Capítulo 18: El Baile

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- Bien, ¿Sabéis cual es el plan? -Dije una vez estuvimos cerca del portón de aquel intimidante castillo.

- No nos separamos a no ser que sea extrictamente necesario, buscamos a Alicia y, aprovechándonos del conjuro que hemos hecho para que nadie nos reconozca...

- Yo la llevaré a algún lugar apartado, la neutralizaré... 

- Y yo la transportaré con mis zapatos mágicos. -Concluyó Kat.

- Perfecto. -Dije mientras hacía una señal para que entraran conmigo en el castillo.

La sala del baile no era más que el recibidor decorado finamente para la ocasión, pero aún así era una enorme sala que parecía que había sido construida únicamente para dicho evento. La escalera del palacio estaba vallada con unos gruesos cordones de tela roja atados a varios pilares dorados, y el resto de la sala estaba llena de invitados, mesas con copas de champagne, algunos aperitivos... Y, en el centro, un gran espacio que se reservaba para aquellos que desearan bailar con la lenta música clásica que tocaba la orquesta que se situaba a un lado de las escaleras, en un lugar perfecto para no molestar a nadie.

Avanzamos cautelosamente por la sala examinando minuciosamente a cada uno de los invitados buscando a Alicia, pero por más que buscamos no conseguimos verla.

- Parece que aquí no está... -Dije, mientras seguía mirando a los lados.

- ¿Has probado a preguntarle a tus sabios guantes? -Preguntó Prudence.

- Es verdad... -Dije, alzando la mano. - ¿Dónde está Alicia? -Pregunté después en voz baja y vocalizando muy bien para que los guantes me entendieran.

Entonces en mi mano apareció una nota donde ponía, en la misma letra elegante y adornada de siempre: "Pronto llegará"

Y como ellos dijeron, en pocos minutos la orquesta dejó de tocar para dar paso a unas trompetas que daban un toque real a la entrada de Alicia, que iba acompañada del monarca por la parte de arriba de las escaleras. Ambos se quedaron parados  mirando hacia los súbditos desde la posición privilegiada de la que disponían y, cuando las trompetas cesaron, el rey habló:

- Queridos súbditos, espero que estéis disfrutando de este baile en honor de nuestra invitada de honor. Y este baile no sería nada de no ser por ella. -Dijo mientras señalaba con ambas manos a Alicia. - Afortunadamente la espera ha terminado y ya está aquí: ¡Nuestra querida Alicia!

Aquella frase fue acompañada de miles de aplausos y ovaciones por parte de todo el pueblo allí reunido.

- Espero que la recibáis como se merece, pues ahora tendréis el honor de vernos mezclados entre vosotros. Así es, hoy no seremos rey y reina, si no que seremos uno más de los invitados que aquí están reunidos, disfrutaremos de la comida y de la música que esta orquesta nos ofrece. -Dijo, y con un amplio movimiento de brazos los cordones desaparecieron y la orquesta tocó de nuevo.

- Nunca había oído al rey hablar así. Suena tan humano... -Dijo Kat, pensativa.

- ¿De qué conocerá el pueblo a Alicia? Se supone que es de otro mundo... -Pregunté

- Alicia es una famosa comerciarte de brebajes y utensilios mágicos. Va viajando por los pueblos y ciudades y se dedica a comerciar. Es famosa porque no hace preguntas sobre lo que la gente pide. - Respondió Prudence

 - ¿Y cómo no me habías dicho antes? - Pregunté extrañado.

- Porque una vez se va del pueblo nadie la recuerda hasta que vuelve a ver su cara. Es su magia.

De pronto Alicia se acercó a mi. ¿Me habría reconocido? No, el conjuro que había lanzado era infalible, nadie puede reconocerme. La verdad es que era más alta de lo que yo pensaba, me llegaba hasta los hombros. Su expresión era dura, mucho más amarga de lo que había visto en mi visión.

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