«Crusaders»

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La cama estaba mullida y cálida, pero no podías conciliar el sueño probablemente a causa del dolor de la fractura en tu cuello y brazo o porque habías vivido un infierno esos últimos días más que físico, uno psicológico.

Pero no podías llorar, por más que lo intentaras.

Te levantaste con cuidado vistiendo una camiseta negra y unos pantalones cortos que la fundación Speedwagon había traído, el suelo estaba agradablemente frió pero decidiste ponerte unas sandalias caminando a la cocina de la suite para conseguir algo de beber que te adormeciera finalmente, pero te detuviste frente a la puerta y con tu brazo sano saliste de la habitación avanzando solo un par de pasos hasta llegar a el cuarto de al frente dando ligeros golpes a la puerta de este con la cabeza mirando las pantuflas rosadas que tenías.

Se escucharon un par de pasos del otro lado de la puerta antes de que esta se abriera mostrando a Jotaro quien en tu misma condición te observo en silencio.

—Perdón, ¿te desperté? —preguntaste.

Esbozaste una sonrisa que asemejaba más que nada a una mueca.

—No, no podía dormir de cualquier modo —contesto el más alto antes de observarte. —¿Tu tampoco?

—Le atinaste.

Ninguno dijo palabra alguna pero el pelinegro se hizo a un lado dejándote pasar y ambos terminaron sentados juntos al borde de la cama, uno al lado del otro mirando el suelo de la habitación como si fuera lo más interesante del mundo, dejaste apoyar tu cabeza en su brazo sano mientras dirigías tu mirada al frente en aquella pared blanca e impoluta que separaba la habitación del baño.

—¿No te hizo nada? —Jotaro rompió el silencio.

—No, nada grave —respondiste.

Te llevaste una mano al vientre en silencio viendo este permanecía vendado cuidadosamente, abriste ligeramente los labios para pronunciar una palabra pero en eso tus hombros tiemblan.

—Eso me alivia...

Siguieron en silencio hasta que la puerta se abrió y Polnareff entro con expresión cansada, expresión que cambio cuando les vio a ambos y esbozo una sonrisa forzosa.

—Eh, no sabia que estabais teniendo un encuentro romántico. —comento riéndose después.

—Polnareff —lo llamaste extendiendo tu brazo sano y a duras penas sonriéndole levemente.

El francés apretó los labios y camino rápido hacia ambos para abrazarles comenzando a derramar gruesas lagrimas en silencio mientras le acariciabas la espalda sin esperarte que Jotaro también se uniera al abrazo, apoyaste tu cabeza en el hombro de Polnareff y fue allí cuando comenzaste a llorar, estaban todos demacrados físicamente pero el dolor de perder a sus mejores amigos era peor que tener las costillas rotas, tendones cortados, huesos fracturados o hasta una herida que te atravesó el estómago.

Cuando se separaron, el de ojos azul marino se sentó junto a ambos en la cama uniéndose al silencio que de algún modo se hizo más ameno siendo que cuando llego Joseph con unas cervezas para todos el silencio prosiguió.

—Oigan —hablo el mayor alzando su lata de cerveza. —Hagamos un brindis.

—¿Por qué? —preguntaste comiendo una de las botanas que también había traído.

Todos estaban sentados en el piso sin importar lo frió que estaba.

—Por derrotar a Dio. —Respondió Jotaro.

—Por esos momentos que vivimos juntos. —Continuo Polnareff.

—Por Avdol, Iggy y Kakyoin quien hicieron esto posible. —Cerraste.

Y los últimos tres restantes del equipo chocasteis vuestras latas de cerveza sonriendo levemente, con una sensación algo agridulce que perduraría por el resto de sus días.

Por los crusaders.

Las circunstancias de la familia Kujo →「Jotaro Kujo」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora