XXX

307 41 8
                                    

13 de junio de 2019

Josephine

Tuve que apagar mi celular porque Marco no dejó de llamarme en toda la mañana. Este fin de semana es solo mío y de Aron, me niego a responder una llamada de mi ex novio hasta que termine.

Luego de pasar todo el día con mis abuelos, el tiempo se agotó y tuvimos que emprender la vuelta hacia nuestras respectivas casas. Aron está a mi lado sentado en el asiento del copiloto de mi coche con su mano izquierda reposada sobre mi pierna y su codo derecho sobre la ventanilla. Trato de desviar mi vista de la carretera lo menos posible, pero es muy difícil teniendo en cuenta el dios griego que está a mi lado.

Conduzco más o menos dos horas hasta que por fin llegamos a su residencia. Una sensación de tristeza me invade porque sé que la burbuja en la que vivimos este fin de semana está a punto de explotar.

—¿Te lo has pasado bien? —me pregunta Aron luego de que me estaciono frente a su residencia.

—De maravilla... de verdad los extrañaba más de lo que creí.

—Cuenta conmigo la próxima vez que quieras visitarlos, con tu abuelo nos merecemos una revancha en el tejo.

Me rio ante sus palabras porque ni él ni mi abuelo superaron la derrota aún.

Nos despedimos con un beso demasiado apasionado y Aron baja del coche. Cuando lo veo cruzar por el umbral de su puerta, decido que es tiempo de volver a encender mi celular. Más de 10 mensajes de Marco ocupan todas las notificaciones y decido borrarlos sin leerlos, ya me enfrentaré a él cuando llegue al departamento. Por ahora quiero disfrutar de mis últimos minutos de paz.

Cuando el ascensor llega a mi piso, la puerta de mi departamento se abre y veo el rostro de Marco demasiado enfurecido, pero ya contaba con eso. Rápidamente sale a mi encuentro y me toma del codo para hacerme ingresar a mi hogar y cerrar la puerta fuertemente detrás de mí, como si temiera que alguien más pueda ingresar en él.

—¡¿Qué demonios?! —grito intentando zafarme de su agarre.

Él suelta mi brazo, pero solo para poder tomar mi cara entre sus manos. No entiendo nada.

—¡¿Estás bien?! —me grita intentando sacudir mi cara—. Josephine, responde, ¡¿estás herida?

—¿Qué? ¿De qué estás...? —pregunto confundida.

—¡Respóndeme, maldita sea! —me espeta Marco.

—¡Si, estoy bien! —chillo para que deje de sacudirme.

Marco suelta rápidamente mi cara y se gira para darme la espalda al tiempo que sus manos tiran de su propio cabello en señal de frustración.

—¡¿Tienes una idea de lo preocupado que me tenías?! —inquiere con demasiado reproche para mi gusto.

Simplemente ignoré sus llamadas, me parece un poco exagerado y posesivo que actúe de esta manera.

—¿Puedes calmarte de una vez? Ni que fuera para tanto... —le respondo alzando una de mis cejas.

—¡¿Qué no es para tanto?! —me grita furioso y ya está comenzando a enfadarme su tono de voz—. Casi me vuelvo loco pensando que podías estar herida.

—De verdad no entiendo cuál es tu punto, pero esta es mi casa —hago un especial énfasis en la palabra mi—, y nadie me grita aquí.

Mis palabras son duras y noto que surten el efecto que pretendo cuando Marco se deja caer en el sofá con la cabeza entre sus manos.

Por Una Sola VezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora