«Encontrado de nuevo»

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Lo normal es que uno aprenda de las experiencias pero aquel día nuevamente le volvieron a robar su billetera, estaba demasiado viejo y cansado para seguir al ladrón por lo que lo dejo pasar y tras llamar a su banco bloqueo todas las tarjetas de crédito, pero quedo grabado en su mente la figura pequeña de lo que parecía ser un niño de abrigo sucio y gastado con una boina negra, Joseph suspiro para luego volver a casa.

En el camino vio al ladrón con una bolsa con pasteles y comida a lo que decidió seguirle, curioso por saber que haría un niño con tanta comida que podría fácilmente echarse a perder de no comerse en el tiempo debido.

La figura ágil se escabullía por los callejones hasta que entro en una casa vieja y deteriorada, Joseph siempre fue curioso e imprudente por lo que se acerco a una de las ventanas viendo como en el interior el ladrón junto a varios perros comenzaban a comer hambrientos aquellos bollos de pan, la escena era algo conmovedora, Joseph decidió no reportarlo a la policía y volver a casa teniendo en mente que aquel dinero que llevaba en su billetera—que no tenía mucho más que veinte dólares— había servido para que un niño tuviera una comida decente otra vez.

No fue hasta que pasaron un par de días, Joseph había vuelto de visitar a Holly y su nieto y caminaba por Nueva York despreocupado hasta que escucho el chillido de unos perros.

—¡Quítate pulgoso! —La voz rasposa de un hombre le hizo llegar hasta un callejón turbio. —¡¿Cuántas veces vas a estar rondando por aquí?! ¡Te advertí que te alejaras de una vez con tus malditos pulgosos de mierda! ¡Debes pagarme lo que me debes!

Acercándose con cautela, vio como en un rápido movimiento el hombre fornido que había reconocido como el vendedor de aquellas frutas del barrio golpeaba la figura enclenque y débil de el niño que reconocía por haberle robado la billetera antes.

—¡Oye! ¡Ya basta! —Alzó la voz Joestar indignado por la situación de ver a un hombre el doble de grande golpear a un niño que se movía erráticamente en el piso desparramando saliva.

—¿Ah? ¡Este mocoso es un ladrón! ¡De nuevo me roba manzanas! Debería cortarle las manos de una vez para que aprendiera. —Se quejo el vendedor a lo que Joseph le observo con ojos fríos.

—¿Son unas manzanas más valiosas que la vida de un niño? —Le cuestiono cruzándose de brazos, el vendedor chasqueo la lengua irritado. —Yo las pagaré ¿Cuánto es?

Joseph le extendió cinco dólares y cogió la bolsa que el vendedor le entregaba, luego se inclino ante el cuerpo frágil y pequeño que yacía inmóvil en el piso remeciéndolo un poco para lograr despertarle sin éxito alguno, el hombre comenzó a inquietarse por lo que cargándole cuidadosamente con un brazo le llevo a casa donde Suzie le invadió con preguntas referentes al pequeño cuerpo que sostenía.

—Dile a Roses que llame al medico Suzie, creo que esta grave. —Fue lo único que dijo Joseph antes de cargar a la pequeña criatura hasta la habitación de huéspedes recostándola delicadamente mientras con su hamon intentaba arreglar las cosas, en eso se dio cuenta de que se trataba de una niña mientras que con ayuda de Suzie le intentaban quitar la ropa una vez arribo el doctor para revisar sus heridas, en eso vio aquel zafiro en ese elegante collar a lo que se llegó a preguntar ¿Qué haría un niño como este con un collar tan elegante? Tenía escrito algo detrás del zafiro que no se llegaba a leer muy bien pero más importante, Joseph sentía que había visto en algún lado aquel collar.

Cuando el doctor reviso a la criatura les explico a los señores Joestar que estaba bajo el peso normal producto de la desnutrición, que tenía un brazo y dos costillas rotas a lo que debía permanecer en reposo sino deseaba que una de las costillas perforara el pulmón.

Al despertar te viste extrañada de estar en un lugar que según tu considerabas elegante, te incorporaste con cuidado notando como en tu brazo derecho habían puesto un yeso y en tu torso había varias vendas, de repente la puerta de la habitación se abrió a lo que tensaste todo tu cuerpo viendo como una mujer de edad entraba con unas toallas y te dedicaba una sonrisa.

