Elisa Montero es una chica que desde muy pequeña quedó ciega, fue difícil aceptarse y acostumbrarse a lo que es. Gracias a su familia y amigos puede tener una vida normal de adolescente, asiste a la escuela, va a fiestas y sale con chicos... bueno e...
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XXXIX: EL ÚLTIMO BESO
NARRA ELISA
Estoy en un estado de shock, no siendo capaz de asimilar toda la situación que envuelve al chico que tiene mi corazón. Posiblemente no tiene mucho sentido, considerando que me ha mentido gran parte de nuestra relación, aunque haya sido como amigos, pero le creo.
No encuentro las palabras correctas que decir. No las hay. Las palabras no resucitan.
—Lo que quiero que entiendas, bonita —me llama haciéndome volver. Mi estómago sigue estrujándose cuando me dice así—. Es que cuando nos mudamos, no sabíamos que ustedes vivían aquí, lo que queríamos era empezar de nuevo y olvidar, dejar el pasado en el pasado pero a los pocos días, cuando traíamos a tu hermano y vi al señor Montero fue como si... —la respiración se le agita— mi padre me dijera que no lo podía dejar pasar, que tenía que resolver el pasado para poder continuar. Sigo sintiendo odio y rencor con solo pensar en Marcelo... tal vez si logro que lo metan a la cárcel, esto mengue —suena abatido, culpable. El peso de sus emociones lo atormenta; lo quiero abrazar y decirle que es perfectamente entendible que se sienta así, que no es una mala persona por no poder olvidar... pero no lo hago.
Me quedo quieta en mi lugar, aguantando la respiración.
—El día previo a tu cumpleaños me contaste lo de la llamada... todo se multiplico, me desespere y fue cuando organice con Robert lo de ir al bufete. La cuestión era buscar la ocasión... —mis labios se alzan con amargura.
A pesar de lo fuerte de la situación, alcanzo a comprender las circunstancias que lo llevaron a mentirme, es totalmente entendible que quiera que el asesino de su padre pague por el daño causado; su madre enviudo, su hermanito crecerá sin él y Lucas... tuvo que afrontar cosas que no tenía que haber afrontado a esta edad.
Sus amigos le dieron la espalda... intentando ponerme en su lugar, siento que me tambalearía con el rechazo de Julieta y Raquel.
Por mucho que quiera ponerme en su lugar, sé que las emociones fueron, son... mil veces peor.
—Hubiese hecho lo mismo... —confieso en medio del silencio que gobierna mi habitación.
—Entonces comprendes que nosotros somos un asunto aparte —conjetura minutos después, su tono es suplicante.
Una pequeña llama se enciende en mi. Saber que le importo es reconfortante, saber que signifique lo mismo que él para mi me devuelve cierta confianza que daba por perdida.
De igual modo, niego lentamente.
—No somos un asunto aparte, Lucas.
—No me crees —dice dolido. Vuelvo a negar y por acto reflejo busco su mano. Enseguida entrelaza nuestros dedos, da un ligero apretón, es como cafeína pura a través del tacto con su piel. Los vellos se me erizan, mi sistema es una revolución. Extrañaba su calor. A pesar de ser un toque inocente, es intenso y no me quiero separar.