XXXIV: Cuento de hadas.
Narra Elisa.
Tengo la respiración súper agitada, los pensamientos se agolpan sin dejarme procesarlos, es solo una idea tras otra. Las manos me tiemblan debido a la anticipación de lo que ocurrirá.
Detenemos el andar a mi habitación. No fue difícil encontrar lo que buscábamos en la recamara de Erick, solo rezo porque no se de cuenta de que le faltan municiones.
—No tienes que presionarte. Yo jamás te presionaría —quiero que deje de pensar que me estoy forzando, no sé cómo decirle que de verdad quiero esto sin morir de la vergüenza... así que tiro de su mano en mi dirección, calculando donde están esos labios que me enloquecen y nublan el juicio.
El beso no es suave, muerdo sus labios sin llegar a lastimarlo, pero lo suficientemente fuerte para explicar sin palabras lo que me provoca. Y creo provocar lo mismo en él cuando siento un bulto en mi vientre.
Camino de espaldas entre sus brazos que me conducen sin dudar.
—Nunca lo he hecho —le digo cuando me sienta en el borde de la cama.
—Tampoco yo —admite un tanto apenado. Su aliento calienta mi mejilla.
Sonrío más confiada. El saber que estamos en igualdad de condiciones me gusta; me gusta más de lo que estoy dispuesta a admitir, porque puedo anticipar que voy a ser muy torpe y si él también lo es, será perfecto.
—¿Sabes la teoría? —bromeo para quitarle hierro al asunto.
Nos reímos.
—Si... me se la teoría.
—Con eso es suficiente —me muerdo el labio ya un poco hinchado por los besos.
Vuelve a besarme tomándome del rostro, con más calma, suavidad, como si pudiera romperme. Quita una de sus manos para bajarla por mi hombro desnudo hasta llegar a la espalda, con parsimoniosa lentitud desliza el cierre hacia abajo. Pega su frente a la mía.
Paso mis brazos por su pecho. Los suyos están en mis hombros, frotándolos, dándome tiempo, como ese último ¿Estas segura? No lo dice, pero de todas formas asiento comenzando a desabotonar el primer botón, de muchos otros.
Baja mi vestido que se queda enrollado en la cintura por lo que tengo le levantarme para que pueda salir completamente. Siento el vello de los brazos erizarse y la piel estremecerse cuando quedo únicamente en ropa interior. Es justo en este momento en que me pregunto ¿Cómo es mi ropa interior? ¿Sera sexi? ¡Por dios, la escogió mi madre! Y por muy buen estilo que tenga, dudo que compre ropa interior para que desvirguen a su hija.
—¿P-puedo tocart-te? —pregunto medio avergonzada y medio ansiosa—. Quiero verte —toma una de mis manos y la conduce a su pecho ahora desnudo, no es duro pero si firme. Se me corta la respiración. Su piel esta caliente lo cual que produce una pequeña risita bobalicona.
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No soy ciega [✔️]
Teen FictionElisa Montero es una chica que desde muy pequeña quedó ciega, fue difícil aceptarse y acostumbrarse a lo que es. Gracias a su familia y amigos puede tener una vida normal de adolescente, asiste a la escuela, va a fiestas y sale con chicos... bueno e...