«Patas peludas»

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Nota: Antes de empezar, quiero que sepan que parte de la responsabilidad de esto recae en MrEmeraldD por seguirme el juego.

Advertencia: Todos son furrys aquí, las especies son estas:

Joseph Joestar: Lobo Gris

Jotaro Kujo: Lobo Gris (de color negro)

Noriaki Kakyoin: Antílope 

Mohammed Avdol: Cebra

Jean Pierre Polnareff: Caballo

(T/N) Mustang: Zorro Rojo

Dio Brando: León

...


Caminaste con las puntiagudas orejas esponjosas hacía atrás, cubierta por la montañosa figura del señor Joestar, un lobo gris que a pesar de tener ya sus años se veía en perfecto estado mientras del otro lado caminaba Avdol, una cebra cubierta por extravagantes accesorios.

No te gustaba estar en medio de dos monumentales animales, mucho menos llamar la atención a causa de estos. Siendo un pequeño zorro rojo no te quedaba más opción que estar alerta aun cuando Joseph prometió que nadie te tocaría.

Tenías malas experiencias sociabilizando.

Avdol alboroto tus orejas en lo que el mayor del grupo giraba en el aeropuerto con una loba de cabellos amarillos que tenía cierta similitud con la señora Suzie Q en la dulzura de sus ojos.

Luego llegaron a una cárcel donde inevitablemente apretaste los colmillos al ver como algunos de los encarcelados se te quedaban viendo con los ojos brillantes como si vieran una presa. La dificultad de ser de una especie en peligro de extinción cuyo pelaje estaba valuado en miles de dólares en mercado negro la reconocías desde niña, en aquellos lugares donde debías pelear para sobrevivir.

Pegaste tus orejas a tu cabeza con el entrecejo fruncido hasta que chocaste de hocico contra el señor Joestar que se detuvo frente a una celda escalofriante, la cual inevitablemente hizo erizarse tu pelaje.

Acostumbrando la vista a la escena lograste ver un lobo casi igual de grande que Joseph pero cuyo pelaje era negro azabache exceptuando por las partes blancas que en su hocico y pecho se lograban ver.

El instinto afloro en lo que apretabas los colmillos gruñendo sin saber porque, llamando la atención del mayor que no entendía porque entrabas a la defensiva con su nieto si habías crecido rodeada de lobos como el y Suzie. Pero tu interior marcaba aquel joven lobo azabache como una amenaza.

Durante el viaje, aquellas alertas se disiparon en lo que te acostumbraste a su presencia.

—Creo que le gustas a Jotaro. —Había dicho Kakyoin una vez, sus elegantes cuernos de antílope puntiagudos que siempre llamaban tu atención.

—¿Cómo comida? —preguntaste incrédula.

—¿Qué? No, si Jotaro no me come a mi menos te comerá a ti, ambos son canidos. —explico el antílope a lo que movías tu cola bebiendo una soda. —Me refiero a pareja de apareamiento.

Escupiste la bebida, atorándote a causa de las burbujas que entraron por tu nariz.

—¿A-apareamiento? Somos de diferentes especies y yo debería mezclarme con otro zorro para preservar la especie —dijiste mirando la lata ya vacía y cogiendo un pañuelo de tu chaqueta.

—¿Es lo que deseas?

—Si fuera por mí, no me aparearía nunca. —murmuraste apretando la lata y lanzándola al basurero más cercano.

—¿Qué hay de Dio?

Tu cuerpo entero se tensó, tu cola estaba rígida mientras recordabas los recurrentes sueños con aquel felino inmortal que siempre se abalanzaba sobre ti, dejándote expuesta a su merced.

—Solo me ve como un bocadillo—murmuraste intentando relajarte, llevando una mano a la mordida oculta por tu pelaje alrededor de tu cuello. —O eso quiero pensar.

Las teorías de Kakyoin se afirmaron cuando quedaron solos esperando al resto del grupo que fuera por comida. Joseph había tenido la brillante idea de dejarte bajo la custodia de su nieto ya que sabía de ese modo ningún carnívoro se acercaría.

Comías unas bayas apoyada en la pared a su lado, disfrutando el sabor de estas.

—¿No comes carne? —pregunto Jotaro rompiendo el silencio.

—No. —respondiste. —Soy vegetariana.

Temiste preguntar por su dieta ya que sabías que algunos lobos comían zorros, por lo que desviaste la mirada echándote otra baya a la boca.

—Tampoco como carne—añadió a lo que le observaste incrédula.

—¿Cómo es que sin comer carne creciste así de...—murmuraste mirándole fijamente hasta detenerte y avergonzarte por ello.

—¿Así de?

—Grande —respondiste desviando la mirada —Eres enorme, igual que una montaña.

Tu cola se movía frenéticamente sin explicación lógica, quizá a causa de la ansiedad o el nerviosismo.

—Quien sabe.

El silencio duro unos minutos antes de que cogieras unas cuantas bayas en tus manos y se las extendieras.

—Prueba. —dijiste a lo que viste abrir el hocico, percatándote de sus afilados y prominente colmillos que se iban acercando cuando tiro tu mano.

Las bayas terminaron en el piso mientras te besaba, y te diste cuenta que Kakyoin tenía razón.

.

.

»El otro día me puse a ver "Beastars" y me surgió esta cosa, con la que Esmeraldo y yo trabajamos un rato, en un inicio no pense escribirlo pero me dije ¿why not? y helo aquí, espero les gustara, nos vemos.

Las circunstancias de la familia Kujo →「Jotaro Kujo」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora