#8

339 43 15
                                    


<Kagome>

Uno, dos, tres, cuatro, cinco...
Tic tac, tic tac, tic tac...
Clock.  Clock. Clock.

Era lo único que podía oír a lo lejos. Intenté abrír levemente mis ojos y la lumbre del día me lo impidió, pero no era sólo eso, si no el punzante dolor de cabeza  que me dió de lleno al intentar incorporarme en la cama.
Mis párpados pesaban y mi rostro dolía de una forma considerable.
En realidad todo dolía.

Tic tac, tic tac. Ese sonido y el de las malditas agujas del reloj, me estaban matando.
Juro que nunca odie tanto un reloj en mi vida.
Mi cuerpo no respondía, parece que no recibe las órdenes que le manda mi cerebro, así que de apoco comienzo a articular cada parte. De a poco, poco a poquito.
Me sentía sucia, inmunda y nefasta . Pero el verdadero golpe a la realidad, me lo di cuándo logré llegar a las rastras al baño y pude observar mi reflejo en el espejo.

Tenia una fuerte contusión en mi rostro, por debajo de mi ojo derecho, se estaba tornando de un color verde con morado y tenía mi mejilla roja e inflamada. También tenía la comisura de mi labio con sangre reseca y el mismo partido. Sonreí a mi reflejo por eso.

El muy maldito me tenía como una puta muñeca de trapo.
Cuando volví a recuperar mis cinco sentidos, lo golpeé con todas mis fuerzas logrando dañarlo. Pero no bastó.  Entonces su puño impacto sobre mi boca y me volvió a derribar una ves más.
El agua caia con furor sobre mí cuerpo, me froté fuerte, muy fuerte, tanto que mi piel se tornó rojiza, me estaba haciendo daño y no lo sentía. Lo inmundo no se quitaba, por más que ya no hubiese donde lavar. Las marcas, los arañazos, sus morbosas mordidas talladas en mi cuerpo. No me di cuenta cuando caí de bruces al suelo y  de un momento a otro comencé a llorar.
Era una, dos, tres lágrimas.  Pero de golpe me ví gritando y de mi fluia un torrente a cántaros, golpeaba con mis puños la maldita pared con rabia, colera, furia e indignación.

No sabía que hacer, a quién recurrir o con quien podía verdaderamente contar. Tenía terror, ese pánico del que no se puede explicar, pavor que las personas que me rodean, no sean capas de comprender o recapacitar conmigo esta difícil situación.  Miedo de perderlos por no querer afrontar esta realidad a su lado, o que quieran tomar venganza por mano propia sin meditar el peligro que eso conlleva, tanto para mí,  como para los míos.

《Estoy aterrada 》

Una mosca que revolotea se asoma al esquinero de una de mis ventanas, de pronto queda atrapada en una pequeña tela de araña. Desesperada, puedo ver  como comienza a aletear más fuerte, pero lo lo único que logra era enredarse más y más en la misma. Y allí se ve, agazapada, su enemiga la araña... en un rincón, disfrutando de su dolor, de su desesperación, de su lenta agonía. Sin apuros por devorarla, porque sabe muy bien  que no hay forma alguna de que se escape de su red. Asi de simple como eso, vi la claridad, esa mosca era como yo, y esa araña él, el maldito Onigumo.

Las horas pasaban y yo no me quería enfrentar al mundo . No me quería levantar. No quería ir a clases.
Definitivamente no asistiría.
Tampoco podía visitar a mi madre en este estado y mucho menos a Kathia...definitivamente tenía una escusa que inventar.
Así que sólo me dispuse a seguir durmiendo, al menos parte de mis sueños me daban paz...y pensar en ella me daban la pauta de que hacía lo correcto, aunque no lo sintiese así.
Por la tarde al despertar, observé mi celular que se encontraba en el esquinero de mi cuarto. El maldito aparato no había dejado de sonar toda la tarde, habia olvidado silenciarlo y no quería hacerme cargo de nada. Y no lo haría.
Me acerqué a la mesita ratonera y lo tomé a escondidas como si me sintiera observada, quizás así era.

-¿Qué estas haciendo?- me reprendí a mi misma. Si sabía por largas y repetidas veces, que luego que esa escoria hacía su acto de aparición, no volvía hasta tiempo después.  Pero había algo que me decía que iba a regresar pronto. Y eso me turbaba aún más.
Y como lo pensaba y veía venir. Seis llamadas de Inu . Diez de Hiten y Renkotsu. Tres de Seshomaru y quince de Bankotsu.
Bankotsu...
El poco tiempo que pase a su lado anoche fué simplemente espectacular mas aún cuando estuvimos rememorando momentos que compartimos juntos. Las risas,  los gestos sinceros y charlas sin rumbo alguno.
El reencuentro de anoche fué como un dulce bálsamo para mi malestar, un bálsamo que por momentos borró toda herida y todo rastro de dolor. Y verlo ser una persona tan grandiosa me recordó que yo no estoy a su altura. Que él ya tiene una vida ajena a la mía, una dónde yo no encajo en sus planes a futuro. Una dónde no me conviene estar.

&quot;Mi Orgullo Mí Perdición &quot;Donde viven las historias. Descúbrelo ahora