Capitulo 37: FIN

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Narra Manuel

Cierro la puerta y me dirijo a preparar todo. No quiero torturarla, a mi padre le gustaría, pero no lo voy ha hacer. ¿El motivo? No lo sé. No me ha suplicado que no la mate, ella sabia que esto iba a llegar. Me ha plantado cara, y eso lo tengo en cuenta. Es una chica valiente, supongo

La he observado desde hace años, la he visto crecer, cambiar, toda su vida. Y sin que ella lo supiera. Es como si hubiera sido parte de su vida, pero sin que ella fuera consciente. Al fin y al cabo, da igual. Esto va a terminar.

Entro en mi sala de armas, cojo una pistola y me dirijo a donde se encuentra la chica, donde pronto va a ser ejecutada.

Abro la puerta y me la encuentro mirando al suelo con la mirada perdida. Me acerco a ella lentamente, pero ella ni se inmuta. Sus ojos los tiene rojos, ha estado llorando.

Me coloco en frente de ella y chasqueo los dedos en su cara. Ella ni pestañea. Levanta la cabeza y me mira. 

—Ya es la hora. Espero que hayas rezado o lo que se supone que se hace en estos casos.

Chasquea la lengua y me contesta:

—¿Me vas a torturar o algo similar?—su voz es débil.

—No, la verdad es que no.

—¿No? Mi padre mató a Nick ¡Un hombre que ni si quiera conoces! Eso se merece que me tortures, ¿no crees?—me espeta, casi en burla. Le lanzo una mirada furtiva; me esta obligando a alargar esto.

—No hagas que cambie de opinión. Y si, tienes razón, no conocía a Nick, pero mi padre si. Mi padre es el jefe de la banda—le digo con la voz firme, sin inmutarme. Si piensa que puede hacerme cambiar de idea, tiene mucha fe.

—¿Y donde esta tu padre ahora, Manuel? ¿Lejos de ti? ¿Viviendo una increíble a saber donde y tu haciendo el trabajo duro? ¿Sabes que? Prefiero que mi padre este muerto, a saber que a mi padre le importo una mierda y si me muriese no le diera la mas mínima pena.

Ya está, se acabó. No voy a permitir estas faltas de respeto y mas en una situación así. Me acerco a su cara y la cojo entre mis manos. Hago que me mire y le apunto con la pistola en la frente.

—Mira Sara, si no quieres que te dispare ahora mismo, si no quieres que te meta en una bala entre ceja y ceja, deberías cerrar esa maldita boca y no mencionar a mi padre.—le ordeno con furia, y ella cierra los ojos. Otra lágrima cae. Quiere hacerse la fuerte, pero se que está aterrada.

Un pitido se oye desde un barril, cerca de donde nos encontramos, interrumpiendo la escena: mi móvil. Me acerco a el, soltando bruscamente a la chica,  y veo que me esta llamando un numero desconocido. Puedo notar su mirada en mi nuca. Decido colgar.

Me acerco a ella para desatarle los tobillos, los cuales están ya bastante sueltos. Frunzo el ceño; no los recordaba así. La cojo de los brazos y la empiezo a guiar a una salida; aquí no puedo matarla. Necesito deshacerme del cuerpo sin problemas.

—Oigo olas.—comenta temblando.

—Hay un acantilado.

—¿Ahí es donde vas a llevarme?—pregunta asustada.

—¿Prefieres que te queme viva?—digo sarcástico y puedo notar como traga saliva con fuerza. Acaba negando.

Cuando llegamos a el, la coloco de rodillas cerca del borde, con las manos atadas en su regazo. El viento soplaba bastante fuerte, haciendo que el pelo de Sara se agitara, tapando su rostro a veces. En cuestión de segundos, todo acabaría, habré cumplido mi misión, causando un gran orgullo en mi padre.

Con mi pistola, me acerco lentamente a ella y apunto a su cabeza. No hay marcha atrás, cuanto antes termine, mejor. Una de otras muchas víctimas más.

—¿Estás seguro de esto? No te culpo por lo que vas ha hacer, piensas que es lo correcto pero deberías de recapacitar...—comienza diciéndome, intentado que cambia de idea. Ay, cariño, si fueras la primera persona que me ha dicho eso...

Cojo con más fuerza la pistola y niego con la cabeza.

—No hay vuelta atrás.—sentencio.

Oigo una sirena, una sirena de la policía. Miro a todos lados, intentado visualizarla, y luego a Sara. Y ahora lo entiendo, los tobillos casi sueltos, el número desconocido... Será zorra. ¿Cómo ha sido capaz? ¿Qué ha hecho?

—Manuel, delata a tu padre. En el juzgado.—me dice casi gritando, mirándome suplicante.

—Eres una zorra, no te vas a salir con la tuya...—comienzo diciendo, con el pulso acelerado, ya que veo como el coche se acerca, y empiezan a salir guardias. No puedo escapar, se acabó. Pero aunque mi pulso no es el mejor, disparo.

No le alcanza, solo la asusta. Otro disparo mientras escucho como corren hacía mi; consigo darle en el hombro, pero nada mortal.

Antes de que pueda salir corriendo, la policía llega, y me ponen una pistola en la espalda. Me pongo de rodillas en el suelo, con la pistola del policía en mi cabeza. Me esposan y me llevan al coche del policía. Todo ocurre demasiado deprisa, demasiado rápido. Perdí. Fallé.





Miradas y Secretos. {Editando}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora