Una hora libre... diferente

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(Foto multimedia: Hipocampo)

*Narra Anna*

Me agaché con cuidado para coger mis zapatos que estaban debajo de la cama. Aunque en seguida me arrepentí de haber hecho ese gesto. Me dolía horrores el cuello por las espantosas noches que pasaba sin poder dormir, y todo por culpa del maldito huevo.

Desistí de la idea de coger mis zapatos de siempre, y me puse unas sandalias que tenia de repuesto. Agradecí que no estuvieran manchadas ni sucias, ya que me acababa de duchar.

Salí rápidamente de la habitación para ir al Gran Comedor, porque tenia un hambre enorme. Bueno, como siempre, pero esta vez si que mi cuerpo necesitaba el alimento y no era ningún capricho. A penas había comido esta semana, por el maldito huevo y sus asquerosos ruiditos de... bueno, ya sabéis. Me ponían nerviosa y intentaba callarlo pero la última vez que lo intenté, casi me lo cargo. Y lo menos que quería en este momento era tener mas problemas que resolver, porque no creo que reparar un huevo de hipocampo sea un hechizo que pueda encontrar en mi libro de conjuros.

Uno de mis problemas, es Jack Skinner, un compañero pésimo. Un ravenclaw que se creía el centro del mundo, cuando no mas que un simple estudiante idiota y egocéntrico. Y no se que le debe pasar, que siempre va por ahí ajustándose su corbata todo el maldito día! No se si es para parecer sofisticado, o formal, o solamente quiere aparentar el cerebro que no tiene, pero solo consigue ponerme de los nervios. Y es que aveces me dan ganas de cojera y ajustársela tanto que se muera ahorcado.

Desde que Hagrid nos dió el huevo lo he cuidado YO SOLA todo el tiempo, porque Skinner siempre decía con su sonrisa impertinente "¿Para eso está la mujer, no?". Maldito machista, hijo de...

Pero esto va a cambiar, no voy a permitir que prácticamente me obligue a cuidar del huevo, y él se vaya de rositas. No, no, y no.

Sin darme cuenta, ya estaba en la entrada del Gran Comedor, donde había muchos alumnos hablando en grupos de 2 o 3 sobre cualquier cosa, como todas las mañanas.

Entré al comedor, donde se respiraba un aire acogedor y mágico, además del olor del pastel al que tanto aprecio le tenía.

Benditos sean los elfos de Hogwarts y bendita su comida.

Caminé hasta la mesa de Gryffindor, cuando me di cuenta de que el color azul destacaba entre el escarlata.

-¡Skinner! -le llamé- ¿Puedes venir un momento?

-Lo siento, Wood. -ignoró lo que acababa de decir mientras se acercaba- Pero ya tengo una cita para este sábado

-Felicidades -respondí llanamente con tono frió-, ¿me puedes decir cuando te tocará cuidar del huevo?

-Ya te dije que mañana -respondió ajustándose su corbata. Te juro que como lo haga otra vez se la corto y se la pego en la frente.

-Lo sé, ¿pero sabes cual es el problema? -empezaba a perder la paciencia- Que en teoría me dijiste eso hace cinco días, y el día después de ese, y el siguiente, y ayer. Empiezo a estar harta de que pases del trabajo

-Es que, ¿quien mejor para hacerlo que tú? -sonrió

-Pues no lo se -dije irónica- Quizás si lo cuidarás tu, en vez de tocarte la nariz todo el santo día, podría al menos dormir!!

-Es que estoy ocupado, Wood. Ya te dije sobre la cita.

-¡¡Me tienen sin cuidado tus citas!! -dije clavandole mi dedo índice en su pecho- Solamente quiero que estés por el huevo al menos un fin de semana!! ¿Es tanto pedir?

-Si quieres -empezó ensanchando aún mas su sonrisa, cosa que no me gustó en absoluto-, podríamos quedar para cuidarlo. ¿Qué me me dices?

-Te digo que -respiré intentando aguantar mis ganas de convertir su cara en la de una gallina-, cómprate un hipogrifo con ese dinero asqueroso que tienes y piérdete.

Te amo, Lily EvansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora