Capítulo 12: El castillo

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- No, no, no, no, ¡No! -Dije llevándome las manos a la cabeza.

- ¿Qué pasa?

- Que Prue y los demás debieron usar la foto para transformarla y luego la devolvieron a su sitio, ¡Pero ellos piensan que yo sigo ahí encerrado! Y si Prue consigue abrir la puerta liberará al rey y este la matará, ¡Tenemos que ir y pararla!

- Vale. Creo que puedo teletransportarte hasta la puerta del castillo, pues el resto está protegido con magia, pero en consecuencia yo deberé quedarme aquí. 

- Bueno, si puedes hazlo. Espérame en la plaza del pueblo, está cerca del castillo, así que no tardaré en llegar una vez concluya mi misión.

- De acuerdo.

Mientras tanto, Prue seguía lanzando bolas de fuego a la puerta para destruirla, sin resultado alguno. "¿Cómo narices abro esta puerta?" Ningún conjuro que hiciera ella sola sería capaz de romper el de Mark. Entonces miró a su derecha y vió una ventana gótica altísima y vió la solución: La abrió y, con sus poderes, empezó a crear un puente hacia la ventana contigua que llevaba hacia la habitación hasta ahora bloqueada.

Subí y subí las escaleras de caracol pensando repetidas veces que no iba a conseguirlo. Pero de pronto recordé una frase que mi madre decía a menudo: "La victoria les espera a aquellos que tienen esperanza" Y, siguiendo ese consejo, aparté los pensamientos negativos y seguí subiendo, aunque entonces sentí que lo hacía más rápido que antes. Y al llegar vi a Prue subida en un puente de piedra que ella misma estaba creando sobre la marcha.

- ¡Prue! ¡Para!

Prue se giró asustada, bajó del puente el cual desapareció al instante y me lanzó por los aires con sus poderes.

- ¡Espera! ¡Soy yo, Mark!

- ¡Mientes! ¡Mark está encerrado! ¡Por tu culpa!

- ¿En serio crees que si fuera el rey seguirías aquí?

Prue abandonó su postura defensiva y me abrazó como si no me hubiera visto en dos años.

- ¿Cómo lo conseguiste?

- Bueno, él liberó parte de mi para decirme algo, y yo aproveché la ocasión para darle su propia medicina.

- Muy propio de los White... -Dijo, mientras me chocaba la mano riéndose.

- Bueno, ahora tenemos que irnos de aquí o nos descubrirán... Pero no podemos pasearnos por palacio mientras seamos iguales...

- Cierto... ¡Tengo una idea! Crearé unos grilletes y tú harás de Mark prisionero, ¿Vale?

- Bien. Adelante, créalos.

Prue abrió una mano todo lo que pudo y con la otra hizo unos movimientos envolventes que generaron un poco de niebla y, posteriormente, unas esposas. Intentó ponérmelas pero yo la paré ágilmente y se las puse a ella.

- ¿Qué haces?

- Prue nunca ha sido capaz de crear objetos. Solo espero que las cadenas impidan hacer magia, porque eso hará el juego más divertido, ¿Verdad, majestad?

El rey gruñó e intentó abrir las esposas pero, tal y como esperaba, no pudo.

Supuse que Prue estaría encerrada en la torre, así que rápidamente rompí el conjuro protector y abrí la puerta, confirmando mis sospechas. Liberé de las cadenas a la verdadera Prue y nos fuimos dejando al monarca solo.

- Gracias, Mark. Por un momento pensé que ibas a tragarte su truco.

- No soy tan fácil de engañar. ¿Has venido a rescatarme?

- No sólo a eso. También debo encontrar a mi hija, tanto la del presente como la de este tiempo. Y los libros. Tengo que recuperar nuestros libros de conjuros.

- Vaya misión completita, ¿Eh?

- Bueno, son cosas que hay que hacer cuando eres la hermana mayor. Pero, a propósito, ¿Tienes idea de dónde pueden estar?

- ¿Quienes?

- Todo. Tanto mi hija como los libros.

- Bueno, si yo fuera un rey superpoderoso guardaría mis libros en mis aposentos, donde nadie pueda entrar. Y la niña... Bueno, el lugar más seguro para eso sería un calabozo. Todos los castillos tienen uno.

- ¿Y como averiguamos donde están esos sitios? ¡Este castillo es enorme!

Cuando estuvimos de nuevo en el salón central vimos a varias personas limpiando sin descanso. Paré a Prue que avanzaba libremente y la metí de nuevo en la habitación de las escaleras.

- Un segundo. -Dije moviendo las manos a su alrededor de su cabeza trazando un círculo y quedó cubierta de un polvo brillante que poco después la hizo invisible.

- Buena idea. -Dijo, mientras salíamos de allí.

- Tengo una idea de como encontrar las cosas. ¡Servicio! -Dije dando dos palmadas solemnes.

Rápidamente un hombre bajito, falto de pelo y encorvado con una escoba esperando órdenes.

- ¡¿Qué pasa con mis aposentos?!

- Los están limpiando, majestad. -Dijo asustado.

- Pues necesitan a uno más. ¡Venga, que estás muy parado!

El hombre fue a la puerta de la derecha y nosotros le seguimos una vez hubo avanzado un poco.

- Te sale muy bien el papel de rey... -Susurró Prue.

- Parece que no es tan difícil hacer de mí después de todo.

El hombre paró de subir cuando llegó al segundo piso y avanzó por un largo pasillo lleno de puertas y se metió en la última.

- Muy bien, ya sabemos donde está la habitación. -Dije.

Atravesamos la puerta y, tras ella, había una gran sala en la que los principales muebles eran una gran cama con dosel color blanco y un cuadro igual de alto que la pared (Que era bastante alta) del rey. Dentro había un grupo de limpiadores con los ojos vendados limpiando sin descanso.

- ¿Por qué tienen vendas? -Preguntó Prue en voz baja.

- No lo sé... Supongo que para evitar robos o algo así. ¡Retiraos! -Dije dando dos palmadas.

Los asistentes, de forma automática y como si esas vendas negras no les impidieran ver, salieron en fila por la puerta. ¿Cómo habían hecho eso? Intenté meterme en mi futura piel para encontrar respuestas y sólo encontré una, y bastante retorcida.

- Quizá les haya obligado a memorizar la habitación para poder limpiar sin mirar...

- Bueno, es una opción. 

Prue comenzó a investigar la habitación comenzando por el cuadro.

- Pensé que nadie podía hacer retratos del rey... 

- ¿Cómo?

- Sí, bueno, es que fuimos al mausoleo y encontramos una fotografía de tu yo futuro, que debe ser un bien preciado ya que sobre él yace un conjuro que evita que salga en fotografías y en retratos. Por eso me extraña la existencia de este cuadro.

- Bueno, si fuera el rey, que técnicamente lo soy, me encargaría de que el conjuro sólamente evitara fotos y retratos sin mi consentimiento.

Me acerqué al cuadro y lo rocé con las yemas de los dedos lo cual provocó inexplicablemente que el lienzo desapareciera dejando sólo el marco y una puerta dentro de él.

- ¿Una puerta? -Preguntó Prue sorprendida.

- Hombre, un camión no es. ¿A dónde llevará?

- Comprobémoslo...

Cuidado con lo que deseasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora