XVII: Ambición
Narra Lucas
He considerado la idea de decirle a mamá y alejarnos de todo esto. Una parte de mi, la sensata, quiere olvidar, alejarse de todos ellos y simular que nada paso, pero la vengativa, la que quiere justicia para mi padre, quiere quedarse... podría conseguir algo que ayude a Robert en el juicio.
Eso es lo que me ha detenido de decirle algo a mamá.
En estos dos días no me he podido sacar de la mente el rostro del hombre que hasta hace poco consideraba un tío, parte de la familia. Ver al padre de Elisa solo fue un recordatorio de que no puedo escapar o hacer como que nunca existió el pasado.
Ahora no se si todo ese tiempo, sus consejos y momentos con él fueron pura hipocresía o si la ambición puede corromper a tal grado de destruir una familia, mi padre era su mejor amigo y no le importo. Hasta el momento no se si se arrepiente, aunque eso me importa una mierda.
El padre de Elisa podrá no ser la causa directa de la muerte de mi padre pero dudo mucho que no conozca la clase de personas que son sus clientes, la finalidad de los documentos que les proporciona y más. Lo más seguro es que guare una copia.
—Carajo —susurro. El vaso de vidrio se me callo y uno de los cristales me corto el dedo corazón. Apenas un centímetro pero la sangre no se hizo esperar. Abro el grifo del agua y limpio la sangre que va saliendo, el chorro del agua sigue pero la sangre no cesa y las nauseas me invaden.
— ¿Qué ocurre, Lucas?
—Eh, nada, me corte por accidente —aparento normalidad, aunque en realidad el ardor en mi dedo me dificulta la concentración y el deseo de vomitar no desaparece de inmediato.
—Ay, hijo hasta pálido te pones ¿Por qué no tienes más cuidado?... Deja te paso un curita.
Después de esperar a que la sangre dejara de salir y que las nauseas desaparecieran, me puse el curita. Sí, soy patético. Para mis diecisiete años no soporto una pequeña cortada, pero en defensa de mi hombría, las manos son muy importantes, prácticamente todo lo manipulamos con ellas y el rosar mi herida con algo e infectarla no es la idea más tentadora.
Tengo la mirada fija en la casa de enfrente. Me doy cuenta del momento exacto en que Elisa sale con su mascota, y el hecho de que soy un estúpido acosador. La estaba esperando, consciente o inconscientemente la estaba esperando. Sin saber por qué, me levanto.
—Voy a salir un rato —aviso.
—Claro, Lucas. No llegues tarde y si ves a tu hermano dile que ya se venga, de cualquier forma voy a llamarle —pide. Esta siendo muy difícil educar a un preadolescente que odia el mundo y no quiere aceptar ninguna figura de autoridad, intento ayudar en lo que puedo pero creo que ahora me ve como el enemigo.
—Si, ma. Yo le digo si lo veo —prometo.
Salgo directamente tras ella, voy del otro lado de la acera y solo veo su perfil, va concentrada, no sé si contando las calles o sumida en su pensamientos. Cuando esta por cruzar la primera calle me acerco a ayudarla, sin importarme que me descubra siguiéndola, pero al ser consciente que no viene ningún coche me quedo en mi lugar, a un par de metros de ella.
Voy a la par, por cualquier cosa, aunque aquí todos parecen conocerse.
No se detienen hasta llegar al puesto de helados con el aparentemente único empleado. Se retira varios minutos después a una banca con toda la confianza puesta en el can.
Me debato entre irme o no. Ella no tiene la culpa, aunque puede saber algo... No sé cómo, cuándo o por qué pero cuando reacciono, estoy sentado junto a ella.
Una pequeña y sutil risita se le escapa mientras come de su helado.
— ¿En qué piensas? —inquiero curioso.
Da un pequeño brinco y casi tira el cono de la sorpresa. La mascota comienza a ladrarme.
— ¡Diablos, me asustaste! —reclama.
— ¿Algo que ocultar? —suelto sin medir mis palabras.
— ¿Cómo? —responde con otra pregunta, claramente confundida—. Silencio, Gala —el can obedece.
Tardo un par de segundos pero finalmente contesto: —Nada, solo bromeaba.
—Okey —responde escéptica y cuando creo que no lo va a dejar pasar cambia completamente de tema—. ¿Te gusta el parque?
—No es lo único —digo en tono coqueto.
Diablos, ¿así de bipolar soy? Primero la sigo, luego le reclamo y por ultimo coqueteo... más imbécil no puedo ser.
Se termina el helado.
— ¿Tus padres en que trabajan? —cuestiono ya sabiendo la profesión de su padre.
—Son abogados, ambos —dice con naturalidad—. Posiblemente hayas escuchado de ellos, son bastante buenos y no lo digo solo por ser su hija —sonríe ingenuamente. Son sus padres y dudo que comenten mucho de su trabajo, por lo que no puedo molestarme con ella.
—Vaya que si son buenos —intento ocultar el tono amargo.
— ¿Sucede algo? ¿Los conoces? —pregunta directamente y por alguna razón no quiero mentirle.
—No personalmente —admito— pero un familiar contrato a... —recuerdo, seleccionando mis siguientes palabras— tu padre, supongo y pues... creí reconocerlo la otra noche.
—Ah ¿y por eso te fuiste? —No me extraña que pregunte, apenas me despedí.
—No, nada que ver. Recordé que mamá me había pedido regresar temprano —Hablando de sus pedidos tengo que encontrar a Jack.
—Pues no cumpliste muy bien —bromea alejando un poco la incomodidad.
—Me regaño —Cuento a lo que ríe y eso me produce una sonrisa.
Terminamos caminando alrededor del lugar, después de decirle que ocupaba encontrar a mi hermano y que lo más probable es que estuviese por los al rededores, se ofreció a acompañarme.
Después de más de una hora buscándolo me doy por rendido y me prometo que si no está en casa cuando llegue, me sentare a hablar con él, ya es suficiente de su actitud, nadie lo está pasando bien y su comportamiento solo lo empeora.
Cuando estoy por despedirme en la acera frente a su casa, ella me interrumpe.
—Todavía faltan un par de meses —dice evidentemente nerviosa. Un sonrojo aparece en sus mejillas haciéndola lucir adorable, aunque bien podría ser por la caminata.— pero quería invitarte a mi cumpleaños...
—Por supuesto —acepto encantado, hasta que reacciono que ahí podrían estar sus padres— ¿Dónde será?
—En la playa, está un poco lejos y seremos pocos; las chicas, mi hermano y unos cuantos del equipo.
—Suena perfecto. —Pensé por un momento que sería otra fiesta, esto suena mucho mejor.
—Bien —aprieta la correa intentando controlar la incomodidad, pero es muy evidente que no lo logra—, te veo en la escuela.
—Adiós —me despido besando su mejilla. Se estremece.
Gira y puedo asegurar que si pudiera estaría corriendo lejos de mí.
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No soy ciega [✔️]
Genç KurguElisa Montero es una chica que desde muy pequeña quedó ciega, fue difícil aceptarse y acostumbrarse a lo que es. Gracias a su familia y amigos puede tener una vida normal de adolescente, asiste a la escuela, va a fiestas y sale con chicos... bueno e...