Elisa Montero es una chica que desde muy pequeña quedó ciega, fue difícil aceptarse y acostumbrarse a lo que es. Gracias a su familia y amigos puede tener una vida normal de adolescente, asiste a la escuela, va a fiestas y sale con chicos... bueno e...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
XVIII: Cumpleaños en la playa.
Narra Elisa.
Inhalo una gran bocanada de aire al mismo tiempo que me incorporo con el corazón desbocado ante la pesadilla que culmino con mi cabeza estrellada en el cristal. Varios minutos transcurren hasta que mi pulso vuelva a su velocidad normal.
Estos días apenas he logrado dormir por lo que me hago una nota mental para en la noche prepararme un té de tila de esos que a mamá tanto le gustan.
El molesto sonido de la alarma no se hace esperar por lo que me tengo que destapar, levantar de la cama y apagar esa horrible cosa.
Sonrío. Oficialmente ya tengo diecisiete años y lo más importante es que hoy, como cada año, iré a la playa. No vamos seguido debido a lo lejos que queda, es toda una odisea llegar y si a eso se le suma el trabajo desorbitarte y absorbente que tienen mis padres es aun más complicado organizar una salida; por lo que siempre atesoro los momentos en los que mis pies desnudos están en la arena y las olas azotan contra mí en la orilla, de tan solo pensarlo quiero salir corriendo y gritar por toda la casa para que se despierten pero me contengo porque eso sería muy irresponsable de mi parte y mejor me preparo.
Me doy un baño rápido, más que nada para quitarme las sabanas de encima; lavo mis dientes, seguidamente me coloco unos shorts cómodos, una blusa de tirantes y un ligero abrigo por el fresco de la mañana, tomo la bolsa que había preparado con anterioridad y abro la puerta.
—¡Feliz cumpleaños! —grita mi familia.
Pego un mini brinco.
—¡Diecisiete años, cariño! —exclama mamá abrazándome y llenándome de besos y mimos.
—¡Mi princesa! No crezcas más por favor —Me tenso en cuanto escucho a papá pero como puedo ignoro la desconfianza que ahora me produce su cercanía; cuando me abraza le devuelvo el gesto aparentando normalidad o eso creo yo.
No sé qué pensar respecto a esa llamada, por un lado quiero creer que no entendí y malinterprete todo pero las palabras "¿... Mató a su socio?" me taladran la cabeza repitiéndose una y otra vez; lo peor es que no tengo el valor suficiente para preguntarle, no aún.
—¡Mi turno! Hoy cumple mi hermana favorita y la más hermosa —me abraza Erick efusivamente provocándome una carcajada.
—Como tienes tantas —ironizo.
—¿No puedes simplemente decir "Gracias, hermanito te quiero mucho por conseguir qué papá accediera a llevar a Lucas a la cena de hoy ¡Eres el mejor!"? —enfatiza eso ultimo. Me quedo sorprendida, a esas cenas muy apenas acudimos nosotros y comenzamos a poder cuando Erick tenía trece y yo doce a pesar de que la mayoría se suelen organizar en nuestra casa nos teníamos que quedar en nuestra habitación.
—¿Eso es cierto? —pregunto con algo de incredulidad al separarnos.
—Mientras el chico no moleste a nadie y tenga las manos lo más alejadas de ti, por lo menos en mi presencia, acepto —responde con evidente molestia papá, así que asumiré que fue mamá la que logro convencerle.