23 - Mamá

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Le temblaba la mano, le temblaban las piernas, le temblaba el alma. Sostenía el alargado utensilio con cierto miedo, esperando ese resultado, ese resultado que podía cambiarle la vida para siempre. Y allí estaba, dos rayitas perpendiculares en color rosa tenue, pero bien definidas. El corazón le latía a mil. Si no hubiese estado sentada sobre el inodoro, tapado, probablemente hubiera caído de la impresión. Quería llorar, aunque no sabía si de tristeza o de felicidad. Aun no entendía, no entendía lo que sucedía. No podía ser posible. Tenía que haber un error. ¡Si! Un error, eso era. Pero, ¿y entonces? ¿Por qué su periodo no llegaba? ¿Por qué de repente se sentía tan extraña? Tal vez porque estaba pasando por demasiado estrés. La facultad, un mundo nuevo, demasiado que leer, sus padres, él y su ausencia. ¿Podría todo eso estar afectando?

-¡Fuu! ¿Qué haces ahí encerrada? ¿Te encuentras bien?- escucho desde el otro lado de la puerta. Como pudo envolvió la prueba casera con papel higiénico y la tiró al cesto de basura.

-¡Si Estoy bien!- dijo intentando que su voz no sonara afligida.

-¡Entonces sal de ahí, necesito usar el tocador!

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-Realmente lamento que tu madre no haya sabido comprenderte, cariño. Ella siempre ha tenido un carácter muy fuerte. ¡Pero seguro cuando conozca a su nieto estará feliz y sabrá perdonarte!

-Dudo mucho que eso ocurra, nana.- dijo tocando su incipiente panza.- Tampoco crees que ocurra, la conoces mejor que yo. Pero agradezco que quieras hacerme sentir mejor.- la anciana sonrió, engañarla siempre había sido tarea difícil. Besó su frente y luego tocó su panza.

-No te preocupes, todo estará bien. Yo cuidare de ustedes.

-No tengo como agradecerte. Prometo que te recompensaré apenas pueda conseguir trabajo y retomar mis estudios.

-Mi única recompensa es verte feliz, mi reina... Ahora voy a preparar algo rico para cenar.- la anciana se levantó y se dirigió a la cocina. Ella volvió a tocar su vientre, mientras la observaba alejarse. Realmente amaba a ese pequeño ser que se formaba en su vientre, pero mientras más crecía el amor hacia su retoño, más crecía el odio hacia Ferio, por haberla dejado sola, por no estar e ese momento tan especial.

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Acostada en la camilla, con su blusa en alto, observaba emocionada la pantalla. Su bebé ya estaba muy grande y desarrollado. Él le tomaba la mano con dulzura. Parecían una feliz pareja. Había insistido tanto en ingresar que no había podido negarse. Era la primera ecografía en la que no estaba sola.

-Bueno, el bebé está muy bien. ¿Les gustaría saber el sexo?- preguntó el ecógrafo.

-Claro que si.- dijo Fuu emocionada, aunque ella estaba segura de que sería niña.

-Bueno. - dijo moviendo un poco es escáner.- Es una niña.- una enorme sonrisa se formó en el rostro de Fuu, al mismo tiempo que una lágrima traviesa escapaba de sus ojos.- ¡Felicidades! Y usted, caballero, espero no sea muy sobre protector con su hija.- comentó. El rostro del joven claramente denotaba sorpresa, aunque le encantaba que la gente pensara que él era el padre

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-¡Es tan hermosa! Me recuerda a ti cuando eras apenas un bebé.- comentó mientras observaba fijamente a la pequeña que llevaba en brazos.

-Si, no puedo parar de contemplarla. Aunque me aterra pensar que no seré una buena madre.

-Serás la mejor de las madres.- dijo devolviéndole a la niña.- Cometerás errores, claro, todos lo hacemos, pero lo importante es que la ames sin condiciones.

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