Capitulo 9

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—Deberías llamar a tu primo, ¿no crees?—me dice Lucas cuando entramos a su casa, la cual es propiedad de sus padres, pero ellos llevan meses sin venir. No ha cambiado nada: sigue igual de acogedora que siempre.

 —Prefiero no hablar con el, no ahora.

Me mira extrañado, pero asiente. Me quedo parada en el pasillo, abrazándome a mi misma, todavía con frío. El cierra la puerta y deja su abrigo en el perchero.

—Siéntate en el sofá. Te traeré ropa nueva.—me dice, y desaparece subiendo las escaleras.

Camino al sofá lentamente, como si mis piernas fueran hormigón. Cuando llego, me siento y resoplo. Pestañeo varias veces, pensando todavía en las palabras de mi primo. ¿Y si mi madre esta viva, en alguna parte? ¿Por que no se quedó conmigo? ¿Por que nadie me contó nada? ¿Tan débil piensan que soy?

—He intentado buscar ropa de Isabela, pero ella es mucho mas baja que tu, así que no creo que te valga. Te he traído una sudadera mía y unos pantalones de pijama que me vienen pequeños. Puede que te valgan.—me informa Lucas mientras que baja por las escaleras. Me giro para mirarle, y veo la ropa que trae en sus manos.

—Me las arreglaré, gracias.—le contesto y me levanto nerviosa e incomoda. No debería haberle abrazado, ni llorar en su hombro, ni estar aquí. Seguro que esta pensando que estoy loca, ya que no sabe porqué estaba en medio de la calle, ni porqué estaba llorando como un niño perdido en un supermercado.

Me da la ropa y yo sonrío falsamente.

—Preparé té.—dice y yo asiento. Paso por su lado, para ir al baño a cambiarme. Me se las habitaciones de su casa de memoria.

Me giro lentamente hacia y lo miro frunciendo el ceño.

—¿Quien es Isabela?—pregunto, tímidamente, presionando la ropa contra mi pecho.

—Isabela es mi novia. Ella ha venido conmigo, por eso su ropa está aquí, pero no se encuentra aquí.—explica y ladeo la cabeza.—Quiero decir, esta con su hermana. Vive cerca de este pueblo. Mañana vendrá.—termina y yo asiento. Me doy media vuelta y vuelvo a dirigirme al baño, con algo creciendo dentro de mi, rezando porque no sean celos.

[...]

—Esta delicioso.—le digo a Lucas con el té entre mis manos, después de beber. Estamos sentados e el sofá, cada uno en una punta, enfrente de la chimenea. Las llamas naranjas se reflejan en nuestros rostros.

—Gracias.—susurra y me sonríe sin ganas, como si no quisiese hablar. Esto ya no es incomodo. Es relajante, algo que me viene de perlas.

Seguimos así unos minutos, tapados con mantas, observando el fuego y oyendo la lluvia (que antes era nieve), y bebiendo de nuestras tazas. El pantalón que me ha dejado me viene un poco grande, y con su sudadera, parezco un saco de patatas.

—No quiero agobiarte, pero...—interrumpe Lucas, y hago un intento por no rodar los ojos.—me gustaría saber porque estabas así.

—Oh.—musito y me enderezo en el sofá. Lo miro y el hace lo mismo que yo. —He tendido problemas familiares. Algo pasajero, no te preocupes. Nada importante.—le contesto esquiva, intentando no darle importancia.

—No parecía que fuese "nada importante".

—Lo es.

—No te creo.

—No lo hagas.—respondo molesta, haciendo una mueca, y bebo del té. El sigue mirándome. No va a parar hasta que se lo cuente; es muy persistente.

—¿Ya no confías en mi?—me pregunta, elevando una ceja.

No confío en nadie.

—No es eso.

—¿Entonces?

—Simplemente no quiero hablar del tema.—le digo, con todo cansado. No quiero seguir hablando. Esta es una de las razones por las que Lucas y yo rompimos: no podías guardarte nada, porque el no te dejaba. Quería ayudarte, aunque tu no quisieras, y era agotador.

—No quieres de hablar del tema porque es serio y te preocupa.—contraataca, y deja su taza en el suelo.

—Lucas, es suficiente.—le digo, intentando sonar tranquila.

—¿Por que llorabas? ¿Por que estabas ahí sola? Sabes que puedo ayudarte...—empieza diciendo, como si de un psicólogo se tratase, y no puedo dejar que siga hablando, asi que le interrumpo:

—Mi padre fue asesinado mientras que estaba de servicio y no se si mi madre sigue viva. Daniel lo sabía y nadie me dijo nada.—suelto mecánicamente, mirándole a los ojos fijamente. Se revuelve incomodo en el sofá, haciendo que nuestros pies se rocen.

—Yo no...—dice titubeante, e intenta acercase a mi, pero yo me aparto sutilmente. No quiero abrazos, o palmaditas en el hombro.

—No quiero hablar del tema, no por ahora. ¿Puedo dormir aquí esta noche?—pregunto, intentado que no diga nada mas del tema.

El asiente, con la boca entreabierta. Yo dejo mi taza en el suelo y me acomodo en el sofá, colocando mi cabeza en un cojín, de perfil, estirando mi cuerpo, hasta llegar al de Lucas. El se levanta del sofá y se acerca a mi, sentando de cuclillas.

—Puedes dormir en la cama de invitados.—me propone, mirando mi rostro, buscando alguna señal de tristeza, pero intento mantener mi semblante serio.

—Aquí estoy bien.—sentencio—Buenas noches, Lucas.—digo y cierro los ojos. Se que el sigue mirándome.

—Que descanses, Sara.—susurra y la forma en la que dice mi nombre me recuerda a todas las veces que lo hizo en el pasado. 

Después de unos segundos se va, y me deja en el sofá.


Miradas y Secretos. {Editando}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora