26 - Heredero

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La pequeña de cabellos dorados dormía plácidamente. Estaba agotada después de semejante consumo de energía. Fuu la observaba casi hipnótica, sentada al lado de su cama, mientras acariciaba su cabeza con dulzura. Ferio permanecía de pie detrás de ella. Aún estaba confundido con todo aquello que había sucedido. Y también estaba algo adolorido por el ataque del dragón. La culpa no lo dejaba en paz. Ella lo había salvado. No solo eso, ella lo había curado. Pero él era su padre, él era quien debía protegerla. Aún no entendía cómo había salido del palacio sin que nadie lo noté.

-Yo... lo siento tanto Fuu.- se animó, por fin a decir. Pero no recibió respuesta de la rubia. Aún seguía molesta. Ni siquiera había podido cuidarla durante un par de horas, ¿Cómo pretendía ejercer su rol de padre? Ferio comprendió el silencio. Sabía que se lo merecía. Prefirió no decir nada más. Salió de la habitación sin decir palabra. Ella lo noto, pero ni siquiera volteó. No tenía deseos de pelear con él. En ese momento lo único que le preocupaba era ese poder del que su mashin le había hablado. Ese poder que se había despertado en ella. Ella había logrado acabar con un dragón con solo la magia del viento, aun cuando ellas mismas habían tenido que desenfundar armas ante la ineficiencia se sus poderes con esas criaturas. Ella había curado una herida casi mortal en Ferio. ¿Sería posible que su poder de curación sea aún más poderoso que el suyo? ¿Acaso ella era consciente de lo que había sucedido allí afuera?

Recordó las palabras se su mashin: "solo tú puedes enseñarle a controlar sus poderes" Pero, ¿cómo hacerlo? ¿Si ella misma no era consciente de los propios?

En la sala del trono, el gran mago esperaba la llegada de su mejor hombre. Lo había contactado por medio de la telepatía y sabía que estaba por llegar de un momento a otro. Volteó de prisa al sentir que la gran puerta se abría. Pensó que ellos habían vuelto, pero en realidad era ella.

-Umi.

-Dime qué has hablado con él. - el mago asintió.

-Ya no te preocupes, ella está bien. - Umi se acercó a él. En cierta forma saber que Hikaru estaba a salvo la aliviaba un poco. Pero aún había cosas que le preocupaban. – Deberías descansar un poco, no tienes buen semblante. - Clef se acercó y tocó su vientre. – Umi sonrió. Le encantaba que hiciera eso. Él lograba que todos sus miedos se esfumaran. El hacía que el tiempo se detenga y que nada sea más importe.

-¿Sabes? Ni en mis sueños más locos de mí adolescencia hubiera imaginado esto. - Clef sonrió también y beso tiernamente sus labios. En ese momento la puerta volvió a abrirse dando paso al comandante de la guardia real.

-Lamento interrumpir...- dijo Latis algo abochornado.

-Latis! ¿Hikaru dónde está? – se apresuró a preguntar Umi.

-Ella... estaba algo agotada, así que decidió ir a su cuarto. – Umi salió de la sala sin de decir nada más.

...

Llegó a la habitación de su amiga en un santiamén. Entró sin siquiera llamar a la puerta. La encontró sentada en su tocador. Corrió hacia ella a abrazarla.

-Karu-cham estaba muy preocupada por ti. ¿Dime cómo te encuentras, te hicieron algo? - Umi se agachó para poder verla a los ojos.

-Estoy bien, sólo un poco... cansada...

-Y... ¿y el bebé? - preguntó tímidamente. Hikaru se sorprendió. – Si, lo sé, no importa... sólo quiero saber si están bien. – los ojos de Hikaru se llenaron de lágrimas.

-Lamento no haberte contado.

-Está bien, Karu-cham, te entiendo. – Umi se puso de pie. – Yo... tengo que decirte algo... yo... también estoy...- Hikaru se puso de pie. No había imaginado que su amiga también estaba embarazada. Antes de que pudiera terminar, la abrazó por la espalda, con fuerza. Se sentía fatal. ¿Ambas embarazadas de los hombres que las habían desvelado en la adolescencia? Ese tendría que ser el momento más feliz de sus vidas. Sin embargo, es ese momento, con todo lo que estaba pasando. Umi volteó a verla

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