27 - Traición

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La luz del sol se filtraba a través de las finas cortinas blancas. Hacía días que el sol no brillaba con tanta intensidad. Ella descansaba su cabeza sobre su pecho, mientras los dedos de él jugaban con sus largos cabellos celestes. No habían casi dormido esa noche.

-Ya deja de preocuparte, sirena. Ella estará bien. Está en buenas manos.

-Tú no lo entiendes. - Umi levanto su cabeza y lo miró a los ojos. - Tú no sabes lo que es perder un hijo. El hecho de que aún no lo hayas conocido no lo hace más fácil. - sus ojos se llenaron de lágrimas. Claro, ella si lo sabía. - No quisiera que ella pase por eso. - Él besó sus labios. -¿Qué tanto confías en él?

-Más que en mí mismo.

-Dijiste que tenía dudas. Qué no creía estar listo para ser padre. No quiero que la lastime.

-No lo hará

-¿De verdad crees que podrá convencerla sin decirle lo que está pasando?

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Salió de su cuarto y se encontró al espadachín sentado en la ventana, justo al frente de su alcoba. Observaba el hermoso cielo azul del día que apenas comenzaba. Se quedó parada, en silencio. Aún estaba molesta por su actitud.

-¿Qué haces aquí?

-Quería hablar contigo. Pero no quería despertarte. - Hikaru no contestó, pero él pudo ver en sus ojos que estaba molesta. - Lo lamento, Hikaru... ¿Te encuentras bien? - pregunto al ver que no tenía un buen semblante.

-No he dormido bien, eso es todo. - dijo fríamente, algo inusual en ella.

-Hikaru... sólo quiero que sepas que jamás dude de ti. Pero me molestó el modo, hubiera querido que seas tú la que me lo diga. – Hikaru bajo la mirada. Mantuvo el silencio por un largo rato.

-Lamento que te hayas enterado de esa forma. Ni siquiera sé cómo él lo supo. Temía como pudieras tomarlo, siempre has sido libre, nunca has permanecido demasiado tiempo en un lugar. Y temía que quieras evitarme luchar. O los demás. Temía que Umi y Fuu quisieran librar la batalla que se avecina ellas solas. - Latis se separó de la ventana y se acercó a ella.

-Quisiera que vengas conmigo. Quiero llevarte dónde puedan ver si todo va bien. - Hikaru se sorprendió un poco por ese pedido.

-¿Una matrona?

-No exactamente. Es una doctora de Autosam, y tiene un aparato por el cual podrás ver al bebé y escuchar sus latidos. - ¿Un ecógrafo? Pensó Hikaru, jamás pensó que podría hacerse una ecografía estando en Céfiro. Aunque no le sorprendía de Autosam. Probablemente sea muchos más avanzados que los que había en la tierra.

-¿Por qué quieres llevarme con ella?

-Sólo quiero saber que ambos están bien. - Hikaru prefirió no seguir preguntando. Aún seguía molesta, pero la idea de poder escuchar los latidos del corazón de su bebé le agradaba. Así que decidió aceptar.

Neo Autosam no quedaba lejos del palacio. A bordo del caballo de Latis llegaron en un santiamén. Hikaru estaba fascinada. Las casas eran tan diferentes al resto de las aldeas. Era como tener un pedazo de Autosam en el mismo Céfiro. Siempre había deseado conocer el planeta de su querido Águila. De cierta forma sentía que lo estaba haciendo. Las casas tenían formas redondeadas. Como iglúes, pero en tamaños más grandes y de materiales similares al metal terrícola. Algunas llegaban a tener dos plantas. Los caminos eran de roca sólida y hasta había faroles con los que parecía ser electricidad. La aldea estaba algo vacía. Claro, recordaba la evacuación cuando los problemas habían comenzado. Pero aún había algunas personas que habían decidido quedarse. Drula era una de ellas. Ella había elegido exiliarse en Céfiro para llevar su medicina a gente que la desconocía. Amaba su trabajo, amaba hacer sentir mejor a las personas. Sentía que la tecnología de Autosam podía servir de mucho a un pueblo que solo conocía de pociones y hierbas medicinales. Por esa misma razón no había querido irse en la evaluación. A verla llegaba gente de todas las aldeas. Para los cefirianos sus aparatos y su laboratorio eran toda una novedad. Ella podía saber lo que más personas padecían, y sin saber de magia. No era obstetra (o lo que sea que fuera su equivalente en aquel planeta), pero muchas mujeres embarazadas llegaban a verla. Ver al bebé en el interior de sus vientres era como un sueño hecho realidad para la gente de las aldeas.

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