Ahora estabas en una tina mientras te lavaban el cuerpo, sentías la vergüenza por todo el cuerpo mientras la mujer pasaba la esponja por tus brazos, espalda y pies con dedicación pero no tenías otra opción más que dejarte hacer producto de cada vez que hacías un movimiento brusco un dolor de mil demonios te aparecía en el torso.

—Dime pequeña, ¿Cuál es tu nombre? —Pregunto a lo que le observaste silenciosamente, perdiendo ya la vergüenza de a poco. —Yo soy Suzie Joestar.

—T/N, T/N Mustang —Respondiste algo cohibida siendo que la mujer se incorporo con cuidado y te extendió una mano para que imitaras su acción envolviéndote con toallas tibias esponjosas que se sentían como estar envuelta por una nube, te recordaba la época en la que tu madre te bañaba de niña y te envolvía como una oruga bromeando en que te convertirías una mariposa.

—Es un lindo nombre. —Dijo la mujer a lo que le observaste mientras tomaba tu mano guiándote de vuelta a la habitación.

Una vez allí te ayudo a colocarte un camisón color celeste el que era bastante holgado y permitía que te sintieras más cómoda, las primeras semanas pasaste recluida en la habitación siendo que te traían comida allí y te la pasabas la mayor parte del tiempo durmiendo mientras deslizabas tus dedos por el collar que había en tu cuello.

Por otro lado Joseph le encomendó a la fundación Speedwagon que buscaran antecedentes de ti y sobre aquel misterioso collar que llevabas contigo, unas semanas más tarde aparecieron con un reporte detallado de quien era T/N Mustang y porque llevaba ese collar.

—Sus padres están fallecidos, el padre falleció en Vietnam y la madre hace un par de años con una enfermedad que no tenía cura. —Le explico el hombre de la fundación a Joseph quien en su escritorio le observaba con atención.

—¿Y sus abuelos? ¿Algún tío o tía? —Pregunto angustiado.

—Su abuelo, Aaron Jones falleció de cáncer hace varios años seguido de su esposa Aurore que tuvo un derrame cerebral un año antes de que su hija muriera, no tuvieron más hijos y ninguno de ellos tenía hermanos. —Respondió el hombre de traje.

Joseph apretó los ojos dejando salir un suspiro agotado, mientras analizaba lo dicho por el hombre, hasta que.

—Espera, ¿Dijiste Aurore? —Pregunto mirando al enviado de la fundación Speedwagon con expectación. —¿Cuál es su apellido de soltera?

—Uhm, déjeme ver —Murmuro el hombre mientras revisaba los papeles. —Aquí esta, Aurore Spinster nacida en 1920 hija de Alexander y Stella Spinster.

—¿Son sus abuelos, Juno y John Spinster? —Cuestiono a lo que hombre tras revisar unos segundos asintió. —No puedo creerlo, con razón ese collar se me hacía tan familiar.

—¿Señor Joestar? —Pregunto un confuso hombre.

El hombre tomo el teléfono y habló con su secretaría pidiéndole que cancelara todas sus citas de aquel día para luego partir a casa con tal de buscar en el álbum familiar aquellas fotografías que necesitaba, al entrar escucho una suave música de piano que si bien pausaba a ratos lograba relajar a cualquiera.

—¿Has tocado el piano antes? —La voz de su esposa lo saco de su trance en lo que se acercaba a la escena.

—No, mi abuela sí aunque nunca me dejo tocar el piano —Explicaste dejando de tocar las teclas. —Pero recuerdo el sonido.

Joseph observaba todo desde la entrada, aquella canción había confirmado sus sospechas, eras descendiente de Juno Spinster, quien fue la hermana de su abuelo Jonathan y aunque sus familias se separaron un tiempo nuevamente volvieron a juntarse de una forma tan bizarra que era casi irónica ya que Joseph aun recordaba que su abuela Erina le contaba que su bisabuelo George Joestar recogió a Juno y la volvió parte de su familia, el estaba repitiendo la historia.

Las circunstancias de la familia Kujo →「Jotaro Kujo」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora