One Shots Tony Stark

Red Velvet

Rhodey era una persona sencilla, sabía lo que quería y cómo lo quería.

Su mente era ordenada y regida por la lógica, al contrario de Tony, quien era un completo disparate sin pies ni cabeza.
Ni siquiera sabía cómo dos personalidades tan diferentes como las suyas habían podido formar una amistad tan duradera.

Creyó que se separarían al graduarse del instituto y cada cual seguir con su camino. Pero no, al parecer la distancia fortaleció su lazo.

Rhodey solía estar ocupado todo el tiempo, por lo que le sugirió a su amigo que contrate a una asistente, tal vez la búsqueda le tomaría tiempo, tal vez termine con el genio encamandose a la chica. La cuestión era que ocuparía un poco de aquel tiempo que tanto le sobraba a Tony.

Y tuvo razón, tras una semana de leer currículums -cabe decir que su amigo se tomo el detalle de leerlos por su cuenta- aquella pelirroja apareció. Y con ella el inicio de su propio fin.

En cuanto a Virginia Potts, pocas cosas destacaban en torno a ella. Su lengua mordaz, que extrañamente mas que irritar al genio lo hacía reír, y su seco sentido del humor. Tony se desvivía charlando con ella y contándole escandalosas bromas en vanos intentos de hacerla reír. Cabe decir que jamás tuvo éxito.

Por su parte, se la encontraba pocas momentos a la semana, generalmente cuando iba a la oficina de su amigo o las veces en que coincidían en la casa de Stark.

Solo eso basto para que Rhodey supiera que había algo que le atraía de aquella mujer. Tal vez era su ingenio al responderle al genio sin inmutarse, o sencillamente su apariencia, seria y formal, pero con un brillo misterioso en los ojos.
No sabía que era, por lo tanto la atracción que sentía por ella la oculto bajo pesadas capas y le resto importancia, estaba demasiado ocupado ascendiendo cargos para hacerse cargo de sentimientos sin importancia.

Fueron cosas sin sentido que poco a poco tomaron forma, un roce entre sus manos, breves saludos que compartían al encontrarse, aquella vez que terminaron viajando en el mismo auto. Era siempre aquel sentimiento extraño que lo envolvía, cálido como un fuego en invierno.

Supo que aquella mujer le gustaba un día de primavera. Enamoramiento? Era una palabra muy fuerte, pero tal vez. Que podía decir, la pelirroja le atraía en todos los sentidos, a veces se sorprendía a sí mismo pensando en ellos dos juntos.
Pero estaba demasiado ocupado para encargarse de sentimientos. Y de todas maneras ni siquiera sabía si la mujer se sentía de la misma manera.

[...]

Aquel asilo se podría decir que era deprimente, tal vez por el ambiente en general, cargado con una sensación de muerte y olvido, pero lo sabían esconder bien, con flores por todas partes y enfermeras sonrientes y alegres. Pese a esto, a Rhodey no dejaba de incomodarle aquel entorno cada vez que visitaba a su anciana madre.

-Ya estoy vieja James -la voz que un día le trajo tantos regaños ahora sonaba temblorosa- Y sigo esperando que te enamores y me des nietos.

-Estoy muy ocupado...

-Si si si, a fin de cuentas te enamoraste de tu trabajo Jamie, esperaba morir rodeada de niños regordetes, no de vejestorios sin dientes -Roberta le hablaba al viento- Pero últimamente hay algo diferente en ti, Jamie.

Los ojos de su madre lo analizaron, parecian taladrar su mente y sacar todos sus secretos a la luz. Nunca le había podido esconder nada a esa mujer.

-Es una mujer -exclamó, reclinandose sobre el sillon- Hay algo sobre una mujer, ¿no es cierto Jamie?

-Si -le sonrió- pero no.