VII

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8 de febrero de 2019

Aron

Conecto mi guitarra acústica al amplificador y empiezo a afinarla. No sé por qué hoy cualquier acorde me recuerda a Jo. Supongo que es porque la extraño pese a que la vi hace menos de dos horas. Pasar el tiempo con ella es muy divertido y hay química entre nosotros... y no me refiero solamente a química sexual. Hay una conexión que no puedo explicar. No soy idiota, ella es una mujer dura y sé que me espera un camino laaargo por recorrer si quiero que finalmente sea mia, pero nuestra conexión es algo que ni ella puede negar.

Hubiera deseado quedarme con ella hoy, conocer su departamento, pero las noches de los martes para mí son sagradas y no las sacrificaría ni siquiera por Josephine Hastings.

Todos los martes a la noche vengo a este bar de mala muerte que queda en las afueras del campus para hacer una presentación. Suelo tocar la guitarra y cantar dos o tres temas cada velada y la gente parece disfrutarlo. El único con quien compartí este secreto es con Theo, a él no puedo ocultarle nada, pero no es el único que lo sabe. El idiota al que Josephine casi le arranca los dientes el primer día de clases, Ian Ribs, vino una vez a este bar y me escuchó. Por supuesto, si sabe lo que le conviene no dirá nada, pero no puedo arriesgarme. Por eso no defendí a Josephine cuando ese idiota se metió con ella. Si Ian decide abrir la boca, mi padre podría enterarse y eso sería un gran problema. Por supuesto, mi padre es de esos que solo quieren que sus hijos se enfoquen en la universidad, nada de "distracciones", como él suele llamar a mi guitarra. Fui extremadamente cuidadoso, elegí un bar a las afueras del campus donde absolutamente ningún alumno vendría, pero obviamente el idiota de Ian siempre tiene que meter las narices donde no lo llaman. Menudo capullo.

Una vez que estoy listo, me presento con mi pequeño público y comienzo a entonar los acordes de una de mis canciones favoritas. Siempre suelo tocar al final de la noche y hasta que el bar no está vacío no paro. Por supuesto, el público es poco asique no suele durar más de tres temas mi presentación.

Veo que solo quedan dos mesas con gente y Martin, el dueño del local, empieza a prender las luces para invitarlos a retirarse de la forma más sutil que puede. Igual, termino mi canción. Jamás dejaría un tema por la mitad. Mucho menos un tema de Lali Esposito.

"... Esta es mi última canción, porque aprendí de mis errores. Ya me cansé de las espinas sin las flores. Aunque me grite el corazón, voy a escuchar a la razón. Esta es mi última canción..."

Toda la presentación me sentí extraño, como si esta vez el público fuera más especial.

Una vez que el bar se encuentra vacío, Martin me dice que guarde mis cosas tranquilo mientras él va al depósito a actualizar el inventario.

Unos aplausos lentos interrumpen el silencio y yo levanto la vista de mis cosas hacia donde proviene ese sonido. Un cabello dorado y unos ojos tan azules como el cielo me devuelven la mirada.

Josephine.

Por eso me sentía especial, sentía su presencia. Ella estaba escondida en el público.

—In-cre-i-ble. Aron, jamás hubiera imaginado que tenías tanto talento.

—¿Qué haces aquí, Jo? ¿me seguiste? —no puedo evitar enojarme. Esto es algo mío, privado, y que esta chica se piense que tenía algún tipo de derecho a invadir mi privacidad solo porque salimos dos veces, me saca de mis casillas.

—¿Qué? No. Solo pasaba de casualidad y como me acordé que tu estabas aquí adentro, decidí entrar al bar a tomarme una copa.

—No pretenderás que me crea eso, ¿no? —mi enojo crece a niveles insospechados.

Por Una Sola VezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora