita Fresita y mis pantuflas de conejito.

Circles. |Daryl Dixon|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora