Destino

16 - El precio de la desilución

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Despacio voy por tu cintura

Despacio y me detiene una duda

Si es que realmente merezco

Robarme a la niña

Y regalarte a la mujer

E inscribirme en tu ayer.

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Era el claro de un extenso bosque, hermoso, por cierto, más hermoso que cualquier otro lugar que había visto en su vida. Relámpago los dejó en tierra firme y luego volvió a la mágica dimensión de la que siempre venía cuando Latis lo convocaba. ¿Vivirá en la misma dimensión que mi mashin? Se preguntaba Hikaru.

El lugar era increíble. Había una hermosa cascada que desembocaba en un amplio lago de aguas cristalinas. Unos cuantos árboles de poco follaje y unas cuantas flores de colores, de formas extrañas, pero hermosas, completaban el paisaje. El lugar estaba en una especia de valle, por lo que no era sencillo llegar hasta allí. Habían estado todo el día recorriendo los lugares más hermosos de Céfiro, pero el espadachín había dejado lo mejor para el final.

-Lantis... ¡Es hermoso!

-Este es mi lugar favorito en todo Céfiro, mi lugar secreto.

-¿Secreto? ¡¿Me trajiste a tu lugar secreto?!

-No quiero que haya secretos entre nosotros. A partir de ahora este será nuestro lugar especial. - Hikaru sonrió a más no poder y lo abrazó con fuerza.

-Pasaron el resto de la tarde sentados en el césped, junto al lago. Conversaron sobre sus vidas, sus gustos, de las cosas que tenían en común y de las que no... Si había tantas cosas que uno no sabía del otro, entonces ¿Por qué se amaban tanto? Si quieres a alguien, y no sabes porque, eso es amor. Eso solía decirle su mamá cuando pequeña.

-¿Y qué has hecho todos estos años? - preguntó por fin Hikaru... Esa era la pregunta que había tenido atragantada en la garganta y la duda que le invadía el corazón desde aquel día, hacía ya diez años, que le había confesado su amor.

-Sólo... he tratado de pasarla lo mejor posible...

-¿Intentando olvidarme?

-Jamás lo he intentado... Jamás quise olvidarte.

-Pero has estado con otras mujeres. - Latis se incomodó con la pregunta. Y eso no pasó desadvertido por la pelirroja. Ella sonrió intentando aligerar la pregunta. - ¡Vamos! Puedes decirlo con confianza... No soy la pequeña inocente que conociste... Sé que, ante todo, eres hombres, y hay cosas que simplemente está en tu naturaleza. - El espadachín miró a su pequeña pelirroja. ¿Qué cosas desagradables había vivido en todo ese tiempo como para pensar así de los hombres? - Bueno, tú ya sabes que yo si he tenido novio... Y la verdad es que me da mucha rabia la forma en que te enteraste. Pero él no fue el único, aunque si fue él que más cerca estuvo de lograr lo imposible... que te olvidara... Y eso es lo que más me da bronca... Él realmente me engañó. Aun así, Latis, nadie, absolutamente nadie pudo hacerme sentir lo que tú...

-Pues yo... Si he estado con otras mujeres, he tenido muchas aventuras... Pero eso no importa, ninguna ha significado nada para mi...- Hikaru sonrió y luego le dio un tierno beso en los labios. En su fría e inexpresiva personalidad eso era toda una declaración, una confesión de que jamás habría nadie que pudiera llegar a amar más que a ella. Latis torció un poco su cuerpo para quedar cara a cara, la tomó por la cintura y convirtió el tímido beso de Hikaru en un apasionado beso de amor. Entonces Hikaru rodeó su cuello con sus brazos. El día había sido perfecto, el problema era que ahora que se conocían más ya no había vuelta atrás, se amaban demasiado y se deseaban aún más. Las manos del espadachín comenzaron a acariciar la espalda de la pelirroja, como si no pudiera controlarlas. ¿Qué hacer? La había necesitado demasiado. Y la deseaba aún más, deseaba su cuerpo. Después de todo, ella tenía razón, era hombre. Ella comenzó a mordisquear sus labios y eso acabó por enloquecerlo. El calor comenzó a invadirlo, quería arrancarle la ropa y hacerla suya ahí no más. Comenzaron a besarse con desesperación, mientras sus manos bajaban a la espalda baja de la joven. Fue entonces cuando se dio cuenta de lo que estaba a punto de pasar, y se detuvo de repente, disminuyendo la intensidad de su beso, hasta separar sus labios de los suyos.